Hay varias tradiciones con las que uno se ha formado y a las que suele acudir el que recuerda. Entonces, se detiene la memoria y posa la vista, para evocar buenos tiempos, algo en particular. Los buenos tiempos, la propensión a evocarlos, le suceden a cualquiera que llega a aprender a vivir como universitario en Guanajuato. La vida allí se transforma, suceden cosas, uno se hace adulto o se demerita en uno. 

Pero hay cosas que uno ve, más que cosas que sucedan. Hay detalles que uno persigue o a los que acude como espectador para aprender. La  ciudad es inolvidable. Lo es tanto porque es bella como, sobre todo, por lo que uno vive ahí, durante los años que la ha habitado, cuando la ha visitado tiempo después. 

Es un lugar al que uno le atribuye haber vivido por primera ocasión ciertas emociones que no sentirá en otros lados, un sitio donde se aprenden algunas tradiciones; y se acostumbra quien vive por acá a ir el viernes de Dolores a celebrar un aniversario de La Clave azul o a terminar la parranda en la Dama de las Camelias o a la apertura de la Presa cada junio. 

Hay unas tradiciones que tienen que ver con la universidad cuyo origen fue ocurrencia o gusto u obsesiones de alguien que las promovió y que luchó por imponerlas, e hizo bien en hacerlo. Esas costumbres se han convertido en instituciones o en algún momento lo serán, y es para celebrarse. Lo que sucede con esas inquietudes, aquellas cosquillas de otros, y que heredamos, es que nos forman. Hablo del Cineclub, por ejemplo, esa rutina de todo el tiempo saber que uno iba a ver el mundo gracias a una película cada semana, o un festival cada que los hay. Siempre en la Universidad ha habido a donde ir una tarde cualquiera y aprender mucho y pasarlo bien. 

Eso es obra de un hombre tocado por la magia de la pantalla y lo que en ella se proyecta. Yo pienso que esto de ser fanático del cine y de buscar ver películas y comentarlas siempre, muchos de nosotros, los que vivimos en Guanajuato alguna vez, se lo debemos al querido maestro Jorge Pantoja, una institución que, sin él saberlo, nos fue educando sentimentalmente con su cosquilleo por el cine y por la promoción de los filmes en la Universidad. 

Hay, ya lo dije, bellas y formativas experiencias que nos nutrieron como universitarios, y estas tardes de abril, luego de que Pantoja, el querido Jorge, nos ha dejado su legado como encargo, no está de más aparecer por ahí, por el Auditorio  Euquerio Guerrero y disfrutar de películas del Este, de la República Checa, en el marco del 6º. Festival de Cine Europeo, aquí, en Guanajuato. Y, de paso, ya que estamos en eso de hablar de cine, darnos una vuelta a la Sala Hermenegildo Bustos y escuchar a Mónica Maristain y a Saraí Campech que hablarán de Kolya, de Jan Sverák. Nos acercarán, entrañablemente, a pensar en el encanto transformador de la niñez. Compararán esta aparición tierna con About a boy, de Nick Hornby. Ellas afirman que este es un tema que manejamos todos, en el que creemos, concluyen, que ese momento, en el que un niño llega y te transforma para siempre, es fundamental en la vida. Mónica y Saraí charlarán en torno a este tema el lunes 25 de abril en el marco del Ciclo de Cine Europeo en Guanajuato que organiza la Universidad de Guanajuato. 

La charla será a las 5 de la tarde en la Sala Hermenegildo Bustos, del Edificio Central. Me parece que es una buena oportunidad para dialogar con los amantes del cine, como si lo hiciéramos, esta vez en su memoria, con el maestro Jorge Pantoja, que descansa ya.  

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