Imagine que fue seleccionado para el puesto de trabajo con el que siempre soñó. Ahora, visualice la siguiente escena: después de acceder a la sala de entrevistas, su interlocutor le invita a tomar asiento y acto seguido le pregunta: “¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?”.

Antes de contestar, piénselo bien. ¿Cree que podría asegurar que no saldrá de su boca ni media mentira en toda la entrevista? No sea demasiado duro. Permítase cierto margen. Es más, si no suelta un par de embustes sería como ir en contra de su propia naturaleza, ya que según las conclusiones de numerosos estudios, mentir es algo casi consustancial al ser humano. Así lo revela el Estudio cognitivo de la mentira humana para la Universidad Autónoma de Nuevo León (México), llevado a cabo por la psicóloga Castro Campos, en el que se afirma que antes de que pasen 24 horas, usted habrá faltado a la verdad al menos un par de veces.

Según el autor de “El libro de la entrevista de trabajo” (Editorial Díaz de Santos), Luis Puchol, “los candidatos a un empleo, en general, más que mentir, exageran”. 

Exageraciones o mentirijillas, llámelo como quiera. Pero no se pase, porque para el doctor en Filosofía y Letras, si el entrevistador comprueba que el candidato ha dicho una gran falacia, este será excluido, “ya que alguien que afirma haber trabajado en una empresa donde no lo ha hecho o asegura tener una formación que no ha recibido, nunca será de fiar”.

Exageraciones tolerables

 

Otra cosa muy distinta es que quien opta al puesto ofertado engrandezca sus méritos formativos o el sueldo percibido en su empleo anterior. Así lo cree Puchol, quien no ve en esas deformaciones de la realidad mayor pecado que las ganas de conseguir el trabajo. Para el experto, “estas exageraciones entran dentro de lo tolerable e incluso de lo admisible, porque es normal que la persona intente vender de la mejor manera posible su candidatura. Es más, en cierto modo, es una forma de mostrar interés y motivación por conseguir la vacante”.

¿Y qué pasa cuando le preguntan por sus debilidades? La directora de selección de Adecco, Patricia Castañeda, aconseja ofrecer mejor una respuesta sincera. “Antes de acudir a la cita, es crítico hacer un análisis personal sobre nuestros puntos fuertes y débiles”, dice. Pero al margen del comportamiento ideal que defiende Castañeda, hay un truco para hacer creíbles sus presuntos puntos frágiles. “Se trata de disfrazar una fortaleza con una debilidad. Es decir, la idea es que el entrevistador perciba como algo positivo una actitud que se ha presentado como un punto débil. 

Un buen ejemplo sería que el candidato dijera: ‘No sé poner límites entre el trabajo y la vida personal, siempre me llevo los problemas de la oficina a casa’. En este caso, la interpretación que haría el entrevistador sería que el postulante adolece de una alta capacidad de implicación con la empresa, algo que, lejos de ser negativo, favorecerá su candidatura”. Mentira número 1: “Soy demasiado responsable (cuando solo es responsable a secas)”.

El profesor Puchol se niega a describirlo como un embuste, “si no más bien como un acuerdo tácito entre las partes”. 

Sueldo muy alto 

 

Otra de las mentiras habituales está relacionada con el salario percibido en empleos anteriores. En estos casos, el profesor Puchol considera que “descubrir cómo el candidato ha escogido el sueldo que más ha cobrado en su vida y lo convierte en su franja salarial habitual, no es motivo suficiente para descartarlo. De hecho, es algo que entra dentro del día a día en la selección de personal”.

Algo parecido ocurre cuando se pregunta por el período de tiempo que estuvo contratado en una determinada empresa. “Muchos entrevistados te dicen que estuvieron tres años en la empresa ‘x’, cuando en realidad solo estuvieron uno entero, más el mes de diciembre del año anterior y el mes de enero del año siguiente. Y, claro, 14 meses, no son tres años”, apunta el profesor. ¿Un intento de falsear el currículum? Puede ser. Pero, según Puchol, podría entrar en la categoría de formas admisibles que dan brillo a la entrevista. Ya tenemos dos mentiras más para el saco.

Con los idiomas, no

 

La postura de Castañeda es firme: “Aunque es habitual que un candidato maquille aspectos de su currículum vítae, como el nivel de inglés, este comportamiento nunca es justificable desde el punto de vista del consultor”. Y es que si su talón de Aquiles es el mismo que el que tratan de ocultar la mayoría de las personas, el inglés, piense que salir airoso de la entrevista con un “no tengo titulación, pero puedo mantener una conversación”, no valdrá a la hora de la verdad, cuando tenga que demostrar su speaking. 

‘Me encanta el deporte’

 

Si se pasa las noches enteras enganchado a las webs de apuestas en línea, le cuesta horrores dejar pasar dos horas sin compartir su estado en Facebook o sin subir una foto de sí mismo con su taza de café humeante, hágase un favor y manténgalo en secreto. 

Hay detalles de su vida que no es necesario compartir. Especialmente, el del apartado de las aficiones. “Basta con que elabore una lista con sus intereses más relevantes y positivos”, afirma Peter Harris, redactor jefe de Workopolis, web especializada en búsqueda de empleo, quien opina que a la hora de hacer esa selección, no estaría de más echar un vistazo a la web de la empresa y si, por ejemplo, recoge fotos de sus empleados dando un paseo en bici, “¿por qué no incluir el ciclismo como una de sus pasiones de toda la vida?”. A nadie le importa si tiene la máquina oxidada en el trastero desde hace varios meses.

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