Diego Armando Solís tiene 18 años. Es un muchacho intelectualmente dotado. Viste con un estilo urbano. Fuma insaciablemente de sus cigarros mientras me responde concretamente y de manera segura.
Empezó a escribir canciones a los 14 años: rap libre, en sus cuadernos y en clase. A los 16 ya había decidido tomarse en serio la escritura de la narrativa porque ésta le permitía dar más de sí como creador. A los 17 publicó en un formato pdf una recopilación con lo que consideró sus mejores textos y a la que llamó De sexo, amor y drogas (2014) en dos tomos (el último es de 2015). A estos libros le seguiría Mujeres para dejar de amar (2015), publicado también en la web en mujeresparadejardeamar.tumblr.com, y Textura (2016, poemario). Son escritos en su mayoría autobiográficos con toques de fantasía.
Diego, como muchos chicos de su edad, ha experimentado con diversos psicoactivos y bajo los efectos de estos es que ha escrito algunas cosas. Sin embargo, alude a Hemingway: “Escribe ebrio y edita sobrio”. Sabe que la conciencia debe estar plena cuando se enfrente al resultado final. Y Diego, también, es un gran lector. Habiendo leído a Camus, Platón y Nietzsche, a su edad es capaz de decirnos que “no debemos creerle todo a los filósofos”, sabe que los filósofos tratan de expresar la verdad y “nadie tiene esa verdad, cada día se descubren nuevas cosas”.
En su círculo y más allá de él se ha hecho ya fama de escritor. Las chicas de su edad le piden favores como “escríbeme un poema para la clase” o “explícame la alegoría de la caverna de Platón”. Y aunque los asuntos de su generación son el tema principal de su narrativa, es muy crítico con ella. Acerca de ella comenta que le falta luchar más por lo que quiere: “saben lo que quieren, pero no se esfuerzan” y “el problema de mi generación es que no se les pegan las cosas”, dice sobre su falta de planeación del futuro. Sabe que los jovencitos de su edad están afectados por gran cantidad de problemas sociales; pero opina que el problema principal es que dejan de creer en ellos mismos: “pueden proyectarse, pero no basta: el problema es que no se esfuerzan. Estamos parados, observando, y no sabemos qué hacer. Nos hace falta informarnos. Los jóvenes no están leyendo para nada lo que deberían.” Acerca de esto último sabe que el internet abrió una brecha muy importante, aunque tampoco haya que creer todo lo que dicen los medios.
Él se ve como un vocero de su generación y cree que su trabajo consiste en reflejar esa generación pero también aportarle algo. “Mi mensaje no es una apología de las drogas, sino un retrato lo más fiel posible de mi generación. Y tampoco deben creerme todo lo que digo.” Su mensaje a los chicos de su edad es que se esfuercen por hacer lo que les gusta y por realizar sus sueños. Y en este sentido está orgulloso de haber hecho que otros chicos exploren la literatura como forma de expresión. Y por ello quiere profesionalizar más su escritura, la cual ya tiene sus aciertos. En este sentido, además de sus lecturas que incluyen a Kafka, Bukowski (de quien ha leído su narrativa completa), Poniatowska, Nabokov, Rulfo, entre otros, ha estudiando por su cuenta algo de gramática y por supuesto ortografía. Le encanta la generación beat: Burroughs, Kerouac, Cassady; y le gusta Henry Miller. Por otro lado, prefiere la narrativa a la poesía.
Diego se considera sin embargo un chico sano. Ha sufrido dramáticamente en su familia los estragos de las drogas; y sabe que son de cuidado. Pero éstas tienden a aparecer en sus cuentos muy frecuentemente porque son parte de la realidad en la que está inmerso y la cual no puede negar. Sobre éstas, ahora ya como nuevo ciudadano, piensa en la legalización. Otros temas sociales actuales que tocamos de pasada: la despenalización del aborto (está a favor) y el feminismo (“Lo más difícil del feminismo es que las chicas lo entiendan y sepan platicártelo; si no se informan bien no tienen ni idea de lo que están diciendo y quedan como unas tontas”), del cual piensa que es una lucha que no tiene que ver con un género, sino con ambos. Poco tiempo para sondear la mente de un muchacho con tantos sueños. A futuro piensa seguirse involucrando en proyectos culturales (canta además en una banda) y estudiar Psicología o Letras Españolas.
Diego Armando Solís estudia actualmente en el CBTIs 173. Mantiene el blog ponchonopago.tumblr.com. Publicó el cuento “Vidas perdidas” en el número El barrio en Guanajuato de la revista Anomalía. Llamó la atención de la maestra en letras Yolanda Alvarado Sánchez, quien compartió un cuento de él en su clase como muestra de la novísima narrativa mexicana. Espera ver publicado pronto su primer libro en papel.