Teoría de la producción del espacio, y no de tal o cual cosa en
el espacio…Esta búsqueda o investigación sobre el espacio
data de mi infancia.
Henri Lefebvre
Seis
La ciudad y sus personajes pueden empezar a ser una especie de ficción en la que uno habita, imagina, recrea y vive. Quienes intentamos renovarnos constantemente de la ciudad en la que experimentamos nuestra infancia, adolescencia, juventud o vejez; llevamos a cabo un viaje a través de los recuerdos, la memoria de los paisajes, rostros, diálogos, lugares, personas y anécdotas que quedan girando en el ambiente. Ciudad Juárez, Chihuahua es la ciudad en donde experimenté mi infancia, es donde mis padres decidieron por motivos laborales y familiares irse a vivir con tres niños a cuestas, entre uno de esos infantes estaba yo, el más pequeño de los 3. Lo que mi madre me explica es que llegaron a esta ciudad en 1983, como muchas otras familias que empezaban a emigrar de su ciudad natal, en busca de una estabilidad económica, debido a que el sueldo que percibían la mayoría de los trabajadores en la frontera norte era un poco más atractivo que en la mayoría de las ciudades de todo México, aparte, en los 80s no estaba tan poblada la ciudad, se podía encontrar un buen terreno y empezar a construir una casa, conseguir un automóvil, aparatos domésticos y utensilios para el hogar, al ser frontera con Estados Unidos, le daba un toque mágico, podías cruzar al Paso Texas y conseguir víveres, ropa de ‘marca’, juguetes de las Tortugas Ninja y tecnología de punta. Tenías la opción de ir a restaurantes chinos, Macdonald’s, geniales pizzerías con diversos juegos infantiles, mercados chicanos llamados la Pulga, en los que encuentras una inmensa diversidad de herramientas, artículos militares, ropa barata; la seducción que proyecta Estados Unidos es una constante en la psique de muchos mexicanos, y en nuestro caso, no era la excepción.
Como muchos niños de las generación de los 80s, arribé a la ciudad sin hacer conciencia de donde me encontraba, me dediqué a gozar de todas las tóxicas golosinas que ofrecía el mercado norteamericano, las gomitas las deseaba con fervor, guardaba los dulces cual ofrendas y los disfrutaba con devoción. Ahora que lo pienso, eran una especie de drogas, una iniciación hacia esos sabores artificiales que le hicieron mucho daño a mis muelas, tenía un apetito voraz o una adicción a esos golosinas artificiales que me hicieron pasar tortuosas visitas con el dentista, que si no hubiese sido por mis padres, sobre todo mi madre, mi dentadura hubiese sido similar a la de un piano viejo y desarticulado.
El fraccionamiento en el que azarosamente me tocó vivir se fue habitando de médicos, dentistas o enfermeros, los vecinos que estaba a la redonda de mi casa tenían ese oficio, mi padre en ese momento estaba iniciando su trabajo como médico familiar en el seguro social, dominaba la clase media. A un lado del fraccionamiento estaba los edificios del fovisste Chamizal, que arquitectónicamente están diseñados como los edificios de una ex unión soviética, habitados en su mayoría por los profesores de primaria y secundaria, con un perfil económico de clase media baja, o baja alta. Y enfrente se encontraba otro fraccionamiento de clase media o clase media alta, con un perfil de empresarios. En ese pequeño espacio que está a menos de un kilometro de los Estados Unidos, ya era un variado mosaico de habitantes que empezaban a arribar a la ciudad fronteriza, con un perfil muy mixto y complejo.
Continuará…