“Sin los jóvenes no hay futuro”, resumió el padre José de la Luz López Pérez, mejor conocido como el padre ‘Lucho’, quien desde su trabajo en la Pastoral Juvenil busca atender a esta población que, en sus palabras, ha sido estigmatizada por los adultos, sin darse cuenta de que son el motor de la sociedad.
López Pérez es originario de León, nacido en el barrio de San Miguel uno de los más tradicionales, interesándose en ser religioso desde los 12 años y medio, ordenándose finalmente el 26 de diciembre de 1999, hace ya cerca de 18 años.
Las misas del padre Lucho son especiales, se escuchan las risas de los feligreses, quienes con atención y con mucho cariño, miran al sacerdote mientras les da consejos; él mismo dirige miradas especiales cuando habla de las luchas personales de cada uno de los que lo escucha, conoce sus historias.
“Los jóvenes tienen el potencial, son los inventores, son los que ganan todos, nada más que nosotros a veces tenemos un poco de envidia (ríe), los jóvenes son los que hoy por hoy pueden cambiar al mundo”, comentó.
El padre Lucho es uno de los principales personajes de la diócesis de Irapuato, precursor e impulsor del Centro Juvenil Diocesano “Juan Pablo II”, ubicado en la colonia Primero de Mayo, siendo el primero en su tipo en toda la República Mexicana, edificado en 2006.
Para José de la Luz la población en la que se deben enfocar los esfuerzos de toda la sociedad, de instituciones de gobierno así como civiles, y en este caso, la Iglesia, son los jóvenes, por su capacidad de generar nuevos espacios, nuevas ideas, empresas e incluso cambios sociales.
“Lo más difícil a lo largo de mi vida no han sido los jóvenes, sino los adultos, por el concepto que tienen de los jóvenes, la gran dificultad que tienen es cómo nosotros los vemos, los adultos los han estigmatizado”, opinó.
El padre Lucho señaló que sus mentores, por su interés, trabajo y percepción de los jóvenes han sido el Papa Juan Pablo II y el Papa Francisco, quienes le influyeron para poder seguir en su trabajo con esta población.
López Pérez señaló que la creación del Centro Juvenil no sólo pretendía tener un espacio para reunión de los jóvenes de la diócesis, sino para atender problemáticas sociales tan fuertes como es la drogadicción entre la población de adolescentes.
“Muchos de los problemas que viven los jóvenes es porque los adultos dejamos de hacer algo, alguien me decía ‘los jóvenes están perdiendo los valores’, yo le dije, que los jóvenes no pueden perder algo que no tenían, que no les enseñaron, muchos adultos dejamos que los jóvenes no tuvieran un acercamiento a esos valores”, opinó.
El padre Lucho llegó por primera vez a Irapuato a la parroquia del Puente de Guadalupe, para después de unos años fuera de la ciudad, regresar a la parroquia del Centro, ahora la Catedral, siendo el municipio donde inició su mayor sueño, concretar el trabajo con los jóvenes.
“Trabajé desde 1992 con los jóvenes, antes ya había pertenecido a grupos juveniles, cuando estuve en Irapuato hice una elección preferencial y definitiva, que toda mi vida iba a intentar hacer un trabajo especial con los jóvenes, sin descuidar todo lo demás que me toca hacer”, finalizó.