Una de las funciones menos ventiladas de la educación es la de desaprender aquello que impide que nos desarrollemos mejor. Deseducarnos de lo que nos obstruye es eliminar lo malo, mucho, que nos enseñaron en la escuela, y los malos contenidos que nos transmiten los medios masivos, principalmente la televisión. Si pensamos en cómo ha sido influida, si no es que moldeada, nuestra sensibilidad por la programación televisiva y el cine comercial, veremos que, en mayor o menor medida, nos han hecho cursis. ¿Qué es ser cursi? Es el dejarnos enternecer a cualquier precio y adoptar actitudes sentimentales de aparente emoción frente a hechos o situaciones que no ameritan tal intensidad afectiva. Es tener y hasta enorgullecerse de tener mal gusto. Es dramatizar, y todo aquello que dramatiza exageradamente las emociones íntimas y cubrirlas de disfrazada exquisitez. Lo cursi es lo pretencioso, lo pedante, lo pseudoartístico. Es el uso metódico de diminutivos lambiscones como “patroncito”, “chatita”, “señito”, y muchos más. Y es que la televisión y el cine comercial fomenta a gran escala la superficialidad, la sensiblería y el sentimentalismo llorón, so pretexto de promover el entretenimiento colectivo, cuando en realidad, lucran a costa de la confusión y el envilecimiento del gusto colectivo. Ahora bien, si a los machacantes contenidos cursis que propagan los medios masivos de comunicación le añadimos la poca, débil o nula educación artística que brindan las escuelas, entonces veremos que se completa un trágico cuadro de apocalipsis de las sensibilidades. ¿Por qué nos hacen cursis? Porque entre más superficial y reactiva sea nuestra sensibilidad, más fácilmente seremos seducidos por los mensajes publicitarios que nos inducen a comprar compulsivamente, y por los mensajes de la propaganda política, que nos conducirán a votar impulsivamente. ¿Qué podemos hacer para descursizarnos? Podemos disminuir nuestro consumo de cursilerías televisivas y fílmicas, y aumentar nuestro consumo de mejores programas de televisión y mejores películas. Un maravilloso y relativamente accesible recurso autodidáctico es el de ver videos de canto, danza, teatro, conciertos y otras manifestaciones artísticas que se encuentran disponibles en sitios de internet como Youtube. También podemos entrar en internet a sitios de museos y admirar las grandes pinturas de todos los tiempos. Otra opción accesible es la de leer poesía, novela, cuento o teatro, ya sea en internet o en ediciones baratas o usadas de los grandes maestros de la literatura. Por otra parte, para quienes no tienen desarrolladas las actitudes emprendedoras y las habilidades autodidactas, existe el recurso de solicitar el consejo y la orientación de quienes tienen un mejor gusto que uno, para que nos recomiende alguna obra artística que nos permita ingresar a niveles mejores de consumo estético y, por consecuencia, disuelva parte de nuestro mal gusto. Descursizarse es, entonces, sensibilizarse a productos culturales de mayor calidad estética, algo que estaremos seguros de estar logrando cuando advirtamos que, al oír una pieza musical, o al ver una obra de teatro, o una pieza de danza, o una pintura, o una película, cualquiera de ellas nos haya conmovido, nos haya puesto a pensar y nos haya inspirado sentimientos hondos y auténticos y reflexiones profundas. Cualquiera puede distinguir sus experiencias estéticas más elevadas, de las experiencias estéticas ordinarias, y cuando se dé esa exitosa probadita de arte excelso, habremos tenido la experiencia de lo que debiera ser parte de nuestra dieta diaria, o al menos semanal, de consumo de cultura valiosa, con el resultado adicional de haber sustituido parte de nuestro gusto cursi, por algo de buen gusto. No olvidemos que la educación artística, la educación de nuestro gusto, se parece mucho a la educación del paladar de los bebés y de los niños pequeños: entre más cosas se prueben, más cosas les van a gustar. Podemos concluir diciendo que descursizarse es buengustizarse: entre mejores sean las dietas estéticas que tengamos, menor será la atracción que tengan los contenidos cursis para nuestra sensibilidad.
Lo que importa (Opinión)
Descursizarnos es educarnos