De las cenizas, desalojos y el polvo ya comenzaron a salir las añoranzas de nuestras vivencias contigo. Fuiste más que un estadio, te convertiste en nuestro hogar.

Te erigiste como la aduana obligada para infinidad de leoneses que jugamos en una Tercera, en una Segunda o en una Primera División. Seguro te divertiste con innumerables y memorables juegos de futbol, conciertos musicales, misas, inauguraciones, homenajes, sorteos de bolas blancas y negras. 

Exististe feliz porque te pisaron cientos de jugadorazos, nacionales y extranjeros. Todos decían que eras lo mínimo para los partidos de Primera, pero cuando jugaban sobre ti, tus tribunas se hacían inmensas por la pasión retumbante.

Contigo vivimos dramas de descenso o como cuando al perder contra Oaxtepec, los aficionados enardecieron y agredieron a Couret y persiguieron a los visitantes.  

Sin embargo, se imponen las buenas experiencias. En tu pasto jugué con pelotas de plástico mientras mi padre entrenaba al ritmo de los carajos de La Tota y sus Curtidores.
En tus gradas me las ingenié para anotar goles chutando las fichas de cerveza que te inundaban en los partidos. En tus pasillos me eché ‘cascaritas’ con una bolsa de plástico como balón, llena de papel que olía a carnitas.

Mi mágico recuerdo contigo es aquel momento excelso que se daba después de cada partido de viernes por la noche del Unión, donde como hijos de los Curtidores teníamos el placer de salir a jugar a oscuras mientras esperábamos a nuestros padres. Y tú nos aceptabas aun cuando nuestro balón era imaginario.

Sabíamos que teníamos pocos minutos, pero para nosotros era un partido entero. Entonces, escuchábamos los ecos de esos gritos que le habían dado vida al juego: Los ‘mía’ de los porteros, los ‘salgan’ de los defensas, los ‘tenla’ de los medios, los ‘dámela’ de los delanteros, las mentadas de madre a los árbitros, las porras, la música en la tribuna, el aviso de las rifas y el estruendo de los goles. 

Leonesa sí, pero te distinguiste más con el azul y el blanco. Por eso te llorarán Carbajal, Lugo, Tavaré, Dávila, ‘Pueblita’, Czentoricky, Lizardo, Cuevas, Villalobos, Sepúlveda, ‘Sabanita’, Jaramillo, Mendoza, Anguiano, Maciel, ‘Cuchillo’, Zacarías, ‘Chicha’, Fausto, ‘Chavicos’, Macías, ‘Becerro’, ‘Puskas’, ‘El Chino’…

Y al llanto de estos guerreros, se mezclará el de aquel ídolo de barrio vitoreado por la afición cuya religión era visitarte todos los lunes por la tarde.

Pasaste de un estadio de Primera División a ser la cancha elite del amateur local y de esto, al descuido, a los escombros e irás a la nostalgia.  Años adelante sólo diremos ‘aquí estaba La Martinica’.

Quizás estés celosa porque por ti no hubo protestas masivas ni largos y tediosos litigios. Quizás dolida porque no pudimos salvarte y enojada porque no hicimos algo para lograrlo.
Pero apréciate imperiosa porque en ti se tatuó la euforia de los triunfos y no se diga de los clásicos Unión-León. Siéntete orgullosa porque hiciste tuyos los sollozos de las derrotas y te vanagloriaste porque todos los que jugamos ahí lo hicimos creyéndonos los mejores futbolistas del planeta.

Gracias por todo Martinica, nuestra Martinica… mi Martinica.

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