El pasado mes de julio, en plena ola de calor en el Reino Unido (con temperaturas rozando los 35ºC, las más altas en ese país en los últimos 40 años), un jardinero de 20 años de Edimburgo, Escocia, sufrió quemaduras de segundo grado en la piel tras pasar siete horas trabajando a pleno sol y sin protección solar, según relató la BBC.

No es broma, y lo sabemos desde hace mucho tiempo: protegernos de los rayos ultravioletas solares es imprescindible para evitar quemaduras y riesgos importantes para la salud, como es el caso del cáncer de piel, además de otros perjuicios, como arrugas prematuras o manchas pigmentarias. 

Untarnos con crema protectora solar es, pues, una acción que debemos interiorizar como cotidiana, no solo cuando vamos a la playa sino en toda circunstancia en la que cualquier parte de nuestro cuerpo quede expuesta a las inclemencias del astro rey.

¿Qué provoca un exceso de sol en la piel?

Según explica Kerry Hanson, química e investigadora de la Universidad de California en Riverside, EU, la exposición al sol hace que las células, tras absorber los rayos UV, entren en un estado de excitación y se carguen de una energía extra que deberán liberar, un proceso que tendrá consecuencias biológicas. Algunas buenas, como las que detonan un efecto antioxidante natural en la piel que desactiva moléculas del oxígeno especialmente reactivas y destructivas así como los radicales libres.

Por otro lado están las generadoras de una producción extra de melanina, el pigmento que genera el bronceado, que en sí mismo es una barrera protectora ante la UV. Pero en exceso, esos mismos rayos UV -que se suelen clasificar en dos categorías según su longitud de onda, UVA y UVB- pueden causar daño celular y estrés oxidativo dentro de la piel.

“Sabemos que los rayos UVA penetran más profundamente en la piel que los UVB, destruyendo el colágeno. A medida que este se degrada, nuestra piel pierde su elasticidad y suavidad, provocando arrugas. Los UVA son responsables de los signos visibles de envejecimiento, mientras que los UVB se consideran la fuente principal de las quemaduras solares. Piense en ‘A’ para el envejecimiento y en ‘B’ para quemadura”, añade Hanson. A mayor exposición, los UV pueden llegar al ADN y provocar mutaciones que podrían derivar en cáncer de piel.

Y ¿cómo nos cuida?

Los filtros solares están hechos con moléculas diseñadas para que la cantidad de rayos UV que penetre en la piel sea la mínima posible. Una película de estas moléculas forma dos tipos de barreras protectoras. Las que absorben la radiación —con filtros químicos— y las que actúan como bloqueadores físicos y reflejan esos fotones de UV antes de que puedan ser absorbidos por nuestro ADN y por otras moléculas reactivas más profundas en la piel.

“Son eficaces pero solo si se aplican correctamente”, dice Hanson. Cabe recalcar, añade, que la mayoría de personas no lo hace bien, pues solo se ponen la mitad o incluso un cuarto de la cantidad de crema recomendada. Se debería aplicar, señala, algo así como un vasito de chupito lleno de crema para el cuerpo de un adulto, y un acúmulo del tamaño de una moneda para el cuello y la cara.

Otra cosa importante es comprender bien el significado del etiquetado, sobre todo en lo que concierne al factor de protección solar (FPS). Ese número, hay que tenerlo claro, no indica que la crema en cuestión proteja con menor o mayor potencia. 

Lo que determina es el periodo durante el cual proporciona protección y hay que multiplicarlo por el tiempo que tarda nuestra piel en quemarse. Si contamos que, de media, ese lapso es de 10 minutos, entonces, una crema de FPS 30 nos protegería a lo largo de 300 minutos, es decir 5 horas, una media aproximada que siempre hay que estimar a la baja porque hay múltiples factores que disminuyen su efectividad. 

Además, añade la especialista, la eficacia de la pantalla protectora disminuye si sudamos o nos bañamos. Para ello hoy en día las etiquetas señalan si la crema es “resistente al agua” o “muy resistente al agua”, lo que conlleva una efectividad de 40 y 80 minutos respectivamente si estamos en remojo. Al salir, hay que darse crema de nuevo. 

La eficacia de la crema, más allá de la lógica de una buena aplicación, se consigue combinando varios filtros de UV en la misma formulación, la cual será testada por los estándares de seguridad del país (o confederación de países en el caso de la UE) donde se fabrique.

En caso de quemaduras…

Las recomendaciones de la fundación británica para la piel en caso de quemaduras debidas al sol:

1. Aliviar el dolor: Los analgésicos pueden ayudar contra el dolor y reducir la inflamación causada por quemaduras solares.

 

2. Enfriar la piel: Aplique una compresa fría a la piel, por ejemplo una toalla humedecida con agua fría durante 15 minutos, o tome un baño frío o ducha.

 

3. Aplicarse crema hidratante: Después de un baño o ducha, use una crema o loción sin perfume para calmar la piel. Los geles con aloe vera o soja pueden ser beneficiosos para este fin. 

 

4. Beber agua: Las quemaduras de sol pueden estimular la pérdida de líquidos a través de la piel. Beber mucha agua evitará la deshidratación y ayudará a su cuerpo a recuperarse.

 

5. Usar una crema suave con esteroides: El uso de una crema con esteroides débil, como 0,5-1% de hidrocortisona durante 48 horas, puede disminuir el dolor y la hinchazón.

 

6. Dejar que sus ampollas sigan su curso: Trate de no reventarse ampollas ya que esto puede provocar una infección y generar cicatrices.

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