El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, tomó la decisión más radical posible para intentar atajar la crisis política que lo mantiene en jaque hace un mes: convocó a una Asamblea Nacional Constituyente que se encargará en próximos meses de redactar una nueva Constitución.

El anuncio de Maduro supone la escalada del conflicto con sus adversarios y la liquidación total de toda estructura del Estado.

Para la redacción de esa nueva Carta Magna, Maduro convocará a unos 500 delegados de la estructura del estado comunal, un concepto que no está en el actual texto, pero en el que el chavismo trabajó por muchos años.

“Éste es el viejo sueño de Hugo Chávez, pero en 1998 las condiciones no estaban dadas”, dijo el jefe del Estado al ofrecer detalles del anuncio.

El Presidente aspira a que la nueva constituyente sea una suerte de Congreso de los soviets y no participen en “las viejas estructuras de los partidos políticos”.

La mitad de esta asamblea estará formada por 250 delegados electos por la base obrera.

“Las misiones van a tener a sus constituyentes; (igual) los pensionados e indígenas. Será una Constituyente ciudadana, popular, obrera. Una constituyente chavista”, anunció.

Venezuela entra desde este momento en la incertidumbre. A falta de la reacción de los poderes públicos vigentes, todas las demandas de la oposición quedaron en suspenso.

La oposición no tiene una estructura comunal como la formada por el Gobierno, y parte en una teórica desventaja.

La manifestación de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que pretendía llegar a las sedes del Tribunal Supremo de Justicia y del Consejo Nacional Electoral, fue salvajemente reprimida.

“Ha llegado el día. No me fallen, no le fallen a Chávez”, dijo Maduro, antes de culminar el acto en la céntrica avenida Bolívar, de Caracas, con motivo del Día del Trabajador.

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