La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad irreversible y progresiva del cerebro que lentamente destruye la memoria y las aptitudes del pensamiento, y con el tiempo, hasta la capacidad de llevar a cabo las tareas más simples. En la mayoría de las personas afectadas con esta enfermedad, los síntomas aparecen por primera vez después de los 60 años de edad.
La enfermedad toma su nombre del Dr. Alois Alzheimer. En 1906, el Dr. Alzheimer notó cambios en los tejidos del cerebro de una mujer que había muerto de una rara enfermedad mental. Sus síntomas incluían pérdida de la memoria, problemas de lenguaje y comportamiento impredecible. Después que la mujer murió, el Dr. Alzheimer examinó su cerebro y descubrió varias masas anormales (actualmente llamadas placas amiloideas) y bultos retorcidos de fibras (actualmente llamados ovillos o nudos neurofibrilares).
Los científicos todavía no entienden completamente qué causa esta enfermedad, pero está claro que se desarrolla debido a una compleja serie de eventos que ocurren en el cerebro a través de un largo periodo de tiempo.
Es probable que las causas incluyan factores genéticos, ambientales y del estilo de vida. Debido a que las personas difieren en cuanto a su composición genética y sus estilos de vida, la importancia de estos factores para prevenir o retrasar esta enfermedad varía de persona a persona.
Sin embargo, también existen pruebas muy claras sobre ciertas actividades. De acuerdo a la revista Selecciones, en su edición digital, quienes hacen lo siguiente con regularidad corren menos riesgo de presentar deterioro cognitivo:
1. Más tiempo para la amistad
Evitar el aislamiento mantiene joven el cerebro, reveló un estudio del Centro Rush de Alzheimer en Chicago.
Los adultos mayores que solían pasar el tiempo acompañados (en clubes de lectura o juegos de cartas, comidas con amigos o visitas a familiares) mostraron un ritmo de deterioro cognitivo 70 por ciento menor en un lapso de 12 años que otros menos sociables.
Haz amistades, a cualquier edad. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Chicago, entablar relaciones de amistad es más fácil de lo que muchos creemos.
Cuando los participantes iniciaban conversaciones con desconocidos mientras estaban sentados junto a ellos en el transporte público, se sentían mejor que si viajaban aislados.
2. Dieta rica en antioxidantes y antiinflamatorios
No hay una dieta, alimento ni complemento que sea óptimo para la salud cerebral, pero las dietas de diversas regiones del mundo que protegen este órgano tienen algo en común: son abundantes en vegetales y reducidas en alimentos muy procesados.
Por ejemplo, una dieta ideada en el Centro Médico de la Universidad Rush, en Chicago, disminuyó el riesgo de contraer Alzheimer hasta en 53 por ciento durante casi cinco años.
La dieta consta de 10 alimentos saludables para el cerebro (verduras, sobre todo de hoja verde, frutos secos, bayas, frijoles, cereales enteros, pescado, aves, aceite de oliva y vino) y limita mucho las carnes rojas, la mantequilla, la margarina, los quesos, los dulces, los alimentos fritos y la comida rápida.
Comienza las comidas con verduras. En un estudio de 3,718 personas de 65 años en adelante, las que comían más de cuatro porciones de verduras al día tenían un ritmo de deterioro cognitivo 40 por ciento menor que las que comían menos de una porción al día.
3. Gimnasia mental
Si no retas a tu cerebro a aprender todo el tiempo cosas nuevas (como ayudar a los niños con la tarea escolar o ensamblar un mueble armable), se vuelve perezoso.
En un estudio, adultos mayores que solían realizar actividades de recreo estimulantes fueron menos propensos a presentar demencia senil al cabo de 21 años que otros que lo hacían con menor frecuencia.
Leer, participar en juegos de mesa, tocar instrumentos musicales y armar rompecabezas varias veces por semana parece estimular la formación de neuronas y de conexiones entre ellas.
Incluso los portadores de cierto gen asociado con el Alzheimer lograron retrasar la aparición de la enfermedad por casi 10 años enfrascándose en actividades intelectualmente estimulantes durante toda su vida.
Los taxistas londinenses ilustran la eficacia de la gimnasia mental: para pasar las pruebas de conducción, deben memorizar más de 320 rutas posibles, así como la ubicación y el nombre de 25,000 calles y 20,000 puntos de referencia.
Dos importantes estudios revelan que esos taxistas tienen una parte del hipocampo (región cerebral que ayuda a procesar los recuerdos) más grande que los no taxistas e incluso que los choferes de autobús, quienes sólo deben memorizar unas cuantas rutas posibles.
4. Lee para saber.
La lectura te llena de conocimientos, y puede acrecentar lo que algunos estudiosos del cerebro llaman reserva cognitiva, la cual aminora los efectos de la demencia senil.
Los expertos suponen que, al iniciarse el deterioro cognitivo, esta reserva permite perder recuerdos sin que se afecte seriamente la vida cotidiana (supongamos que olvidas la palabra refunfuñón; una buena reserva cognitiva te permitirá recordar gruñón o rezongón).
Lee de todos los géneros y sobre temas que no conozcas. Toma apuntes o subraya los pasajes que te interesen para recordarlos mejor.
Aprende a dibujar, pintar o modelar. Los adultos mayores que incursionaron en alguna de estas formas de arte fueron 73 por ciento menos propensos a presentar un deterioro cognitivo leve al cabo de cuatro años que otros que no lo hicieron, revela un reciente estudio de la Clínica Mayo. Estas actividades estimulan la atención.
5. Más actividad física
Si una medicina protegiera las neuronas existentes y promoviera la formación de nuevas, querrías saber más de ella, ¿o no? Esa medicina existe, y para conseguirla no necesitas receta.
La actividad física es el preventivo del Alzheimer más eficaz, indican los estudios. En uno llevado a cabo por la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, personas que se ejercitaban al menos tres veces por semana durante un mínimo de 15 a 30 minutos fueron menos propensas al Alzheimer, aunque tuvieran antecedentes familiares de la enfermedad.
Anda 1.5 kilómetros al día. Un simple paseo a pie como el que podrías dar con tu perro en la mañana o con tu pareja después de cenar tiene potentes efectos en el cerebro.
Un estudio de la Universidad de Pittsburgh reveló que quienes caminaban entre 10 y 15 kilómetros a la semana tenían más sustancia gris en el cerebro al medírsela nueve años después que quienes andaban menos.