En Virginia, los agentes de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) esperaban afuera de un refugio en una iglesia, a donde habían ido inmigrantes no autorizados para mantenerse calientes. En Texas y Colorado, los agentes fueron a los juzgados a buscar a extranjeros que habían llegado para presentarse a sus audiencias sobre otros asuntos.
En el aeropuerto internacional Kennedy en Nueva York, a los pasajeros que llegaban, después de un vuelo de cinco horas, procedentes de San Francisco, se les pedía que mostraran sus documentos antes de que se les permitiera bajar del avión.
El plan de gran alcance del gobierno de Trump para aprehender y deportar a vastas cantidades de inmigrantes no autorizados, se ha introducido en una forma dramática. Y gran parte de esa tarea le ha tocado a miles de empleados del ICE, recién incentivados, recién empoderados, y ya trabajando.
Ya no existen las normas de la era de Obama por las que se les requería que se concentraran solo en los criminales graves. En el sur de California, en una de las primeras grandes redadas del gobierno de Trump, los agentes detuvieron a 161 personas con un amplio rango de delitos y condenas por delitos menores, así como a 10 sin antecedentes penales.
“Antes, solían decirnos: ‘No pueden detener a esas personas’ y éramos disciplinados por que si lo hacíamos éramos indisciplinados”, dijo un veterano con 10 años en el Departamento, quien participó en el operativo. “Ahora, esas personas vuelven a ser prioridad. Y hay muchas de esas aquí”.
Entrevistas con 17 agentes y funcionarios por todo Estados Unidos, incluidos Florida, Alabama, Texas, Arizona, Washington y California, demostraron cuán rápidamente ha prendido la nueva atmósfera en la dependencia. Ya que tienen prohibido hablar con la prensa, solicitaron el anonimato por la inquietud de perder el empleo.
El secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, dijo  a mediados de febrero que el Presidente quería “quitarles los grilletes” a los agentes, una expresión que los propios funcionarios utilizaron una y otra vez en las entrevistas para describir su reciente libertad.
“La moral entre nuestros agentes y funcionarios se ha incrementado exponencialmente desde la firma de los decretos”, dijeron los sindicatos que representan a los agentes del ICE y de la Patrulla Fronteriza en una declaración conjunta después de que el presidente Donald Trump emitió los decretos presidenciales sobre la inmigración a finales del mes pasado.
En dos memos que dieron a conocer la última semana de febrero el Departamento de Seguridad Interna, del cual depende el ICE, y la Patrulla Fronteriza, se dan más detalles sobre cómo se ejecutaría su plan, el que incluye la promesa de campaña distintiva de Trump – un muro a lo largo de toda la frontera sur -, así como deportaciones más veloces y mayor dependencia en los policías locales.
Sin embargo, para quienes tienen insignias del ICE, quizá el mayor cambio es que se eliminó la jerarquía de prioridades del gobierno de Obama, en la que se forzaba a los agentes a concentrarse en deportar a miembros de pandillas y otros criminales violentos y graves, y, en gran medida, dejar a los demás en paz.
En las últimas semanas, se ha posesionado de las oficinas centrales del ICE en Washington un torbellino de actividad, con empleados que asisten a reuniones consecutivas sobre cómo ejecutar rápidamente los planes de Trump. “Algunas personas dicen: ‘Esto es increíble. Vamos a darles todas las herramientas que necesitan’”, comentó una persona en un alto cargo en las oficinas centrales, quien ingresó al Departamento en el gobierno de George W. Bush.
Sin embargo, añadió: “otras personas tienen más dudas y temen por lo rápido que se están moviendo las cosas”.
Dos funcionarios en Washington dijeron que el cambio -y el nuevo entusiasmo que ha conllevado- parece haber fomentado comentarios políticos a favor de Trump, así como un cotorreo que les dio la impresión de ser descarado o fanático, como los comentarios de que su empleo se estaba haciendo “divertido”. Quienes asumen una línea menos dura sobre los inmigrantes no autorizados sienten que los han silenciado, dijeron los funcionarios.
El ICE tiene más de 20 mil  empleados distribuidos en 400 oficinas por todo Estados Unidos y 46 países, y el gobierno de Trump ha solicitado la contratación de 10,000 más. Los funcionarios del ICE se ven a sí mismos como los protectores del país, que hacen cumplir sus leyes, pero también, notaron varios agentes, defienden al sistema de inmigración legal, con sus esperas de años para entrar en el país, para evitar que que entren los que no hacen la fila.
