Lo que esperan los de arribota es que se le acaben los filos a nuestras palabras.
Herman Bellinghausen.

La ciudad tiene sus almacenes. Un delirio de animal carnívoro recorre cada uno  de sus pasillos, hace mucho tiempo que esto dejo de ser un rancho o pueblo y todavía se asoman algunos fragmentos del pasado sobre las avenidas de la ciudad. Terrenos baldíos abiertos, secos y fulgurantes se asoman en los diversos puntos secos que alberga la ciudad. Esta frontera entre inventada, real y fantasmagórica fue durante muchos años un área rural. En ciudad Juárez, Chihuahua, estuvo durante varios años una de las escuelas más importantes de agricultura, la Hermanos Escobar, donde acudían muchos estudiantes de diversos municipios a estudiar las ciencias de la tierra.
A inicios de 1994, en pleno auge del mezquino tratado de libre comercio, empezaba a echar andar las piezas de una de las maquinarias más destructivas del capitalismo salvaje, la visión y practica del enajenante neoliberalismo.  Aludo a mi difusa y borrosa memoria, el recuerdo de estar viendo por medio de la televisión la trasmisión de unos jóvenes rebeldes con petardos y molotov, cubiertos, la mitad del rostro con paliacates lanzando bombas, rompiendo ventanas y retando a los policías que intentaban entrar al interior de la Escuela de Agricultura, eso ocurrió en 1996. Nada extraño, la televisión los retrataba como prófugos, vándalos y rebeldes sin causa. Regreso a la fecha primordial del 1 de Enero de 1994, unos encapuchados rebeldes del sureste de México se hacían visibles en el panorama político cultural y como es usual la televisión oficial los retrataba como algo menor, un brote nimio de esos que están inconformes por el progreso, la democracia, las relaciones trilaterales con Canadá y Estados Unidos, países ejemplares de la Democracia Internacional y el Progreso mundial.
Cuando yo observaba esos fenómenos por la televisión, no tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando, tenía 13 años y mi mundo ya estaba mediado por la influencia directa de Estados Unidos, desde pequeño mis padres iban de compras al Paso, Texas, me habían alimentado con singular alegría de las hamburguesas, papas fritas, golosinas toxicas, pizzas y una diversa gama de productos chatarras, por supuesto, es importante comentarlo, mi madre nos alimentaba sanamente, pero mi instinto voraz me hacia buscar esas drogas norteamericanas.
Para decirlo sucintamente, la Escuela de Agricultura Hermanos Escobar la desaparecieron, actualmente es un parque, menos mal que no la convirtieron en una Iglesia Cristiana, Católica o en una Maquiladora. Está muy claro, el monstruo del Neo liberalismo se instaló, claro está, eliminando todo aquello que hiciera comunidad, aprendizaje de la tierra, lazos sociales, humanos, políticos y culturales.
A partir de 1994, muchas cosas, situaciones y relaciones han cambiado. Los abarrotes iban a quedar estampados en el recuerdo de los barrios y las relaciones sociales que generaban, los mercados de abasto como reliquias del pasado, las escuelas que enseñaban técnicas para conocer, querer y producir la tierra iban a quedar socavadas por intereses perversos. Eso sí, la proliferación de almacenes, maquiladoras, casinos, bancos financieros, centros comerciales, oxxos, extras y sucursales donde está presente la Bimbo, Coca cola, Pepsi, Carta blanca, Marínela etc… Proliferaban y siguen creciendo como un cáncer insaciable. Un delirio de animal anómalo recorre cada uno de sus pasillos.

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