Los alegatos han volado rápido en la amarga campaña electoral para dirigir al estado más poblado de México. Compra de votos, sobornos, alianzas con gente sin escrúpulos, el uso ilegal de fondos públicos y demostraciones de fuerza al estilo de los esbirros de la mafia.
En otras palabras, las cosas son normales en el Estado de México, donde el control de la oficina del gobernador, disponible cada seis años, es el premio mayor de todas las contiendas estatales.
De tiempo atrás se ha considerado que el resultado de la contienda es un indicador de las elecciones presidenciales porque da impulso, dinero para la campaña e influencia política al partido triunfante. Y este año eso parece especialmente cierto.
Durante más de 80 años, la gubernatura en el Estado México ha estado bajo el control del centrista Partido Revolucionario Institucional o PRI. Y con cada victoria, el Partido ha reafirmado al estado como su bastión político central. Su candidato ganó las elecciones anteriores, en el 2011, con más de 61 por ciento de la votación.
Sin embargo, este año, la contienda está tomando el aspecto de ser, quizá, la más reñida que haya habido alguna vez y que, posiblemente, presagie una igual de reñida para el año entrante, en las elecciones para suceder al presidente Enrique Peña Nieto, un militante del Partido Revolucionario Institucional.
Su gestión profundamente impopular, limitada a un solo periodo de seis años, de conformidad con las leyes mexicanas, está pesando mucho en el intento del Partido por conservar tanto la gubernatura del Estado de México, como la presidencia.
Que el Partido Revolucionario Institucional esté luchando por su vida en el Estado de México es aún mas significativo porque Peña Nieto es originario de allí y fue su gobernador antes de ganar la presidencia.
Sin embargo, la corrupción desenfrenada, un débil crecimiento económico, el aumento en la violencia y la propia respuesta titubeante del gobierno a la agresiva posición del presidente Donald Trump hacia el país, han erosionado el apoyo al presidente mexicano y a su partido, lo que ha ayudado a que la oposición mejore sus posibilidades en las encuestas de opinión.
Al parecer, el mayor beneficiario ha sido el izquierdista Movimiento de Regeneración Nacional, o Morena, liderado por el agitador populista Andrés Manuel López Obrador. Ha intentado emplear un ánimo nacionalista hacia Trump, criticando el manejo que Peña Nieto ha hecho del presidente estadounidense y presentándose como un firme defensor de la soberanía mexicana.
López Obrador, de 63 años, es un puntero en las primeras encuestas para las elecciones presidenciales del año entrante y su impulso ha ayudado a promover a los candidatos de su partido en el ámbito regional.
En las campañas del Estado de México, en dos encuestas que se dieron a conocer el mes pasado, se muestra que la candidata de su partido, Delfina Gómez Alvarez, de 54 años, lleva una escaza delantera sobre Alfredo del Mazo Meza, de 41 años, el candidato del Partido Revolucionario Institucional.
Las elecciones son el 4 de junio. También se están realizando campañas electorales en los estados de Coahuila y Nayarit, pero lo que está en juego en el Estado de México – y el botín – es muchísimo más grande.
“Sería una pérdida muy, pero muy grande para el PRI”, notó José Merino, un analista político en la Ciudad de México. El efecto de una derrota en el intento del Partido por retener la presidencia podría ser profundo, señaló.
“No sería jaque mate, pero sí seria jaque”, comentó Merino.
El Estado de México rodea a la Ciudad de México y ha absorbido el asombroso crecimiento poblacional de la región en las últimas décadas. En cierto sentido, es un microcosmos del país, que plasma las contradicciones socioeconómicas extremas.
“Es un estado muy, pero muy diverso”, dijo Vidal Romero, el jefe del departamento de ciencia política en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. “Tiene lugares con muchísima riqueza – individuos, compañías, industrias – y tiene sitios con enorme pobreza”.
La población del estado es de 16 millones de habitantes, alrededor de 14 por ciento del total del país, y su economía va de las manufacturas al comercio y la agricultura, y su paisaje, de las montañas a las barriadas.
Como el país en su conjunto, el Estado de México también ha estado luchando con el aumento en la violencia y la corrupción incesantes, que los oponentes de Del Mazo han utilizado para aporrearlo a él y a su partido.
También lo han presentado como el epítome del privilegio político, una persona cuya victoria en las urnas solo perpetuaría el control dinástico y de compadrazgo de los cargos de mayor poder en el país. Además de ser hijo y nieto de dos ex gobernadores del Estado de México, Del Mazo es primo de Peña Nieto.
Para enfatizar el punto, Josefina Vázquez Mota, de 56 años, la candidata del conservador Partido Acción Nacional, se refiere regularmente a Del Mazo como “el primo del presidente”, en lugar de por su nombre.
“Hoy, a causa del PRI, debido a los excesos de las mismas familias de siempre, tenemos el primer lugar en inseguridad, en corrupción y también en feminicidios”, dijo Vázquez Mota durante un reciente debate televisado.
Si bien se percibe ampliamente a las elecciones como un referendo sobre el reciente desempeño del Partido Revolucionario Institucional, también es la mayor prueba, hasta ahora, de la viabilidad de Morena.
