La tercera ronda en la batalla mundial entre el populismo y el statu quo, entre los soberanistas y los internacionalistas, entre las fuerzas del repliegue y las de la apertura, se libra en Francia. Después del referéndum británico sobre la Unión Europea y de la elección de Donald Trump en Estados Unidos, las presidenciales francesas exponen de nuevo las fracturas del mundo desarrollado. Millones de ciudadanos están convocados hoy en la primera vuelta de las elecciones para elegir al sucesor de François Hollande. Las elecciones -en la práctica, un referéndum sobre el futuro de Europa y sobre el orden occidental en el que Francia es pieza esencial- repercutirán más allá de las fronteras de este país.
Las elecciones francesas pueden verse como un nuevo capítulo en la secuencia de la megaelección global que empezó en junio de 2016 con el “Brexit” -el voto favorable a la salida de Reino Unido de la UE-, continuó con la victoria de Trump en noviembre del mismo año y prosigue en Francia.
Una oncena de candidatos concurren hoy en la primera vuelta. De estos, y a menos que alguno supere el 50% de votos, cosa muy improbable, los dos más votados pasarán a la segunda vuelta, el 7 de mayo. De ahí saldrá el hombre o mujer que dirija Francia en los próximos cinco años.
El paso a la segunda vuelta se disputa entre cuatro candidatos, según los sondeos. Dos de ellos proponen reformas más o menos intensas en el llamado modelo francés, pero no cuestionan ni el sistema económico vigente, ni la posición internacional de Francia, ni su pertenencia a la Unión Europea. Se trata del centrista Emmanuel Macron -ex banquero y ex ministro de Economía, y candidato de En Marcha!, un partido nuevo creado a su medida- y de François Fillon, ex primer ministro y candidato de Los Republicanos, el gran partido de la derecha tradicional.
Los otros dos candidatos en liza quieren preservar el modelo social francés y recuperar la soberanía perdida, pero sus programas, desde una ideología diametralmente opuesta, precipitarían en grado diverso una ruptura sistémica. Marine Le Pen, heredera de la ultraderecha del Frente Nacional, amaga con sacar a Francia del euro y de la Unión Europea. Jean-Luc Mélenchon, tribuno de la nueva izquierda de La Francia Insumisa, aliada con Podemos, entre otros movimientos, incluye en su programa la amenaza de sacar a Francia de la UE si ésta no se transforma a su gusto. Promete asimismo salir de la OTAN.
“Nos encontramos en una especie de tensión muy fuerte entre los que están a favor de una sociedad abierta y los que prefieren una que no lo sea”, dice en una entrevista telefónica François Heisbourg, presidente del laboratorio de ideas Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. “Esta es principal línea divisoria. La línea divisoria clásica entre la derecha y la izquierda se ha vuelto secundaria en esta elección”.
Por los temas de debate -la eterna obsesión con la identidad francesa, las reformas siempre aplazadas, la amenaza del terrorismo autóctono, el miedo a la inmigración- la elección es tan franco-francesa como las anteriores. También es la más internacional de las décadas recientes. La decisión afectará no sólo a los franceses, sino a los europeos y quizá al resto del mundo.
De los cuatro candidatos con posibilidades para pasar a la segunda vuelta, Le Pen es abiertamente prorrusa. Una victoria suya podría llevar a un giro de Francia -país tradicionalmente celoso de su independencia, pero alineado con el occidente transatlántico y anclado en el eje con Alemania- hacia la Rusia de Vladimir Putin. Mélenchon ha expresado el deseo de recobrar una independencia francesa, con ecos del general De Gaulle, tradición de la que se reclama el propio Fillon, heredero de la familia gaullista y favorable a una mayor cooperación con Putin, sin romper el vínculo transatlántico.
Una victoria de una de las dos opciones soberanistas -la de la derecha extrema, Le Pen, y la de la izquierda de Mélenchon- reordenaría el mapa occidental. No es lo mismo que salga Reino Unidos de la UE, que siempre estuvo con un pie dentro y otro fuera, que Francia, fundador e inspirador del proyecto junto con Alemania. No es lo mismo que salgan los británicos, que seguirán en la OTAN y disponen aún de la muleta de la relación especial con Washington, que Francia, que podría encontrarse aislada, enfrentada en duras negociaciones con la Alemania de Angela Merkel o su sucesor, o en los brazos de Rusia.
El centro de gravedad de Europa podría desplazarse hacia Rusia. “En el plano estratégico, es el principio del fin del mundo occidental”, dice Heisbourg.
Lo que acaba de complicar el rompecabezas es que, tras las elecciones presidenciales de noviembre, EU también tiene un presidente que ha expresado sus reticencias a este mundo occidental tal como se ha entendido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Los bandazos recientes de Trump han atemperado su inicial cercanía a Rusia, pero en Francia algunos antiamericanos de ayer son los proamericanos de hoy. Le Pen ve en Trump -y en Putin- un modelo, y espera repetir la conmoción que supuso su inesperada victoria. Lo impensable es posible: tanto el triunfo de Trump como el del “Brexit” envían un mensaje al mundo y al votante francés.
Decide Francia rumbo de Europa
El mundo tiene otro “round” con la elección presidencial, tras el Brexit y Trump, al encaminar a los dos contendientes a suceder a François Hollande.