B. El místico

Da vueltas por la plaza central. Intenta abrazar a la gente. Creo que yo y unos pocos más aceptamos sus abrazos. La mayoría lo rechaza con gestos de desagrado. Aunque él no parece tomárselo muy personal. Da media vuelta y sonríe.

   Dice ser de la India. Dice llamarse Darsham Bakhti, o algo así.  Viene todos los días y pone sobre mi mesa de artesanía diversos objetos. Acto seguido mira fijamente el objeto en cuestión, luego pone los ojos en blanco, murmura un rezo o una letanía ininteligible, añade que todo eso que hace es para la buena suerte, para mi buena suerte (eso es lo poco que alcanzo a comprender), y finalmente suelta una sonora carcajada y me abraza. Cada día coloca una cosa distinta: un chocolatín, frituras de maíz, un quetzal,  una tela, un fierro oxidado, un paquete de maní. No sé de dónde saca dinero o si roba los obsequios. A veces llega con un costal lleno de cosas que, dice, provienen de la India.

   Ayer llegó con un saco lleno de telas y de entre ellas sacó un libro: Bhagavad Gita. Me lo entregó en silencio y se fue.

 

Huehuetenango, enero 2016.

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