López Obrador, ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, dos veces candidato presidencial, se presenta como el nuevo líder de la izquierda política, y fundó a Morena en el 2014. Su mensaje populista se orienta contra la elite gobernante, así como contra la corrupción, la violencia y las desigualdad, rampantes en el país.
Si bien su partido no consiguió ganar una gubernatura en las elecciones del año pasado, su desempeño fue prominente en tres contiendas en las que participó y ganó escaños en el ámbito local. Una victoria en el Estado de México proporcionaría un acelerante enorme a las ambiciones nacionales del partido, dijeron analistas.
Su candidata, Gómez, fue directora de un escuela primaria grande, ingresó hace poco a la política, en el 2012, fue alcaldesa de su ciudad de origen y luego legisladora. La hija de un trabajador de la construcción, la han aceptado los electores que se identifican con sus orígenes humildes y ven en su relativa inexperiencia política, una ventaja.
“Su imagen es impecable para sus seguidores: una mujer de un barrio de la clase trabajadora”, comentó Fernando Dworak, un analista político en la Ciudad de México.
Sin embargo, López Obrador se yergue sobre su candidatura como un titiritero.
Ocasionalmente, se ha unido a Gómez en el recorrido de su campaña electoral, y la disparidad en el atractivo y la fama es evidente de inmediato: las ovaciones que le hacen a él son más fuertes, las multitudes que lo rodean son más apasionadas. A él lo reciben con gritos de : “¡Presidente! ¡Presidente! ¡Presidente!”.
Explícitamente, López Obrador ha ligado la campaña electoral en el Estado de México con la suya por la presidencia.
Al hablar en una mitin de la campaña de Gómez en Cuautitlán, una pequeña ciudad en el norte de la capital, López Obrador dijo que una victoria en el Estado de México sería “un eslabón en la cadena que se está armando para sacar a México del retraso, para sacar a la gente de la pobreza”.
Sin embargo, el periódico “El Universal” publicó dos videos a finales de abril, en los que supuestamente se muestra a una candidata de Morena a una presidencia municipal en el estado de Veracruz, aceptando pilas de dinero en efectivo a nombre de la campaña de López Obrador, en violación a la ley electoral. La candidata retiró de inmediato su candidatura y él dijo que el incidente había sido una trampa para desacreditarlo a él y a su partido.
La dependencia federal que examina la conducta en las campañas ha estado respondiendo veintenas de alegatos de incorrecciones. Los funcionarios han abierto 164 investigaciones desde el 15 de abril, casi el doble de la cantidad de casos en el mismo periodo de la campaña para gobernador en el 2011.
Los partidos de oposición han acusado al gobierno de Peña Nieto de interferir en la campaña electoral, incluido el desplazamiento de miembros del gabinete en más de 100 visitas al estado en los últimos meses – más de las usuales, dicen – para promover diversos proyectos y beneficios gubernamentales. La dirigencia del Partido Revolucionario Institucional ha negado las acusaciones de infracciones y ha dicho que todas las visitas fueron legales y una parte de los esfuerzos del gobierno por brindar servicios públicos.
Una tarde reciente, mientras se realizaban actos de las tres campañas más prominentes en el municipio de Naucalpan, en el límite noroccidental de la Ciudad de México, fue particularmente evidente la maquinaria electoral del Partido Revolucionario Institucional.
Temprano por la tarde, varios cientos de personas se presentaron en un barrio de clase trabajadora para ver a Gómez y a López Obrador hablar desde un escenario en una carpa que se había colocado entre algunos edificios y un canal de desagüe lleno de basura. La respuesta fue entusiasta, pero contenida.
Más tarde ese día, la caravana de Vázquez Mota, la candidata del partido conservador, llegó hasta otro barrio de clase trabajadora, donde varios cientos de personas se habían reunido bajo una tienda de campaña. En el escenario había una banda grande, un conjunto de percusiones, siete personas que caminaban en zancos, un luchador profesional con máscara y una bailarina de carnaval casi desnuda. No obstante, la mayor parte del público estaba callado, hasta somnoliento.
No obstante, el partido Revolucionario Institucional llevó su espectáculo a otro nivel. En un barrio de clase media, en mitad de un día laboral, varios miles de personas se reunieron bajo una carpa enorme que cubría más de la mitad de una cancha de futbol. La multitud era un mar de letreros de campaña, mantas y globos; muchos asistentes llevaban puestos los colores del partido o su parafernalia.
Media hora antes del acto, los gritos y la anticipación estridentes se podían oír a cuadras de distancias.
La llegada de Del Mazo se recibió con un estruendo sostenido y ensordecedor de la gente, y del redoble y estallido de dos conjuntos de percusiones. Alguien disparó una pistola que lanzó una enorme nube de confeti.
Aun cuando el candidato inició su discurso típico de campaña, ola tras ola de tamboreo y gritería caían sobre él durante varios minutos, obligándolo a hacer una pausa.
“¡Alfredo! ¡Alfredo! ¡Alfredo”!, retumbaba la multitud. “¡Vamos a ganar! ¡Vamos a ganar!”. Y, en ese momento, en ese lugar, no había nada que indicara que estaban equivocados.