La educación es una institución social que, en su mejor expresión, aspira a lograr que sus beneficiarios alcancen altos niveles de desarrollo en cualquiera de las diversas áreas que componen la personalidad, ya sea el sentimiento, el comportamiento o el pensamiento. Además busca que quienes son educados, desarrollen estas tres áreas de manera armónica, para que no ocurra que unas se desarrollen de más (hipertrofia) y otras de menos (atrofia). En el caso del pensamiento, la educación debería buscar que se piense más y mejor, y esta meta se perseguiría no sólo por formar parte de una expectativa superior, sino para contrarrestar la perniciosa influencia que los medios masivos de comunicación tienen en la deformación y achatamiento del pensamiento de mucha gente. Y es que los programas promedio de la televisión y de un gran número de películas, se caracterizan por presentar una saturada carga de contenidos simplistas, , estereotipados y promotores de impresiones superficiales y subliminales (irreflexivas) que embrutecen y fomentan pensamientos reactivos y reacciones reflejas que poco o ningún provecho le dejan al martirizado cerebro de quienes los consumen. Pero no es sólo la televisión la única culpable, sino, ¡qué paradoja!, la escuela misma que, en lugar de tutelar y fomentar un pensamiento robusto, reflexivo y crítico, por el contrario, abate y rebaja la cantidad y la calidad de los pensamientos de los alumnos, al obligar a que estos intenten digerir, tarea imposible, un exceso de información fragmentada y poco relevante, que uniforma y homogeneiza lo que piensan para que sea igual a lo que piensa el maestro o los libros y autores que, a manera de comida corrida de adoctrinamiento, les son recetados a esos mártires de los planes de estudio de la mayoría de las escuelas.
Ante tan triste y desolador panorama ¿qué se puede hacer para recuperar el pensamiento creativo y flexible que tienen los niños antes de que se los degrade o extermine la escuela y la televisión?. Bueno, hay por lo menos tres grandes remedios: el conocimiento científico, el disfrute estético y la buena conversación. ¿Cómo curan de la enfermedad del pensamiento superficial estos remedios? El conocimiento científico proporciona información comprobada y conceptos precisos que son herramientas muy útiles para la experiencia de pensar con profundidad y para tener un modelo de lo que es un pensamiento de altos vuelos que es posible lograr. El disfrute artístico permite acceder y paladear los múltiples sentidos diferentes que tiene el quehacer y el ser humanos, tanto en el mundo material como en el mundo de la imaginación creativa, lo cual lleva a pensar hondamente y con placer estético hasta lo más ordinario representado en obras cinematográficas, pictóricas, literarias, dancísticas, humorísticas, y muchas otras formas creativas. La buena conversación favorece nuestro pensamiento empático (pensar desde la perspectiva desde la cual otros piensan), reduciendo el efecto negativo de los puntos ciegos de nuestro pensamiento egocéntrico, permitiéndonos ver cosas o aspectos de ellas que se nos habían escapado, o a las que no les habíamos dado su justo valor. ¿Cómo podemos empezar a reeducar nuestro pensar con la ciencia, el arte y la conversación? Básicamente, aprovechando el acceso a internet, a bibliotecas, a presentaciones artísticas, y a las redes presenciales y virtuales (ya que todos tenemos a alguien que sabe algo o mucho de ciencia o del disfrute artístico o conversa bien. Y todo eso es una tarea educativa, y autoeducativa, que debemos promover dentro y fuera de las escuelas.
* Profesor-investigador de
UPN Guanajuato