No soy nada sin mi diablo, una pared en un barrio cualquiera grita esa lucida frase, atrás, un campo de beisbol luce aparentemente solo, al asecho, en vigilia, esperando a los peloteros, al mágico juego de pelota. En una esquina, una mujer desecha y con el rostro pálido y moribundo arroja una serie de lagrimas que van a dar al suelo de asfalto, en esa esquina  un viejo dorado de 99 años falleció cuando cortaba un árbol desértico. La mujer no se da cuenta que un hombre solitario la observa detalladamente, esperando una serie de descuidos para tomarla de la mano e ir a pasear por las calles desconocidas, las casas derruidas y los terrenos baldíos;  e ir a degustar una nieve de pistacho con piñón, arrojarse al vacio, disfrutar una serie de instantes irrepetibles y compartir la soledad, solo eso, sin un interés de por medio, compartir el vacio y reír. La mujer purpura se imagina que ese hombre de pantalón verde es una planta sin agua y se retira de la esquina. Atrás del terreno baldío juegan las moscas con la caca que arroja un perro callejero que acompaña todos los días a las 5 am a un recolector de basura urbana. Un anuncio desgajado anda como papalote volador mostrando derrotas acumuladas. La cantina en el centro, desplazando a la catedral, la sed no tiene pecados, mueve las culpas, desnuda al hombre-mujer y la animalidad sale a relucir con el instinto hambriento de un caníbal que sale a cazar a la presa. Las empresas e industrias de SA de CV dividen la naturaleza, crean conflictos artificiales, corruptos, mezquinos y siempre quieren ganar con la voracidad de un animal insaciable. Los casinos son una trampa vacía. El alma, no tiene precio.
                        /Barrer la calles/ a veces / es lo único que hay que hacer    
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Nico Lico es un mago único en su especie, su danza desnuda una poética reprimida, la transforma en cadencia, baile, caricaturas. 

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