Entre las múltiples cargas pesadas que mi dorso ha llevado a cuestas, como fardos agobiantes, se encuentra mi escasa profundidad en la lectura. Revelo, por ejemplo, que varias veces he iniciado el libro titulado “Canto a mí mismo” de Walt Whitman y, por razones que no logro identificar, acabo por no terminarlo. El hecho me resulta preocupante y singular dado que el contenido de la obra es más que una bella invitación al heroísmo que se le hace al hombre común, al hombre de la calle, al hombre que responde al tú y al él en el centro de cualquier amorfa muchedumbre. Y si usted no lo cree, estimado lector, califíquelo a través de algunas frases, de las que se conocen como célebres, atribuidas al portentoso poeta: Aquel que camina una sola legua sin amor, camina amortajado hacia su propio funeral. Lo que satisface el alma es la verdad.

Si llego a mi destino ahora mismo, lo aceptaré con alegría, y si no llego hasta que trascurran diez millones de años, esperaré alegremente también. Para mí, cada hora del día y la noche es un indescriptible y perfecto milagro. Si algo es sagrado, ése es el cuerpo humano. Lo más común, vulgar, próximo y simple, eso soy yo.

De manera más que reciente volví a tener sobre mis manos un ejemplar de segunda edición de la colección Málaga, preparada en julio de 1973, con el largo título de: “Prólogo y paráfrasis de León Felipe al canto a mí mismo de Walt Whitman”. Y ahora me aconteció que se me juntaron dos grandiosos obreros de la literatura muy, pero muy admirados. El entusiasmo con el encuentro me llevó a leer en voz alta el prólogo de lo hallado frente a mis compañeritos de las sesiones de martes y jueves en la Biblioteca Benito Juárez. Me encanto poder advertir el impacto que tuvieron los escritos de Walt Whitman sobre la emotiva creatividad de León Felipe y el reconocimiento del español hacia Whitman. Lo que siguió fue, de nueva cuenta, leer el inicio de la profunda y humana paráfrasis del “Canto a mí mismo”: “Me celebro y me canto a mí mismo. Y lo que digo ahora de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo lo tienes tú y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.”

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