Anoche tuve un sueño…
Soñé que jugando contra Pachuca, Novaretti detenía al ‘Chucky’ Lozano con autoridad sin necesidad de ‘soplarle la nuca’ y con esto, Diego se alzaba como pilar defensivo de La Fiera en todo el torneo.
Soñé que Pumas fallaba una jugada clara ante el León ya cuando el tiempo de reposición se cumplía y los Verdes rescataban un empate como local.
Soñé que los Verdes se iban de gira a Estados Unidos para jugar contra Santos, el árbitro marcaba una falta en contra y Novaretti se acercaba al silbante para discutir la jugada tranquilamente y no a empujones.
Soñé que Novaretti, sí, otra vez Novaretti, era castigado siete juegos pero apelaba ante el TAS y lo perdonaban como a Triverio y a Aguilar.
Soñé que al León no se le lesionaban jugadores y estos lucían con un tremendo ir y venir en la cancha.
Soñé que el ‘Gullit’ hacía de esas jugadas donde se llevaba a todos y en el área burlaba a los porteros y siempre anotaba.
Soñé que Alex Mejía se convertía en el ‘Caballo de Hierro’ y jugaba todos los partidos dándole a los Verdes una media cancha de esas que dan miedo.
Soñé que en los últimos minutos del partido, el Cruz Azul la ‘cruzazuleaba’ contra el León gracias a un gol de Cano y luego uno de Elías y otro de Leo López.
Soñé que el León tenía en sus manos el destino de Tigres, Morelia, Veracruz y Pachuca y que calificaba por cuarta vez consecutiva a la Fiesta Grande.
Pero desperté y me topé con la realidad de un León que ha quedado eliminado porque dejó ir oportunidades, falló en los momentos más inoportunos, se hizo harakiri y pendió su destino de otros clubes.
Vienen dos largos meses sin futbol en la ciudad en los que lo único que queda es soñar, pero despiertos, porque así se alimentará la esperanza de que la directiva reconstruirá al León como un equipo sumamente competitivo, invirtiendo en base a decisiones enriquecidas y no con decepciones caras.
No queda de otra que soñar despiertos con un técnico que refresque sus ideas y las apegue a la mística del club.
No hay más que de soñar despiertos para sostener la ilusión de contar con jugadores dispuestos a partírsela por los colores leoneses, todos los que se queden y todos los que vengan.
Porque así, soñando despiertos, en esta sequía de juegos se mantendrá vivo el anhelo de una octava estrella pues es un hecho que cuando inicie el siguiente torneo estará ahí la afición, fiel y gritona, apoyando.