John F. Kelly, el secretario del Departamento de Seguridad Interna (DHS, por sus siglas en inglés), después de las primeras redadas a gran escala del gobierno de Trump, dijo en una declaración: “El presidente Trump ha sido claro al afirmar la misión crítica del DHS en la protección del país”.
“No hay vocación más grande que servir y proteger a nuestra nación”, añadió, “una misión que los hombres y las mujeres del ICE desempañan con profesionalismo y valentía cada día”.
De hecho, los agentes son predominantemente hombres y es frecuente que hayan servido en el ejército, en la policía o en ambos. Los agentes nuevos toman un curso de cinco semanas de español, así como entrenamiento de armas de fuego; también, aprenden maniobras de conducción de vehículos y tienen que pasar siete exámenes escritos y una prueba de condición física que incluye obstáculos.
El elemento sorpresa es central en su trabajo, así es que no puede estar a la vista ni una sola furgoneta blanca con el nombre del Departamento de Seguridad Interna porque se genera miedo y causa que huya la gente. Para minimizar el contacto, es frecuente que las detenciones se hagan en las primeras horas de la mañana.
Un supervisor en el norte de California describió un operativo típico, con equipos de al menos cinco elementos, que se levantan antes del amanecer, se reúna desde muy temprano, a las 4 a.m., para hacer las aprehensiones antes de que los blancos salgan a trabajar. Para evitar angustiar a las familias y los niños, los agentes prefieren detener a las personas afuera de sus casas, y se acercan a ellas tan pronto como pisan una acera pública y, una vez identificadas, las esposan.
Sin embargo, las detenciones pueden parecer dramáticas, ya que los agentes llegan en grandes cantidades, armados con pistolas semiautomáticas, chalecos blindados negros con las iniciales ICE en letras blanco brillante. Cuando sí tienen que entrar en una casa, tocan con fuerza y se anuncian como policías, un término que pueden usar legalmente. Muchas veces, despiertan a los niños en el proceso, quienes ven cómo se llevan a sus padres.
Algunos de los operativos del ICE más visibles de las últimas semanas han repercutido en internet y, a veces, se han dado reacciones negativas. Los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza en el aeropuerto Kennedy revisaron los documentos de los pasajeros que bajaban de un avión procedente de San Francisco porque el ICE, una dependencia hermana, pensó que una persona con orden de deportación podría estar en el avión. No encontraron a la persona que estaban buscando.
Después de las aprehensiones afuera de la iglesia en Alexandria, Virginia, el gobernador Terry McAuliffe, un demócrata, escribió una carta a Kelly en la que le decía que la acción “genera la inquietud de que, a diferencia de acciones anteriores, los agentes del ICE están deteniendo a los habitantes de Virginia sin causa, ni alegatos específicos de actividades delictivas”.
Se están llevando a los transeúntes de los que se sospecha que son no autorizados, aun si no han cometido ningún crimen, a los que les dicen detenciones “colaterales” dentro de la dependencia. Mientras que estas detenciones ocurrieron durante el gobierno de Obama, se desalentaban oficialmente, para la frustración de muchos agentes. “¿Qué parte de ilegal es la que no entiende la gente?”, preguntó un agente en Arizona.
Si bien todos los agentes entrevistados opinaron que las viejas prioridades habían evitado que hicieron su trabajo, John Sandweg, un director en funciones del ICE durante el gobierno de Obama, defendió las normas por hacer el mejor uso de recursos limitados. Sin ellas, dijo, podría deportarse a menos personas peligrosas. “Hay 10 lugares en el autobús, son para los primeros 10 que agarras”, explicó Sandweg. “Se disminuyen las posibilidad de que sea un delincuente violento”.
Contó que había pasado mucho tiempo en los caminos, hablando en reuniones municipales en las que oyó mucho de lo que dijeron los agentes de base sobre las prioridades. “Desde luego que no eran terriblemente populares”, notó. “Querían criterio sin restricciones”.
Los agentes dijeron que aun con más libertad, seguirían persiguiendo solo a las personas que presentan el mayor peligro para la población. Y a lo que Sandweg llamó criterio sin restricciones, ellos dijeron que eso es hacer cumplir la ley.
“Nos regresaron el criterio; depende de nosotros tomar las decisiones en el campo”, dijo un veterano de 15 años, en California. “Vuelven a confiar en nosotros”.

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