Para Miguel Valadez, mi maestro
Eugenio Zaffaroni, es un criminólogo y jurista, graduado en la Universidad de Buenos Aires, con estudios de posgrado en el Instituto Max Planck de Alemania, que fue Juez de la Suprema Corte de Argentina. Con una carrera académica y profesional brillantísima, como profesor universitario, consultor de instituciones internacionales como el Instituto Interamericano de Derechos Humanos y la ONU, profesor invitado de más de 10 universidades; cuenta con 29 doctorados honoris causa de centros universitarios latinoamericanos y españoles, y es actualmente Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Se trata de un jurista de primera línea.
Durante su encargo en la Suprema Corte Argentina, cuando corría el año de 2014, el juez Zaffaroni, presidía la comisión encargada de reformar el código penal, que pretendía aumentar las penas de diversos delitos. Y en ese trance se encontraba, cuando recibió una importante carta, que contenía implacables reflexiones a la intención de volver más severos los castigos en la reforma en estudio.
En esta carta se señalaba: “En nuestras sociedades tendemos a pensar que los delitos se resuelven cuando se atrapa y condena al delincuente, pasando de largo ante los desafíos cometidos o sin prestar suficiente atención a la situación en que quedan las víctimas. Pero, sería un error identificar la reparación solo con el castigo, confundir la justicia con la venganza, lo que sólo contribuiría a incrementar la violencia, aunque esté institucionalizada. La experiencia nos dice que el aumento y endurecimiento de las penas con frecuencia no resuelve los problemas sociales ni logra disminuir los índices de delincuencia. Y, además, se pueden generar graves problemas para las sociedades, como son las cárceles superpobladas o los presos detenidos sin condena… En cuántas ocasiones se ha visto al reo expiar su pena objetivamente, cumpliendo la condena pero sin cambiar interiormente ni restablecerse de las heridas de su corazón”.
Y continuaba la carta: “Si al delincuente no se le ayuda suficientemente, no se le ofrece una oportunidad para que pueda convertirse, termina siendo víctima del sistema. Es necesario hacer justicia, pero la verdadera justicia no se contenta con castigar simplemente al culpable. Hay que avanzar y hacer lo posible por corregir, mejorar y educar al hombre para que madure en todas sus vertientes, de modo que no se desaliente, haga frente al daño causado y logre replantear su vida sin quedar aplastado por el peso de sus miserias”.
Luego remataba: “Qué bueno que se dieran los pasos necesarios para que el perdón no se quedará únicamente en la esfera privada, sino que alcanzara una verdadera dimensión política e institucional y así crear unas relaciones de convivencia armoniosa. Cuánto bien se obtendría si hubiera un cambio de mentalidad para evitar sufrimientos inútiles, sobre todo entre los más indefensos.
Queridos amigos, vayan adelante en este sentido, pues entiendo que aquí radica la diferencia entre una sociedad incluyente y otra excluyente, que no pone en el centro a la persona humana y prescinde de los restos que ya no le sirven”.
Al final venía la rúbrica del remitente: Papa Francisco.
Zaffaroni, agradeció gentilmente al Papa su misiva y contestó: “Nuestra región sufre diferentes niveles de violencia que, sean bajos o altos, sólo parecen interesar como objeto de manipulación mediática, en pos de un fin único: agravar penas, inventar tipos penales nuevos frente a cada problema social y, en el fondo, consolidar la idolatría del poder punitivo, cuya ilusoria omnipotencia explotan los políticos inescrupulosos y rinde a los gobiernos, con el consiguiente peligro para las estructuras institucionales democráticas de los Estados”.
El eminente jurista, luchaba solo frente al oficialismo gubernamental.
Ahora que en Guanajuato los poderes del Estado, en pleno, han decidido una reforma para acrecentar las penas, y tomando en cuenta que los vastos trabajos de investigación criminológica, a nivel mundial, son concluyentes respecto a la inefectividad de esa medida para controlar el aumento de la delincuencia, los señores legisladores deberían valorar seriamente la trascendencia del aumento de penas que pretenden imponer. Piénsenlo muy bien, ya que quizás el problema se encuentre en el alto grado de impunidad, más del 60% de los delitos, que en nuestro estado no se castigan. El problema no es la ley, sino la ineficacia de las instituciones.