A través de la historia de una adolescente y su perro fiel, Sara Pinet y Raúl Villegas conmovieron hasta las lágrimas a cientos de leoneses, en el Teatro Estudio del Teatro del Bicentenario.
A la entrada de la sala, los actores ya permanecían sentados en un par de tarimas y dos músicos en cada extremo del escenario, iluminados por una luz incandescente, tocaron leves acordes que dieron toques de melancolía e inocencia al ambiente.
Luego de tres llamadas, la música cesó y Totó, encarnado por Raúl Villegas, un perro corriente y sucio de color café, que tenía en su pata delantera derecha un moño que cubría la herida de su pata cortada, comenzó a contar su historia.
La luz del reflector iluminó al can, quien con semblante desconcertado recordó sus andanzas con su ama Nata, quien lo solía llevar al parque que se encuentra cruzando la calle del departamento donde vivía.
Nata, una adolescente interpretada por Sara Pinet, tomó la palabra y compartió su historia. A los 9 años su madre murió y tras una promesa con su padre de volverse inmortal, éste falleció un par de años más tarde, por lo que Totó fue lo único que le quedó.
Por miedo a perderlo, la chica cuenta con resentimiento a sí misma, que un día abandonó a su mascota en un parque lejano a su departamento, ante el temor de no volver a sufrir la pérdida de un ser querido.
Así poco a poco, los actores intercalan versos y cuentan la historia escrita por Sara Pinet y Alejandro Ricaño.
Tras esperar en el frío y la oscuridad de la noche, Totó decide ir en busca de su dueña, así que emprende un viaje, el cual no comienza nada bien, pues en cuanto pone una pata en la carretera, el can es atropellado.
Pese a que un hombre lo lleva al veterinario para ser curado, vuelve a la calle por “falta de espacio” en la casa de su rescatista.
Hambriento, sediento y cansado, el can se refugia en un callejón y cuenta en un monólogo, que se topa con un perro callejero, quien le dice que gracias a su pata faltante es presa fácil y será sacrificado.
Lleno de miedo corre a buscar a su dueña, pero en el camino oye los ladridos felices de perros que juegan contentos con sus amos en un parque.
Afortunado de encontrar gente que se compadecerá de él, visualiza el panorama y se percata de que al fondo del parque hay un par de platos de comida y agua que asemejan a los de él.
Luego de acabarse el contenido de ambos platos, se percata de que todos lo miran con miedo.
Sin darse cuenta un señor le echó un lazo al cuello, arrastrándolo hasta su camioneta y lo conduce a la perrera donde ‘no le hará daño a nadie’.
Después de días sin sentir nada más que dolor, Nata asiste a la escuela; unos brabucones molestan a una pobre chica.
Entre las burlas, los jovencitos hacen un chiste que dobla de risa a Nata, lo que provocó que la chica enfurecida le lanzara un puñetazo a Nata.
Tendida en el suelo y ensangrentada, Nata se da cuenta de que ha cometido un error al abandonar a Totó y conduce hasta el parque donde lo dejó, pero no lo encontró.
Mientras tanto el can, triste por no volver a sentir los dedos de Nata acariciarle su cabeza, acepta su destino y los trabajadores del lugar se disponen a sacrificarlo.
Le colocan una esponja húmeda en la boca, seguida de unos fierros y abatido por la tristeza y el miedo, Totó cierra los ojos, pero la luz del lugar se va y tiene unos minutos más para salvar su vida.
Desesperada la adolescente busca a su mascota y conduce hasta la perrera, cuando de pronto una mancha café que se atraviesa en medio de la calle. Al frenar de golpe la chica se percata de que los faros del coche iluminan a su perro.
Lleno de pánico el can permanece en medio de la carretera. Nata, al igual que el público, con lágrimas en los ojos, se acerca arrepentida a Totó y le pide perdón, este la recibe con alegría y besos.
Juntos de nuevo, Nata y Totó vuelven a su apartamento.
Iluminada por una luz tenue, la chica comparte con el público una reflexión sobre la importancia y cuidado de su mascota y acepta la pérdida de sus seres queridos y decide salir adelante con “lo que queda de nosotros”.
Conmovidos por la puesta en escena y con sentimientos a flor de piel, los asistentes ovacionaron por varios minutos a los actores.
Conmueve historia de ‘un amigo’ fiel
“Lo que queda de nosotros” hace reflexionar al público leonés sobre los vínculos afectivos y cuidados que requiere una mascota