El León ganó, se quitó presión y está en la pelea. No hay duda, la medianía de la Liga no exige campañas perfectas para poder calificar a la liguilla. Con seis derrotas en lo que va del torneo y apenas con tres triunfos en doce jornadas, León tiene legítimas posibilidades de calificar a la liguilla…
Ojo, pero no nos confundamos.
Aún y cuando lo haga, tiene que venir una fuerte sacudida al interior de la institución. Calificar a la liguilla no es el único “problema” que tiene el León.
Deben ser autocríticos, saber que las cosas ya no caminan y no están funcionando.
Dos victorias consecutivas, no recibir gol en 180 minutos y ponerse a dos triunfos de zona de calificación, no puede y no debe ocultar los graves problemas que vive esta institución:
Falta de infraestructura. La cantidad en aumento de lesionados cada jornada, cada semana, cada torneo; no puede hacer olvidar que este torneo se dio la racha más larga de partidos sin ganar como local en toda la historia del club.
Calificar a la liguilla no debe ser un bálsamo. Que el nivel mediocre (califican 8 de 18) del sistema de competencia, no sea el cómplice de la enfermedad y oculte los dolores del equipo que evite que entre al quirófano. Que haga a sintomática y silenciosa una enfermedad.
Es obvio, evidente, que la Grey verdiblanca ve al frente con la ilusión de los partidos que quedan por ganar, y que comience a sumar lo que no se ha ganado, quiénes somos nosotros para decirle a la gente cómo vivir la pasión por su equipo… pero también deben de tener en cuenta lo que se ha perdido: que el equipo tiene más de derrotas que lo que triunfos y que esa es la variable más importante: no sólo una derrota, con solo no sumar de tres puntos en alguno de los juegos limitaría muchísimo las posibilidades de pelear por el título.
Es más, aún y cuando pudiera pelear en este torneo por él, ni el título debería dejar tranquilo al equipo, a sus dirigentes y a sus aficionados.
Yo, en lo particular, difícilmente veo al León entre los ocho mejores equipos del torneo. No creo que llegue a la liguilla, pero en caso de darse, además de sorprendente, debe ser alarmante. No nos confundamos, que el enfermo se mueva, que le haya bajado la fiebre, que pueda respirar mejor, que ya abra los ojos y haga por moverse no quiere decir que la enfermedad haya pasado.
La consistencia de los resultados y un mejor funcionamiento serán los síntomas que ratifiquen la mejoría y destierren cualquier posibilidad de que sólo sea un efecto pasajero de mejoría, una etapa engañosa provocado más por la irregularidad de la liga que por un real despertar de la fiera.
Que le ganen a Chiapas este martes, que se motiven los que están adentro, que se ilusionen más los jugadores que si bien es cierto que la zona de liguilla no se ve lejos, la deuda aún es muy grande, primero con ellos por su baja forma profesional y después con los aficionados que no se han sentido bien representados en este torneo.
Guardemos el confeti. No usemos los Espanta Suegras. No calentemos el mole, aún.
Pongámosle pausa a Caminos de Guanajuato.
Aprendamos a ver la crítica como celebración y a partir de ahí a distinguir de un buen y una mal torneo aún cuando haya o no liguilla o título de por medio.