El general retirado James Mattis tiene una doble cara que reflejan sus apodos. Le llaman perro furioso por su estrategia agresiva en el campo de batalla, y también el monje guerrero por su actitud reflexiva y bagaje intelectual. Mattis, de 66 años, es el elegido por Donald Trump para ser el próximo secretario de Defensa de Estados Unidos.
Su nombramiento, que depende de la aprobación del Congreso, supondría su retorno al mundo castrense, del que se retiró en 2013 tras 41 años en el Cuerpo de Marines. 
Mattis, aclamado entre los rangos, ha liderado algunas de las batallas más importantes de la última década en Afganistán e Irak, donde utilizó el mote Caos en una operación de los Marines. Y está tan obsesionado con Irán, que el pasado abril lo definió como la “amenaza más duradera a la estabilidad y la paz” de la región. Su enemistad feroz con Teherán se especula como el motivo por el que el presidente Barack Obama forzó su retiro hace tres años.
Los éxitos militares encumbraron a Mattis como un estratega, un pensador muy respetado en el mundo político y castrense sobre cómo se ganan o pierden guerras, cómo se refuerza a aliados y se debilita a rivales. Sin pareja ni hijos, el general retirado de cuatro estrellas asegura que no tiene televisión. Es un apasionado de los libros de historia militar.

Hombre de letras
En su reunión con Trump hace dos semanas, acudió con un libro bajo el brazo y salió sin él. “Gracias a mis lecturas, nunca me han tomado desprevenido en una situación”, dijo en 2003. “No me dan todas las respuestas, pero ilumina lo que suele ser un camino oscuro por delante”.
Es famosa la lista de lecturas obligatorias que Mattis requería a sus subordinados en el Comando Central del Ejército de Estados Unidos, responsable de Oriente Próximo y Asia Central, que dirigió entre 2010 y 2013. Entre ellos, un libro sobre la batalla de las Termópilas en Grecia en el año 480 antes de Cristo; otro sobre la guerra de 2006 en Líbano; o Imperial Grunts, de Robert Kaplan.
Mattis también recomendaba el manual de contrainsurgencia que escribió con el general David Petraeus, que Trump baraja como secretario de Estado, sobre cómo combatir a la insurgencia suní en Irak.
El nominado a secretario de Defensa aportará realismo a la doctrina militar de Trump, sin experiencia política, que en campaña decía “saber más que los generales” y que un día cuestiona la OTAN y alaba la tortura, y al día siguiente dice lo contrario. Mattis se distancia del presidente electo en su afinidad con Rusia, apoyo a la tortura o rechazo a un intervencionismo activo de Washington. Les une la simpatía por Israel, la confrontación con Irán y la política de mano dura contra el Estado Islámico.
Como Trump, Mattis tiene antecedentes de frases polémicas: “Vas a Afganistán, tienes a hombres que abofetean a mujeres durante cinco años porque no llevan velo”, dijo en 2005. “Así que es tremendamente divertido disparar contra ellos”.

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