Expondré de inmediato que el Pueblo de Moya fue fundado para preservar el culto y la veneración a nuestra Madre, La Limpia Concepción y principalmente a Nuestro Señor Crucificado (el Señor de La Ascensión), dice el acta oficial donde se piden los terrenos para fundar el Pueblo de Moya en 1696.
El 29 de octubre de 1565, solamente dos años después de haberse fundado La Villa de Santa María de Los Lagos, llega al Pueblo de Moya un indito de nombre Felipe Hernández, que venía desde el centro del país y dicen que era de Tlaxcala y que entre varios enfrentamientos y muchas dificultades, traía en sus manos una imagen de una Virgencita que los Padres Franciscanos habían traído desde España desde al menos 1540 y que de una manera u otra, allá en Tlaxcala, en los movimientos de “Evangelización”, ese indito Felipe tuvo una especial devoción y amor por aquella Virgencita y la tomó como suya.
Él protegía la imagen como algo tan sagrado y como estaban los constantes enfrentamientos de españoles y naturales, pues la traía para todos lados, hasta que un grupo muy pequeño de tlaxcaltecas convertidos al cristianismo deciden dejar toda aquella área central del país y emigrar hacia el norte occidente y es así como llegan a un pueblito llamado Apaseo, en Guanajuato. Para ese tiempo, La Villa de Santa María de los Lagos ya tenía un cierto prestigio y además, ahí vivían tlaxcaltecas que llegaron con los españoles a fundar la dicha Villa y es así como decide el pequeño grupo ir rumbo a Santa María de Los Lagos, donde seguramente encontrarían un ambiente pacífico; pero fue al contrario, por esos rumbos se acrecentaba una guerra muy sangrienta y con una enorme fortaleza Chichimeca, quienes defendieron como ninguno en México sus territorios; el indito Felipe Hernández, elaboró un canasto de carrizo para esconder ahí a la imagen de La Virgen y a lo largo del camino, venía cautivando a muchos que la veían y comenzaron a despertar una cierta devoción hacia Ella. En ese canasto de “piscar” metió la imagen de la Virgencita y la cubrió con hojas de cañas de maíz y se adentraron a la Gran Chichimeca, que era tan temida por todos y que sabían que eran tierras intransitables y no tanto por la cuestión del terreno; sino, porque los Chichimecas salían de cualquier parte y sorprendían a cualquiera que pretendía ir más allá de sus terrenos y mucho más ahora, que estaban en una guerra que parecía eterna (tal vez la Guerra del Mixtón 1540-1590).
Entre penas y tristezas que no podemos ni imaginar, llegan con la voluntad de Dios y con la Virgencita en el canasto y colgado en la espalda de Felipe, a estas tierras que hoy conocemos como el Pueblo de Moya y se tiene bien presente la fecha que fue un 29 de octubre de 1565.
La imagen de La Virgen, ahí escondida, llena de tierra, de hojas secas de maíz y con un sombrerito que después fue cambiado por una corona. Debió de ser un momento crucial para toda una vida futura de la cual somos parte. La Virgencita aunque iba oculta, seguramente iba derramando bendiciones por todas partes y ayudó a aquella caravana de indios para que llegaran hasta donde Ella quería estar y era en el Pueblo de Moya, donde hoy tiene 451 años, desde aquel día.
Una vez llegados aquellos indios a las regiones de La Villa de Santa María, surgieron varias posibles acciones; una de ellas sería que los Padres Franciscanos comenzaron a evangelizar con esa pequeña imagen y la seguían trayendo de un lado hacia otro, inclusive en La Laguna y en Buenavista y hacían ermitas provisionales, pero ya cuando fallecieron los que trajeron a la Virgen y sobre todo Felipe Hernández, deciden irse a trabajar a la recién fundada Hacienda de Santa Cruz de Moya donde se unieron a otro grupo de tlaxcaltecas que ya estaban en la Hacienda y ahí, en la Hacienda se logra consolidar una ferviente devoción por todos los habitantes, incluidos los originales dueños de la Hacienda, quienes mandan construir una ermita y en seguida una Capilla (la cual sigue, pero en ruinas) y es ahí donde se celebra la primera fiesta a esta Virgencita que dicen ser de la advocación de La Limpia Concepción y la visten de vestido blanco y manto azul y comienzan a regalarle hermosísimas joyas de alto valor como: un bastón de oro, una corona imperial de plata bañada en oro, un par de aretes de esmeraldas, un collar que pende hasta el corazón y termina con una joya de exquisito jade, un peto hecho con tela de manta pero que está bordado totalmente de oro y tiene incrustaciones de perlas finas como: esmeraldas, rubíes y zafiros; le regalan también unas sandalias de plata (ya que si tiene pies, a diferencia de la de San Juan de los Lagos, de La Laguna y la de Buenavista, que no tienen pies) y a sus pies, una luna de rica plata y toda la imagen, se sienta sobre una peana de pura plata y que “tenía” joyas granates. Muchos regalos le hacían a la Virgen: palomas de oro y de plata, vestidos de seda con hilos de oro; el cabello lo adornaban con velo muy fino y le colocaban perlas finas y brillantes originales que incluso mandan traer de Europa. Todo esto se describe en los inventarios del Libro de La Cofradía de Moya. Es así como el 8 de diciembre de 1644, con la presencia de tres Sacerdotes, se celebra la primera fiesta en honor a La Santísima Virgen de La Limpia Concepción de Moya, cuando estaba aún en la Hacienda, en las que se llamaban “Misas de Función” (de tres Padres).
