“Los recuerdos comunes son a veces los más pacificadores”.

Marcel Proust

Tres

La mayoría de los habitantes de Ciudad Juárez, Chihuahua nacieron en otra ciudad, esta improvisada frontera está habitada en su mayoría de migrantes que vinieron desde otras latitudes geográficas en busca de trabajo, se establecieron en la ciudad, encontraron cierta estabilidad económica y un espacio amplio para construir su propia casa, conseguir un automóvil, electrodomésticos, televisión y tecnología que comercia el vecino norte, Estados Unidos. Mis padres llegaron a Ciudad Juárez, debido a que era una plaza laboral atractiva, el sueldo que se ofrecía era más redituable que el de cualquier otro municipio o capital del norte, centro o sur del país, ese era un motivo sumamente atractivo para aquellas familias que quisieran probar suerte en una ciudad que requería mano de obra, médicos, ingenieros y trabajadores calificados en busca de posibilidades de crecimiento económico, en una ciudad fronteriza carente de tradiciones culturales o históricas tan arraigadas como las del centro o sur del territorio mexicano.

 

Ciudad Juárez fue ampliamente conocida a principios del siglo XX por ser una ciudad fronteriza nocturna y glamurosa, llena de centros nocturnos, prostíbulos, cantinas, cines antiguos y diversión pasajera. Durante la primera y segunda guerra mundial muchos militares estadounidenses cruzaban el puente internacional que divide el Paso Texas con Ciudad Juárez en busca de diversión nocturna, despilfarraban los dólares y se les trataba a cuerpo de rey. El Paso Texas aún mantiene uno de sus principales campos de concentración militar llamado Fort Bliss, uno de los campos militares más importantes de los Estados Unidos, y al parecer el más extenso territorialmente.

 

La trama y tensión que existe entre Ciudad Juárez y el Paso Texas es una constante. Muchos habitantes de ciudad Juárez cruzan diariamente a el Paso Texas, las familias acomodadas que amasaron grandes fortunas en Ciudad Juárez, muchos de ellos viven en el Paso Texas. Durante mi infancia mantengo vagos y difusos recuerdos de cuando me llevaban todos los fines de semana al Paso Texas; cruzar el puente internacional y estar en la línea durante una hora, dos horas o si tienes algo de suerte, unos cuantos minutos. Ir a los grandes almacenes a comprar ropa, alimentos y demás utensilios domésticos. El Paso significaba para mi ir de compras con la familia; sin embargo, alcanzaba a percibir que el lenguaje cambiaba, el paisaje era otro, las calles, el color de piel de los habitantes, los automóviles, el olor de los centros comerciales.

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