Hoy es su centenario, han pasado casi 20 años de su muerte y Elena Garro permanece como una de las figuras de la literatura mexicana que más enconos genera. La aman o la odian. No hay más. Mientras, ella permanece en el centro del torbellino esperando una valoración mesurada y un juicio equilibrado.
El escándalo más reciente que la involucra tiene que ver, como casi todos los que protagonizó, con su vida y no con su obra.
La editorial española Drácena publicó Reencuentro de personajes, una de sus novelas, y para promocionarla entre el público ibérico decidió añadir una faja -una suerte de cintillo de papel que abraza al libro-, en el que se lee: “Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges”.
La reacción de rechazo fue general. Por primera vez las voces se alzaron al unísono para desdeñar el abordaje de una escritora a través de los hombres con los que se relacionó y no desde las historias que creó. Por primera vez el vocerío defendió a aquella a la que antes tildó de: “¡Delatora!”.
“Es una escritora que tuvo una suerte adversa las últimas décadas de su vida, pues su imagen pública se vio muy cuestionada y esto perjudicó la difusión de sus libros y el reconocimiento de su trayectoria”, señaló Geney Beltrán, autor mexicano responsable de la antología Elena Garro publicada por la editorial Cal y Arena a propósito del centenario de la escritora.
“Falleció a una edad avanzada en 1998, a los 81años, y es una autora de una obra muy prolífica que abarcó muchos géneros, primordialmente la dramaturgia, el cuento, la novela y la novela corta, pero también incursionó en las memorias, el ensayo histórico y el periodismo”.
El centenario de Garro, añadió Beltrán, permitirá que su producción literaria regrese a las librerías para que nuevos lectores accedan a su obra que es lo único que, a estas alturas, debería importar.
-Es un poco gastado ese discurso:
el exilio, la polémica… es casi como una Fridamanía, pero negativa
A la inversa, sí. Es muy interesante ver cómo cuando Elena Garro empieza a escribir y a publicar, realmente no existía un ejemplo o un modelo de una escritora profesional en México. A ella le resultó difícil abrirse camino, asumir ese estatus de una autora que puede abordar los temas que quiera, que puede lanzarse a los géneros que se le antoje y que además puede ir creando un corpus muy amplio.
A ella se le juzgó de manera desmedida, muy mezquina, en lo que tenía que ver no con lo literario sino con su actuación política, ese fue un flanco donde lamentablemente se fue construyendo una imagen muy negativa de ella y sí, es cierto, Elena Garro parece ser más un personaje que una escritora.
“A mí es lo que más me gusta de ella es que es un personaje sumamente contradictorio”, señaló el periodista mexicano Rafael Cabrera. “Como que nos gustan los héroes, muy puros, muy perfectos, y ella está llena de equivocaciones. Es una persona muy oscura en algunos momentos. Su acercamiento a la política, a Fernando Gutiérrez Barrios, a Echeverría, la vuelven un personaje muy complejo”.
En el caso de Garro, añadió, confluyen muchos factores que dificultaron la valoración de su obra y su inclusión en el canon de autoras y autores que definieron las letras mexicanas en el siglo XX.
“Por una parte la figura de Paz y de algún modo una competencia literaria, casi, que había entre ellos, en la que obviamente él terminó ganando en cuanto a reconocimiento y fama.
“Está la parte del 68 que sin duda le pesa mucho. Una personalidad complicada, no era una persona fácil, y como que se fue volviendo cada vez más problemática.
“Pesan muchas cosas… ella no estaba realmente dedicada a la carrera literaria, en cierta medida le valía, ella escribía para ganar dinero y aunque sí se veía que había un compromiso no se podía dedicar 100% a eso. Se metió a la política, cine, entrevistas, periodismo y cuando parecía que estaba encausando su carrera, ya divorciada, pasa el 68. Pudo haber sido el momento de consolidación para ella y en realidad la marcó para siempre: la traidora, la delatora, la vieja loca… es un caso muy complicado”.
Tras la masacre del 2 de octubre de 1968, los círculos de poder la señalaron como la dirigente del movimiento subversivo que buscaba derrocar al gobierno -versión oficialista sobre los hechos-, señalamiento por el que, años después, decidió huir de México.
Al centro
“La intención de esta antología es volver a poner en el centro de la mesa a Elena Garro como una escritora, como una gran imaginadora, ya sea en la dramaturgia, en la narrativa o en sus participaciones en el periodismo”, dijo Geney Beltrán sobre su más reciente publicación.
“A final de cuentas Elena Garro es una escritora interesada en contar historias y si uno se acerca con ojos desprejuiciados a libros como Los recuerdos del porvenir, el más conocido, Testimonios sobre Mariana o Reencuentro de personajes -que está incluida íntegra en esta antología-, se va a dar cuenta de que más allá de esa neblina que rodea al personaje de Elena Garro, lo que tenemos ahí es una gran novelista. A una narradora de cepa”.
La obra de Garro, como ya se mencionó, abarca el teatro, la novela, el cuento, memorias, testimonio y reportajes.
Un hogar sólido, Los perros, Felipe Ángeles, La dama boba y El rastro, son algunas de las historias que escribió para las tablas.
En la novela destaca, por supuesto, Los recuerdos del porvenir, pero también Testimonios sobre Mariana, Y Matarazo no llamó, Un traje rojo para un duelo y Reencuentro de personajes, de 1982, que, a decir de Geney Beltrán, resulta muy actual para abordar el tema de las relaciones amorosas.
