Frente al cáncer de la corrupción que enferma a la función pública han surgido propuestas por parte de algunos funcionarios y representantes populares, para involucrar figuras como la de los testigos sociales que auxilien en las administraciones municipales. Y si bien la intención es buena y comprensible, no deja de abonarle a la confusión de roles que tenemos hoy en día en el País.
Nunca he estado de acuerdo en la separación que se hace de gobierno y sociedad, en esa división que hemos venido construyendo de dos bandos señalados como irreconciliables, en esa percepción de dos entes lejanos uno del otro, con visiones y propósitos distintos de los que señala nuestro propio sistema representativo.
Hemos olvidado en buena medida que el espíritu de un ejercicio electoral tiene como finalidad organizarnos para vivir en sociedad, con ciudadanos que reciben un mandato para tomar decisiones.
Para el PAN, el Gobierno es simplemente el encargado en turno de puntear los esfuerzos de la sociedad, en un ejercicio democrático con roles y tiempos asignados por voluntad mayoritaria, privilegiando el bien común, y exigiendo responsabilidades y derechos.
Ahí se finca el contrato social, en un ejercicio armónico que impulse el desarrollo y el crecimiento personal y colectivo; en un ambiente limpio, ordenado, seguro y educado. Respetando el estado de Derecho y privilegiando el desarrollo integral de la persona. Esa es nuestra base democrática y nuestro sistema de representatividad.
Al olvidar esto, hacemos a un lado lo difícil que ha sido el avance democrático en un sistema cerrado, corporativista y autoritario, en el que no existía la competencia electoral, la libertad de expresión, la existencia de medios de comunicación independientes, ni el respeto al voto ciudadano.
Por el costo de esa lucha histórica debemos hacer un alto en el desprestigio de nuestras instituciones, formando gobiernos responsables. Porque si bien es cierto que la desconfianza y el distanciamiento de la función pública ha sido ganado en buena medida por los políticos, también es cierto que los lugares comunes y las generalizaciones nos han colocado a todos por igual. Cosa que por salud pública no puede ser permitida.
Estos son momentos propicios para dar la cara, para que se asuman responsabilidades sin ambages, en ejercicio pleno del mandato popular, cumpliendo las tareas que fueron puestas en las manos de quienes fueron electos mediante el voto. Evitemos confusión de roles y de ubicación, denunciemos la corrupción en los propios y en los ajenos, mandemos el mensaje de que en quienes depositamos nuestra confianza, son capaces de sacar adelante las tareas impuestas.
Las estructuras administrativas existentes pueden apoyar con el conocimiento que tienen de su trabajo, además de que siempre existe la posibilidad de solicitar asesoría de especialistas en casos muy específicos o técnicos. Siempre buscando los mejores resultados en la función pública, sin testigos sociales, ni costos adicionales significativos.
Voltear constantemente a la figura ciudadana, con una recurrencia ya predecible manda mensajes de impotencia ante la corrupción y desacredita de manera implícita a quienes tienen un encargo en la función pública, no podemos seguir separando a la sociedad en dos equipos diferentes. Tenemos en el País una gran confusión que dinamita nuestras instituciones.
Todos somos ciudadanos desde los 18 años, con derechos y obligaciones definidas en la Constitución, simplemente el ciudadano puede hacer todo lo que quiera, excepto lo que la ley le prohíba, y el funcionario puede hacer sólo lo que la ley le permite.
Tenemos muchas discusiones bizarras en el País, que llegan hasta propuestas para crear una nueva Constitución Política, sin reparar en algo tan sencillo, como que bastaría cumplir con la que ya tenemos. El problema mayor de este País es la no observancia al estado de Derecho, el no cumplimiento de la legalidad.
En las otras rutas, seguiremos creando figuras coyunturales y, seguramente, el día de mañana estaremos pidiendo súper testigos, para que vigilen a los testigos, en una rueda sin fin.