Limpiar de manera compulsiva es una costumbre muy habitual del siglo XXI. Mantenernos a nosotros mismos y nuestro entorno limpio, incluso reluciente, sin embargo, puede ser perjudicial para aquello que limpiamos con tanta fruición y, a veces, para nuestra salud.
Según la psicóloga Mercedes Bermejo, “la tendencia obsesiva del orden y la limpieza, entendida como una ansiedad excesiva, se va incrementando con la edad. Pero a su vez también puede estar asociado a un Trastorno Obsesivo Compulsivo, que afecta a casi un 3% de la población mundial y es tan frecuente en varones como en mujeres”. Pero incluso cuando la manía no llega a estos límites, hay cosas que creemos que necesitan más limpieza de la que requieren: pueden perder su funcionalidad, o simplemente estropearse. Por lo que sea, con los siguentes objetos sería bueno ser más descuidados.
Los vaqueros
Levi’s lanzó hace un tiempo la campaña Dirty is the new clean para no lavarlos. Y en efecto, la lavadora, acaba con ellos. Para Isabel Romo, “los vaqueros sufren sobre todo la pérdida de color porque están hechos con un tejido natural, algodón 100%, que se tiñe en azules de diferente intensidad. Por otro lado, con el uso, van cogiendo la forma del cuerpo, y al someterse a tratamiento húmedo vuelven a su forma original”.
Pero aunque sus tejidos aguantan más cuanto menos los acerquemos a la lavadora, por el contacto con nuestro cuerpo, los vaqueros acumulan una ingente cantidad de microorganismos que, por higiene, hay que eliminar. Si lo queremos todo, los expertos recomiendan intercalar la lavadora con limpiezas en seco.
Los muebles
Es infrecuente contar con muebles de madera en crudo, sin tratar, de modo que el barniz o aceite que llevan los protege.
Sánchez Angulo considera que la fiebre por limpiar los muebles para evitar que proliferen los microorganismos está injustificada: “Si está bien conservado no tendría por qué acoger patógenos, aunque se humedezca”. Pero si queremos que continúe en perfectas condiciones hay que tener mucho cuidado con su limpieza.
Rosa María Pérez, directora de Materiales y Laboratorio de AIDIMME, recomida eliminar el polvo que acumulan con un paño suave y con delicadeza. “De lo contrario, al limpiarlos, se pueden producir rayas en su superficie”.
En cuanto a las manchas, nada de usar detergente de manera indiscriminada. “A pesar de que la película de barniz permite limpiar las manchas, según qué acabados lleve el mueble, los productos pueden penetrar en los poros y atacar la madera”.
Los consejos son retirar el causante de la mancha lo antes posible. Si produce mancha, mojar un paño en agua mojada —no empapada— en una solución jabonosa con un ph neutro o específico para madera. Y secarlo inmediatamente.
Las manos
No son propiamente objetos, pero las sometemos a más lavados de los que necesitan, lo que “altera la barrera natural cutánea que protege la piel de agentes externos”, asegura la dermatóloga Martina Alés Fernández.
El exceso podría provocar una dermatitis: “Un proceso inflamatorio de la piel que cursa con picor, rojez y descamación de las zonas afectadas. Si esto se produce se debe visitar al dermatólogo para que recomiende un tratamiento tópico adecuado al caso”.
El lavado de manos adecuado se debe realizar con agua templada, limitando el uso de jabones agresivos y, después, secando la piel adecuadamente. En caso de que haya que lavarlas con mucha frecuencia —profesionales sanitarios, por ejemplo— se recomienda el uso de hidratación tras el secado.
La alfombra
Hay que preocuparse en caso de que la pieza sea de lana o de seda, ambos materiales delicados. Si es usted de los que las meten en la lavadora o las lava a mano con cuidado, en la bañera, ha de saber que es posible que le duren menos de lo que había calculado.
Los motivos los da Isabel Romo: “Los tejidos naturales vuelven a su condición primaria, por lo que sometidos a un tratamiento húmedo pueden encoger. Es recomendable recurrir a la limpieza en seco, bien sea con hidrocarburos o con percloroetileno, que tiene un gran poder desengrasante. O un tratamiento húmedo suave, prácticamente manual, sin centrifugados para arrastrar los restos de suciedad y posteriormente un tratamiento en seco con un alto poder desengrasante”.
Se aconseja lavarlos no más de una vez al año para las de uso doméstico. ¿Y durante ese año, qué hacemos con todo el polvo, migas y otras sustancias que se van acumulando? “Lo mejor es un aspirador. Y si es posible, debemos evitar comer encima para evitar la aparición de microorganismos”, cuenta Sánchez Angulo.
El coche
Juan Carlos García, director del Área Técnica de CONEPA, Federación Española de Asociaciones de Talleres, asegura que hay un porcentaje de la población que lava sus coches en exceso.
El resultado es la aparición de microarañados: “Muchos de ellos ni siquiera se ven a simple vista, pero afectan a la pintura del vehículo. Provocan un acabado menos brillante y dan aspecto de antigüedad al vehículo, sobre todo en los colores más oscuros”.
Este problema es más habitual en caso de abusar del lavado en máquinas de rodillos. “Consideramos más adecuado lavar los coches a mano y con jabones específicos que cuentan con elementos que protegen la pintura. Y espaciar el lavado un mínimo de dos semanas”, concluye.