22 años después, en 1666 eran tantos los bienes que se tenían en ofrendas y limosnas que se hacían a la Virgen que deciden los naturales, fundar una Cofradía para proteger esos bienes, pero también para alentar la devoción a La Virgen María, de quien han recibido tantos favores y efectivamente, se funda en ese año de 1666 un 20 de diciembre, la Primera Cofradía Indígena y es donde se citan los cargos como: Mayordomo, Diputado, Fiscal, Prioste, Madre Mayo, Madre Menor, Las Tenanchis (las Madres) y La Capitanilla.
Los antiguos dueños de la Hacienda de Moya, había sido tiempo que habían muerto y los sucesores comenzaron a maltratar a los naturales y los sometían a trabajos como esclavos y además, pretendían quedarse con la imagen de La Virgen y con todos sus bienes; así que, en 1696 naturales de la Hacienda que ya vivían en los terrenos donde hoy es Moya, deciden pedir licencia al Gobierno español para fundar un Pueblo y motivados por los vecinos y hermanos del Pueblo de San Miguel de Buenavista que se había fundado en 1692, les vale para atreverse a enfrentar a los dueños de la Hacienda; pero no fue sino hasta el 19 de febrero de 1709 que se otorga el permiso oficial para que se funde el tercer Pueblo Indígena y eso no significa que el Pueblo de Moya tenga tan sólo 307 años; el Pueblo de Moya, con ese nombre o con otro, ya estaba mucho antes y durante La Conquista; así como Buenavista, como cuando anteriormente éramos Uno, en los antiguos, “muy antiguos” terrenos de La Laguna y que mucho, mucho tiempo después llamaron “Pechititán” y que ahora es Lagos de Moreno.
Tengo que señalar que nuestra historia también marca que todo este recorrido, también lo vivió el Señor de La Ascensión pero que primero fue llamado Nuestro Señor Crucificado, después el Señor del Granjeno, un tiempo después el Señor del Descendimiento y desde hace casi 150 años, el Señor de La Ascensión.
Se construyó una ermita en el mismo terreno donde hoy está el templo y en frente, un panteón para los mismos naturales del Pueblo y desde siempre, se ha distinguido el Pueblo de Moya por embellecer la Casa de Dios y casa de nuestra Madre y las riquezas iban en aumento que se decidió comprar un terreno que sirviera como rancho y se nombraron a los primeros encargados, el Caporal y el Vaquero.
Todavía no estaba fundado el Pueblo cuando en 1678, cuando la imagen estaba en visita en un Pueblo llamado “Tlacotlán” en el centro de Jalisco, sucede que en un casa salió corriendo un niño de unos 9 años y en cuanto sale, lo arrolló un carro de caballos y lo mata inmediatamente y todos corren a ver el suceso y comienzan los lamentos; pero una señora que por ahí andaba, se acordó que por ahí estaba visitando la Virgen de Moya y la llevaron hacia donde el niño y la colocaron sobre el cuerpecito del niño y “el niño volvió a vivir”; sucediendo así, el gran milagro de la Virgen de Moya, comparando ese hecho al de la imagen de La Virgen de San Juan y que gracias al Maestro Mario Gómez Mata, se pudo encontrar este dato, que sin duda, posiciona en un lugar altísimo de respeto y de prestigioso título de “Taumaturga” por haber hecho el milagro de “revivir”.
A lo largo de tantos años, el Pueblo de Moya se ha ido consolidando enormemente como un pueblo muy religioso y que todo lo hace a través de una fuerte solidaridad; lo vemos reflejado en sus Nueve Hermandades y en la Danza que primeramente rindió honor a Ella, La Limpia Concepción y que después se cambió para honor del Señor de La Ascensión. La misma Congregación de La Cañada de Indios Ricos, también se unió al amor de la Virgen de Moya y tal vez ese sea el motivo por el cual, La Cañada nunca logró fundarse como un Pueblo.
El primer título que evoca a María en su advocación de haber sido concebida sin pecado fue el de “Limpia” y así fue el original para La Cofradía y para el nombre del Pueblo, pero unos 100 años después, comenzaron a llamarla “Purísima” como lo atestiguan las Memorias de Las Hermandades y en la actualidad la llamamos “La Inmaculada Concepción”. 
De aquel 8 de diciembre de 1644 a este próximo 8 de diciembre del 2016 hay una dimensión gigante e incomparable; de lo más sencillo tal vez, hasta lo más que se pueda ofrecer por sus Hermandades; aquellos hombres del campo y que sufrieron por tanto, hoy están en nuestra sangre y en nuestras “memorias” ya que todo lo hacemos por ellos y por ellos, hacemos todo para Ella: nuestra Virgen de Moya.

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