Un bebé de un día de nacido que debe ser operado porque su sistema digestivo está fuera del tórax, una niña que no crece y otro que no puede respirar por sí solo, son casos atendidos en el Hospital Pediátrico de Especialidades, en León.
El hospital atiende a pacientes de todo el estado con especialistas como genetistas, psicólogos, nutriólogos, gastroenterólogos, endocrinólogos, odontólogos y cardiólogos, entre otros.
Con 22 especialidades, tiene 38 camas en hospitalización, 14 en urgencias, ocho en terapia intensiva pediátrica y ocho más en terapia intensiva neonatal; además, cuenta con consultorios, salas de revisión, salas de rayos X y aulas con diferentes funciones, como la estimulación temprana y el fomento a la lectura.
El cirujano infantil Raúl Rojas es el director de este hospital. Como médico, aseguró que hace todo lo posible por sus pacientes, pero aceptó que muy difícil dejar las emociones a un lado.
“El primer requisito para estar aquí es tener amor a los niños. Aguantar, porque ellos patean, gritan, se desesperan. A veces, no entienden lo que pasa y aún así deben ser valientes, y eso muchas veces no es justo”, platicó.
Además, dijo, deben enfrentarse a casos en que la recuperación no es posible.
“Debes guardar la cordura, saber que de repente las cosas no salen como quieres, pero no puedes establecer un vínculo sentimental con nadie, porque hay más personitas que dependen de ti. 
“Es complicado y a veces hasta imposible, sobre todo para las enfermeras de terapia intensiva. Ellas reciben atención psicológica cada cierto tiempo, porque hay algunas que ven imposible no encariñarse con los pequeños, y cuando alguno muere ellas sufren”.
A pesar de dar su máximo esfuerzo, los médicos deben lidiar con la impotencia de los papás, al ver el sufrimiento de los niños.
“Siempre piden más: ‘¿por qué no le das un medicamento para el dolor?’, ‘¿por qué no le das una crema para las ampollas?’… siempre quieren que se les ofrezca algo más a sus hijos, y los entendemos. 
“Como papás, siempre vamos a pedir lo mejor para ellos, pero a veces no entienden que no hay cura para las enfermedades y que darles algo sería prácticamente empeorarlos, en lugar de sacarlos adelante”, dijo el director Raúl Rojas.

‘Aquí nadie la pasa bien’

Afuera del hospital, los papás de los pacientes libran otra batalla.
Cinthia Josefa Lozano tiene a Geraldine, su hija más pequeña, internada desde hace poco más de un mes por una malformación congénita, y puede verla sólo dos veces al día, porque está en terapia intensiva.
“Aquí duermes afuera, mi esposo me compró una casa de campaña, pero todos los días debes estar a las 7 de la mañana, ya con todo recogido. Comemos cuando vienen las voluntarias, a veces traen una o dos veces diarias, pero lo difícil es la soledad, la desesperanza. Mi esposo tiene que trabajar, mi mamá me cuida a mis otros niños, aquí nos consolamos unos a otros, porque nadie aquí la pasa bien.
“Es imposible no enojarse con Dios. Te preguntas, ¿por qué a mi hijo? Pero debes aprender a vivir con eso o la carga será más pesada”, dijo Cinthia, originaria de Dolores Hidalgo.

Milagro de vida 

El Hospital Pediátrico de Especialidades atiende a tres niños con padecimientos muy poco comunes.
Alex es un milagro de vida y los doctores luchan por darle una mejor calidad de vida.
Con cinco años, en este 2017 ha pasado 198 días hospitalizado a causa de la distrofia muscular que padece, tan severa que su cuerpo no tiene respuestas, ni siquiera sus sistemas digestivo y respiratorio. 
Necesita ser revisado con frecuencia y cada vez que una complicación se presenta, es una hospitalización segura. 
Sus intestinos se juntan, su tráquea se cierra y no tiene ningun  movimiento independiente.
 

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