El presidente de China advirtió el sábado que cualquier actividad en Hong Kong, Xi Jinping, que sea considerada una amenaza para la soberanía y la estabilidad de China será “absolutamente inadmisible”. En un firme desafío a sus palabras, cerca de 60, 000 personas se lanzaron por el centro de la ciudad para participar en la manifestación anual del 1 de julio, el aniversario de la vuelta de la ex colonia a la soberanía china hace 20 años.
El objetivo fue reclamar más democracia y la puesta en libertad del disidente Liu Xiaobo, el premio Nobel de la Paz condenado a once años de cárcel y hospitalizado esta semana fuera de la cárcel por cáncer terminal.
“Promesas falsas y una muerte lenta, 20 años de devolución”, se leía en un cartel. “Primero asesinan a Liu Xiaobo, después matarán a Hong Kong”, rezaba otro. Más allá, una pareja repartía pegatinas reclamando la vuelta de Hong Kong a la soberanía británica.Los jóvenes del partido prodemocracia Demosisto instaban a resistir contra las presiones de China. Todos tenían una causa común, expresar su descontento contra Pekín y el gobierno autónomo hongkonés.
Este año, la visita de Xi Jinping para conmemorar el 20 aniversario de la devolución fue una de las grandes motivaciones para que la gente saliera a la calle.
China, aseguran, trata de limitar cada vez más las libertades incluidas en el principio “un país, dos sistemas”, por el que Pekín se compromete a respetar “al menos” hasta 2047 privilegios como la separación de poderes o la libertad de prensa en el enclave. Temen que Hong Kong acabe siendo engullida por la gigantesca “madre patria” y se convierta en una ciudad china más.
“No queremos ser parte de China. Hemos pasado de ser una colonia británica a ser una colonia de Pekín, y Pekín está haciendo lo que puede para recortar nuestras libertades, explicó Alex Man, un ingeniero de software.
La protesta de ayer era el último acto de desafío que intentaban los hongkoneses en torno a la visita de tres días de Xi Jinping para conmemorar el aniversario. Durante la estancia del presidente abundaron los episodios de protesta. Varios activistas fueron detenidos en dos ocasiones.
La propia ceremonia de investidura se desarrolló íntegramente en mandarín, el idioma oficial de China, sin espacio para el cantonés, la lengua hablada en Hong Kong.