Si pensamos en cual es una de las metas comunes a todos los hombres, muchos de nosotros no vacilaríamos en decir que es la de ser felices, por las rutas y con los recursos que cada quien considerase como indispensables para lograr tan cara aspiración. Siendo tan generalizada la alta estimación de este bien, extraña que la felicidad no forme parte de ningún ideario educativo contemporáneo, lo cual no deja de sorprender a quienes pensamos que la educación debe ser un medio para lograr los más elevados propósitos del ser humano. Vistas así las cosas, sería natural que todos pugnáramos por que la educación tuviese, junto con otros propósitos como el desarrollo humano y el aprendizaje de lo más útil para la vida, la meta de enseñar a ser felices. Ahora bien ¿qué tendría que enseñar la educación para propiciar la felicidad? Para contestar esta pregunta, debemos hablar de un pequeño país asiático, Bután, que tiene como política pública el monitorear y mejorar lo que ellos llaman Índice Nacional Bruto de Felicidad. Este programa de una Felicidad Nacional Bruta, semejante en cuanto a parámetros de producción al Producto Interno Bruto de la economía, tiene nueve áreas componentes, que son las siguientes: bienestar psicológico, que explora cómo la gente experimenta la calidad de sus vidas, lo cual incluye su satisfacción vital, las reacciones positivas y negativas a los eventos, y la espiritualidad; salud, que incluye las condiciones del cuerpo y la salud mental, así como el número de días sanos vividos durante el año; uso del tiempo, estimado básicamente por el tiempo pasado en actividades como trabajo, ocio, cuidados y sueño, y qué tanto se logra un balance vida – trabajo equilibrado; diversidad cultural y resiliencia, expresada en la variedad y la fuerza de las tradiciones, la participación cultural, los festivales y las artes creativas; vitalidad comunitaria, compuesta por las relaciones y las interacciones dentro de las comunidades y entre la familia y los amigos, así como el volumen de esfuerzos organizados de filantropía y voluntariado; buen gobierno, evalúa como la gente percibe las funciones gubernamentales y cómo califica el desempeño del servicio público, así como el nivel de participación de la gente en las elecciones; diversidad ecológica, estudia las percepciones y las evaluaciones de la gente acerca de las condiciones del medio ambiente urbano o rural de su vecindario; estándares de vida, referidos al nivel de confort material, tal como es medido por el ingreso, la seguridad financiera, la vivienda y las pertenencias principales. Junto con las ocho áreas anteriores del Índice Nacional Bruto de Felicidad de Bután, está el área educativa, que incluye la educación formal e informal, y la promoción de conocimientos, valores y habilidades entre la población. Es esta área educativa la que puede impactar transversalmente a las demás, en mayor o menor medida, como, por ejemplo, la educación para la salud a la salud, la educación ambiental a la diversidad ecológica, la educación cívica, a la vitalidad comunitaria, etc. Una última reflexión nos lleva a considerar la gran importancia que tendría para el desarrollo económico, político, y social de nuestro país que se adoptaran esas políticas públicas, y se impulsaran educativamente a través de educadores sociales que trabajaran la felicidad nacional.

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