Hoy se cumplen cinco años del ascenso del León, ese que nos hizo estallar de locura y el que erradicó una década de frustraciones. Simplemente un regreso inolvidable.
Fue una goleada sobre el Correcaminos que tocó el éxtasis en El Glorioso para lograr un ascenso por demás necesario.
Aquel sábado La Fiera volvió a su verdadero lugar, el Máximo Circuito, del que nunca debió salir y si lo hizo fue por culpa de nombres que sería injusto mencionarlos hoy porque hoy se trata de celebrar.
Resultó un camino empinado, largo, sinuoso y cargado de espinas. Por ello ese ascenso fue para los futbolistas esmeraldas que jugaron en estadios sin agua, que enfrentaron equipos de los que ya ni el nombre recordamos, para los que se rompieron las rodillas y para esos que hasta jugaron sin sueldo en un club que pasó de mano en mano.
Ese ascenso fue para la afición que viajó miles de kilómetros para apoyar a su escuadra a lo largo de diez años de infierno y que regresaron con las lágrimas de varias finales perdidas. Sí, el día del ascenso se tenía que festejar con todo porque por varios años se lloró con todo, en las gradas, en la casa y al filo de una banqueta.
Se había probado con muchas fórmulas: que si gastarte la millonada, que si traerte al técnico de Primera o que si piratearte a los campeones de goleo. Al final de los torneos todo terminaba en decepción.
Pero no fue la chequera ni técnicos multicampeones ni jugadores estrellitas, se volvió a las bases, en lo que inviertes poco y te reditúa sobremanera, al hambre de triunfo. Ese apetito del que ahora se extraña y se exige que regrese al seno leonés.
Fue el campeonato en el que irrumpieron futbolísticamente técnico, titulares y suplentes: Melitón, Mascorro, ‘Aris’, Nacho, Burbano, ‘Gallito’, Pacheco, ‘Chapito’, Nieves, ‘Gullit’, Delgado, Yarbrough, Maz, Salazar, Pineda, Santibáñez, Loboa, Ceja… y qué decir de Matosas.
Debía ser en ese torneo o no sería nunca, porque ese plantel olía a armonía, comulgaba con la tribuna y encantaba desde la cancha.
Ese León del ascenso encontró su riqueza en sentimientos intangibles que todos pudimos ver: el gusto por jugar y el placer de ganar.
Y con tan solo eso se rescribió la historia de este club que, con esa renovada mentalidad y refuerzos bien pensados, ganaría después el bicampeonato en el Apertura 2013 y Clausura 2014, gracias en mucho por sostener una mística vertical con ciertos toques de locura futbolística.
Desde el ascenso de 2012 hasta los últimos títulos, el futbol del León conquistó nuevos seguidores e hizo que volvieran generaciones que se habían perdido en otros colores y otros escudos, y todo por culpa de ese maldito tiempo oscuro.
El equipo del ascenso rebautizó a sus fieles que ya no sólo fueron Lokos, Pasión, Garra o como se llamaran. Ese día todos fueron uno, un solo grito y un solo nombre de ‘Afición Poca Madre’.
Si bien son siete los títulos de Primera División que hacen de La Fiera un club grande entre los históricos de México, el ascenso del 12 de mayo es la estrella que no aparece en el escudo del León, y aún así, es una de las victorias que más brilla en el recuerdo esmeralda.
Esa fecha, esa noche, jamás se olvida.