La cubana Dayamira Aguilera está desesperada y ha lanzado un grito de auxilio al presidente estadounidense Donald Trump.
Hace tres meses que la mujer y su hijo de 25 años partieron desde La Habana hacia Guyana con la ilusión de llegar a Estados Unidos a reunirse con su esposo, Heriberto Evora, pero después de atravesar unos diez países, cruzar selvas y ríos y ver a cuatro compañeros morir en la travesía, no ha tenido suerte.
Cuando Dayamira y su hijo llegaron a la ciudad fronteriza mexicana de Nuevo Laredo el 21 de enero, se encontraron con una de las peores noticias que podrían haber recibido: antes de dejar el poder el presidente Barack Obama terminó la política conocida como “pies mojados, pies secos”, que permitía el ingreso legal inmediato a todos los cubanos que tocaban territorio estadounidense.
Dayamira quedó en una especie de limbo. Desde los límites de México se preguntaba qué sucedería con ellos y temía ser deportada a Cuba, lugar del que salió. “Estamos esperando una respuesta (de Donald) Trump. Que se le abra el corazón”, expresó la mujer de 47 años en comunicación telefónica con The Associated Press desde Nuevo Laredo, al otro lado de la frontera con Texas.
“Es un grito de ayuda, que por favor nos ayuden”, manifestó su compatriota Lester Canales, que también llegó a Nuevo Laredo con la esperanza de llegar a Estados Unidos y encontrarse con su esposa Gisel León, de 37 años, que hizo el mismo recorrido en octubre.
Decenas de cubanos como Dayamira y Lester siguen varados en México y piden, junto a sus familiares y un grupo de activistas de Miami, que el presidente Donald Trump y los legisladores cubano-estadounidenses escuchen sus suplicas y les permitan ingresar a territorio estadounidense para reunirse con sus seres queridos. Entre sus temores está la posibilidad de convertirse en víctimas de la violencia en la frontera mexicana o detención y maltratos en caso de ser deportados a Cuba.
De acuerdo a un portavoz de la Patrulla Fronteriza de Miami consultado por la AP, desde que Obama tomó la decisión de revertir la política que otorgaba beneficios migratorios a los cubanos que llegaban al país, ningún cubano ha llegado a Florida hasta el momento.
El fin de la medida, en vigor desde 1995, dejó a los cubanos en la misma situación que inmigrantes de otros países, que deben solicitar visa antes de ingresar legalmente a Estados Unidos.
Desde Miami, los familiares de cubanos varados en México y otros países cercanos también han levantado la voz para que Trump los escuche, pero el presidente, hasta ahora, no se ha pronunciado.
“Lo único que pido es que el presidente Trump, los congresistas, los dejen entrar. Yo no pido ayuda económica. Que los dejen entrar”, expresó el marido de Dayamira, un carpintero cubano de 47 años que llegó a la ciudad más importante de Florida hace un año tras recorrer el mismo camino que su mujer y su hijo de 25 años no lograron completar.
“No tenemos absolutamente nada en Cuba. Vendimos los vehículos, la casa, todo”, expresó el cubano que aún espera volver a ver a su familia.
La AP contactó a la Casa Blanca y a los legisladores cubano-estadounidenses de Miami para obtener algún comentario sin obtener respuesta de inmediato. Asimismo, el gobierno de Cuba no se ha pronunciado hasta el momento sobre el número de cubanos que han sido deportados.
Durante su campaña presidencial, Donald Trump manifestó que daría marcha atrás con la política de acercamiento con Cuba impulsada por Obama, pero desde que asumió en el poder el 20 de enero no se ha manifestado sobre el tema.
Miguel Saavedra, representante de la organización de exiliados cubanos de Miami Vigilia Mambisa, hizo eco de la solicitud de sus compatriotas. “Estamos pidiendo visas humanitarias y mandamos mensajes al gobierno de Trump para que tenga compasión y dé ayuda humanitaria a estas familias para que puedan llegar a Estados Unidos”, dijo Saavedra a la AP tras reunirse con una decena de familiares en el vecindario de la Pequeña Habana.
“Estamos llamando también a los oficiales electos de origen cubano para que den una mano de ayuda a estas familias cubanas”, agregó.
Por ahora, los cubanos varados fuera de su país sienten temor. Quienes permanecen en México saben que Nuevo Laredo y el estado de Tamaulipas han sido escenarios de violencia y narcotráfico. Históricamente, el área ha sido la base de operaciones de Los Zetas, un cartel de la droga que se caracteriza por su violencia desde su separación del cartel del Golfo.
Y aunque de momento las autoridades migratorias de México han deportado a unos 160 cubanos a la isla desde la decisión de Obama, para Dayamira y Lester, volver a Cuba tampoco es una opción. “Si me deportan, te juro que me mato. Salí por el régimen; me fui en contra de la dictadura. Podrían desaparecernos, meternos presos. No tenemos derecho a nada allá”, dijo la mujer que dejó un hijo de 18 años en la isla.
Lester piensa algo similar. “Salí buscando libertad y si regreso sería mucho peor. Tengo miedo a que me encarcelen, que me torturen física y mentalmente”, aseguró. Sin embargo, hasta ahora no ha habido ningún reporte o denuncia pública en Cuba de que los deportados sean sancionados o monitoreados por las autoridades tras su retorno.
Mientras llega una respuesta, Dayamira comparte una casa rentada con otras 15 personas y Lester duerme junto a otros 26 cubanos en una iglesia bautista fronteriza.