“Lo que es revelador ahí es la sutileza y la profundidad psicológica con la cual Elena Garro trazó los destinos y los perfiles de personajes que estaban en una situación muy destructiva a raíz de lo que significa la pérdida del amor”, señaló.
En cuento destaca El zapaterito de Guanajuato, ¿Qué hora es?, El día que fuimos perros y La culpa es de los tlaxcaltecas que es para la escritora mexicana Mónica Lavín un texto fundamental.
“¿No hay ahí una escritora de cuento superpotente? Y la historia la colocó fuera de los reflectores, la historia personal, las relaciones, sus propias declaraciones… pero para mí, si hay un padre del cuento mexicano, digamos un Rulfo, Arreola o Revueltas, hay una madre del cuento mexicano que es Elena Garro”.
Memorias de España de 1937 y Revolucionarios mexicanos, publicado por Seix Barral en 1997, son complemento de una producción que no se limitó en géneros, estilos ni temas, aunque haya un señalamiento constante de la repetición de Garro en cuanto al tema del exilio, de manera primordial.
“Ella lo decía: que no podía escribir de otra cosa que no fuera su vida”, señaló Rafael Cabrera. “Partía de ciertas personas o ciertos hechos y de ahí lo iba modificando hasta que fuera ficción, pero sí hay muchos elementos realistas.
“Sí hay, en general en toda su obra, mucha referencia biográfica, no sólo en el exilio, en el exilio se vuelve con mayor peso, pero en general toda su obra es muy biográfica”, añadió.
Criticada siempre
Geney Beltrán comentó que las obras publicadas por Garro entre las décadas de 1980 y 1990 fueron criticadas con dureza pues en cada historia sus detractores veían referencias al pasado que la sacó de México después del movimiento estudiantil de 1968 a un autoexilio en Estados Unidos, España y París, de donde volvió llena de gatos, en 1993.
“(Sus novelas) fueron vistas de manera muy reduccionista y muy injusta como ajustes de cuentas personales contra Octavio Paz o como una narrativa en la que se repetía obsesivamente con el tema de mujeres perseguidas. Esa lectura fue muy apresurada porque lo que realmente demuestra Elena Garro en muchos de sus libros es que, aunque hay ciertos temas que le importan mucho, siempre busca abordarlos desde enfoques distintos. En eso demuestra que es, antes que nada, una creadora literaria, una escritora. No es alguien que utilice la escritura para desahogarse o para quejarse”.
En la recién culminada Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Elena Poniatowska, la otra Elena, habló sobre Garro en una mesa homenaje en la que también estuvieron Beatriz Espejo y Mónica Lavín.
Poniatowska leyó un texto sobre Garro en el que recordó anécdotas consignadas en su libro Las siete cabritas.
“La época de su magnificencia se sitúa entre los 40 y los 60. Es difícil separar la obra de la vida de Elena Garro porque más que la de otros escritores su obra es autobiográfica y porque su vida, más que la de otros escritores, suscita el morbo y la curiosidad. Claro, el hecho de haber estado casada con Octavio Paz es primordial”, dijo Poniatowska.
“La persona de la gran escritora mexicana sigue siendo un enigma que sigue ejerciendo sobre todos nosotros un sortilegio. Es indudable que tenía madera para ser una mujer genial hasta que empezó a huir pero no sólo de México sino de sí misma”.
Helena entre gigantes
Helena Paz Garro fue una mesías malograda. La tercera persona de una trinidad santificada por las letras cuya inmolación no la llevó a la cruz sino al abandono y al olvido.
La hija de Elena Garro y Octavio Paz nació el 12 de diciembre de 1939 y murió el 30 de marzo de 2014. Un día después del nacimiento de su madre y un día antes del de su padre.
“Totalmente queda atrapada entre los dos, entre los cumpleaños de los dos”, señaló el periodista mexicano Rafael Cabrera. “Es muy simbólico, un día antes y un día después es casi un paréntesis, atrapada entre la madre y el padre”.
Helena, la niña sobre la que Paz escribió: “No dices nada, niña./ Y nace del silencio/ la vida en una ola/ de música amarilla”, estuvo marcada por ese silencio, por esos silencios que llenan de huecos y dudas su existencia.
“Se dice que estudió literatura en la UNAM pero no hay documentación que sustente eso; en otra parte dice que estudió antropología, tampoco hay referencias claras de eso; yo alguna vez encontré una referencia de que sí se casó en Europa, y después daba la versión de que siempre fue señorita”, añadió Cabrera.
“Ella confesó que fue amante de Roberto Fernández Retamar, el poeta cubano, él nunca ha hecho referencia pero sí hay ciertos elementos que lo comprueban”.
Aunque desde su juventud escribió para algunos medios en México, siempre antes del 68, de su talento literario quedaron sólo dos publicaciones: Memorias y La rueda de la fortuna.
“Ella escribía poemas y cosas para diarios de México antes del 68, pero en realidad a mí la impresión que me da es que sí era una vida muy dispersa, o quizás nos hacen falta elementos”, dijo Cabrera. “En sus Memorias dice que en algún momento intentó estudiar actuación en Nueva York, sus papás no la dejaron o Paz creo que no la dejó… hay muchos huecos. De los tres ella es el gran misterio. A partir del 68 queda más claro que toma el bando de Elena Garro, se queda con ella”.
Con su madre estuvo hasta el final. Rodeada de gatos en un departamento en Cuernavaca, 1998 la dejó en la orfandad, fumando en cada aliento, quedó aplastada entre la memoria de sus padres que murieron con apenas unos meses de diferencia, formando un nuevo paréntesis que la aprisionó en la vida durante 16 años más.