El periodismo ha sido cuna, o quizás sea mejor emplear la palabra fragua, de grandes escritores en el mundo. Del ejercicio de esta profesión en el norte de México durante más de dos décadas proviene Daniel Salinas Basave (Monterrey, 1974), y por ello no es extraño que haya dedicado su producción literaria a retratar la tarea del periodista en el territorio que conoce:
Con cierta frecuencia llegaban noticias de reporteros asesinados en Veracruz, Tamaulipas, La Laguna y Michoacán. Era casi siempre humildes guerrilleros de revista independiente o blog informativo que pisaban algún callo y acababan yacientes en algún terreno baldío con huellas de tortura. Hasta eso se había jodido. Antes la muerte de un periodista era escándalo nacional. Manuel Buendía y Héctor Félix Miranda fueron cazados a balazos por sicarios profesionales que los sorprendieron en las cercanías de sus respectivos periódicos. Aunque en ambos casos la impunidad acabó sentando sus reales, al menos hubo movilización de procuradurías y expedientes abiertos. Ahora los reporteros incómodos simplemente desaparecían una o dos semanas, al cabo de las cuales eran hallados al fondo de una cañada con una bolsa de plástico envolviendo sus cabezas. Las procuradurías de sus respectivos estados se apresuraban a descartar la represalia por notas publicadas como posible móvil del crimen y se esforzaban en demostrar que el reportero en cuestión había sido asesinado por asuntos relacionados con su vida privada, sugiriendo siempre actividades licenciosas o vicios que los convertían en personas de dudosa moral.
Salinas Basave describe con una gran dosis de humor negro la crisis de los diarios que sobreviven gracias a los recortes de personal o a la publicidad oficial, y los reporteros que lo hacen gracias a los chayotes. Su mirada implacable brinca, como sus personajes (como él mismo), del periodismo a la literatura, para ficcionar(?) sobre la corrupción e improvisación de la promoción cultural en provincia, que la convierte en un mundo de “Lecturas sin lectores, ferias de libros sin libros, salas vacías”, donde se vive el libro-pretexto: “Presentaciones literarias en que se invierte en diez garrafas del vino más barato, pero que no se cuenta con un solo ejemplar de la obra presentada porque no hubo presupuesto para pagar la imprenta.”
Quizás por esa ruda franqueza o amargo juego literario de una ficción tan ajustada a la realidad, valga la pena leer su libro de relatos Dispárenme como a Blancornelas (Nitropress, 2016) texto ganador del Premio Regional de Cuento Ciudad de la Paz 2014. Esa misma mirada ha hecho a Salinas Basave acreedor a una lista interesante de premios, el Gilberto Owen de cuento y los José Revueltas y Malcolm Lowry de ensayo. Más detalles sobre este ejemplar y su editorial en: http://nitro-press.com/
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