Noemí Romero lleva a su casa por lo menos 1,900 pesos a la semana que consigue con trabajos de costura y limpieza de hogares. Vive en Chimalhuacán, en el Estado de México, y se ha acostumbrado a la desigualdad e inseguridad para su género en esta región del centro de México. Hace tres años un desconocido intentó secuestrarla. Cuando caminaba hacia su casa, un hombre a bordo de un coche la jaló para obligarla a subir. Noemí, de 33 años, se aferró a un árbol y en el incidente solo perdió su bolso con el ingreso semanal. Nunca denunció.

“¿Para qué? A la mujeres las violan y ni les creen. La policía nada más nos humilla”, dice. +

Las campañas electorales en el Estado de México han estado plagadas de guiños hacia las mujeres —el 52% de la población del Estado— y la propuesta del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para pagar a mujeres que se quedan en casa ha sido la estrella de la temporada.

El PRI lo ha llamado el salario rosa: una remuneración para “reconocer el trabajo de las amas de casa”. Noemí escuchó por primera vez sobre esta propuesta de voz de su madre, María Gutiérrez, porque unos vecinos le hablaron de esta promesa de oro.

“Me dijeron que a todas las mujeres de la casa nos iban a dar una tarjeta, que teníamos que ir a llenar un formulario y con eso nos las entregaban”, cuenta María, de 59 años.

Son cinco mujeres en casa y salvo la hija de Noemí, de 7 años, todas podrían ser candidatas para recibir la subvención. Pero la propuesta trajo más dudas que respuestas. Madre e hija dijeron que no.

El candidato del PRI al gobierno del Estado de México, Alfredo del Mazo, ha hecho del salario rosa una de sus bazas para conseguir el voto femenino. Del Mazo ha recorrido ciudades de la región garantizando que las “amas de casa” recibirán este incentivo cuando él llegue a la gubernatura. La propuesta es simple: 110 dólares bimestrales para 500.000 mujeres que vivan en la pobreza.

“Es para las mujeres que se quedan en su casa cuidando niños, haciendo de comer, haciendo la limpieza. Es una chamba que merece un reconocimiento. Tiene mucho significado para el hogar y permite que el hombre tenga la oportunidad para salir a trabajar para generar un ingreso para su familia”, explica César Castillejos, portavoz de la campaña de Del Mazo. Castillejos reconoce que el partido no ha hecho un estudio para determinar quienes serán las mujeres beneficiadas y que las arcas públicas necesitarán de una reingeniería financiera para conseguir los recursos para el programa.

Una tarjeta rosa ya circula entre las mujeres del Estado de México. Un trozo de cartulina rosada con la promesa de campaña impresa es uno de los objetos publicitarios de la campaña de Del Mazo. Noemí la ha visto en rosa, pero también en verde hace seis años. El entonces candidato del PRI Eruviel Ávila garantizó ayudas en la compra de medicamentos a cambio del voto. Nada de eso fue cierto, pero Ávila se erigió como gobernador.

“Cuando ganó Eruviel nos dieron una tarjeta verde, que dizque nos iban a dar descuentos. Mi mamá y yo fuimos a una farmacia y se rieron de nosotras. ‘¿Cómo les creen?’ Nos dijo el de la caja. Queríamos que nos tragara la tierra de la vergüenza. Esto del salario rosa, es lo mismo que la tarjeta verde, es lo mismo, solo le cambiaron el color”., relató

En Chimalhuacán el PRI nunca ha perdido unas elecciones. En los autobuses y en las vallas publicitarias aparece el candidato de la cabellera platinada rodeado de mujeres encantadas de posar a su lado. La publicidad es breve y está edulcorada con detalles en rosa. La idea atrae lo suficiente como para que Juan Zepeda, el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) sugiera una iniciativa similar: niñera familiar, casi 2,000 pesos para el familiar que cuide de los hijos de las madres trabajadoras.

La propuesta del salario rosa, sin embargo, ha abierto el debate sobre si esta remuneración perpetúa estereotipos sobre los roles de género. A esta polémica se suma la capacidad económica real del gobierno para costear la subvención y los intereses políticos-electorales detrás de una medida, a la vista, muy popular.

Del programa de campaña a la realidad

En 2015, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) estimó el valor económico de las labores domésticas en un 24,2% del Producto Interno Bruto (PIB). Una cifra que representa un mayor valor que el de actividades económicas como la manufactura, el comercio y los servicios inmobiliarios. De todas las actividades en los hogares —que van desde la limpieza, la alimentación y la administración— el 74% es generado por mujeres. Si trabajar en el hogar fuese remunerado, concluye el estudio, una persona tendría que recibir 2,650 dólares al año, es decir, 220 dólares al mes, cuatro veces más que lo propuesto por Del Mazo.

“Los recursos propios del Estado de México difícilmente van a poder financiar un programa como este”, señala el economista Samuel García. Una entidad mexicana recauda en solitario un promedio de entre el 15% y el 20% de sus recursos, la mayoría de sus gastos se obtienen de los recursos de la Federación.

“Lo que van a repartir como salario rosa no es nada más lo que pagan de impuestos los mexiquenses, sino lo que pagan todos los ciudadanos del país”, defiende. García echa de menos que en los programas electorales de los candidatos no existan propuestas para políticas públicas que incentiven el trabajo tanto para hombres como para mujeres.

Las Romero Gutiérrez echan a volar la imaginación sobre lo que un dinero extra les permitiría hacer.

“Yo invertiría en material y telas, y una nueva máquina de coser para ya no tener que usar la de mi hermana”, dice Noemí.

“Eso es lo que debería hacer el gobierno, invertir en nuestras microempresas, no nada más dar dinero por estar ahí sin hacer nada”, remata su madre María. El debate sobre el rol de las mujeres dentro y fuera del hogar está servido con una propuesta que, de entrada, sugiere perpetuar el papel de la mujer como encargada de las tareas domésticas. “Estos programas están dirigidos a las mujeres, pero como una figura materna o reproductora, no desde una perspectiva que busque fomentar la igualdad en las relaciones de familia”, evalúa Christian Mendoza, investigadora del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir.

Mendoza apunta que si el salario rosa fuese una política pública con múltiples dimensiones consideraría la importancia de la conciliación entre las tareas del hogar y otras actividades o empleos.

“En vez de promover la participación de las mujeres en los espacios públicos, las restringen, pues las mantienen en un espacio privado. Una retribución por realizar labores domésticas las mantiene dentro de su hogar. Tampoco permite que el trabajo se reparta entre las parejas o entre el resto de los miembros de la familia”, mencionó.

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