Torrente debe estarla pasando mal. Sus verdades pueden confundirse con mentiras, y sus mentiras con verdades, todo depende del marcador por el que se les mira. 

Su más reciente comparecencia ante los medios de comunicación no fue para defender a su equipo luego de un partido, sino para hablar de generalidades y particularidades del pasado, presente y futuro de él y del club en este torneo.

Anteriormente, en su discurso entre palabras, frases y oraciones, las pausas siempre son remansos mentales donde encuentra casi siempre la palabra precisa para enunciar lo que quiere decir o está pensando. En esta ocasión pareció todo lo contrario. Los silencios fueron más largos y tensos. Dejaron de ser oxígeno para convertirse en llamas. 

No debe ser sencillo tener que manejar un discurso políticamente correcto con todos los riesgos que ello implica. Hacer “trapecismo” con las ideas y conceptos para edificar ideas y venderlas para explicar qué pasa con su equipo que suma cinco puntos en siete juegos, que en casa no ha ganado, que necesita ganar para salir de la mala racha y hacerlo sin quedar expuesto ante el posible resultado del próximo juego.

Todo eso debe generar vértigo. Tener que aguantar la verdad, cualquiera que ésta sea,  hasta primero encontrar un acierto en el campo de juego que te dé la razón y poderla exponer. Porque hay momentos en los que las “verdades” hacen más daño que beneficio. Y más cuando al final te evalúa un marcador.

¿Cuántas veces los técnicos han mentido en su discurso luego de un triunfo?

Y les creímos. 

¿Cuántos han dicho la verdad en la derrota? 

Y no les creemos.

Nada soporta más, nada es más fuerte detrás de un discurso, que los resultados. Ni la promesa más grande de continuidad es tan poderosa como una buena posición para pelear por el título.

El equipo tendrá más oportunidades en el campo de juego para defender a Torrente, que las que tendrá el propio entrenador para defenderse a sí mismo ante los medios de comunicación. 

Si al equipo se le acabó el margen de error, Torrente, con el  micrófono en mano, llegó a la cuenta máxima. Una salida en falso ante las grabadoras, cámaras, micrófonos y redes sociales y pudiera precipitarse su salida.

Si gana el sábado ante el Atlas, hasta la razón menos inverosímil que argumente como explicación del triunfo será creíble. En cambio, por más real, sincera y bien intencionada verdad que argumente para explicar un eventual derrota, sabrá a mentira. 

No cabe duda, qué difícil la debe estarla pasando Javier Torrente.

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