Parte del país está incendiado por la llamada, oficialmente, Reforma Educativa. Los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) de cuatro estados de la República, Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán, ase oponen a ella, y muchos de otros estados también se han manifestado en su contra. La mayor parte de los medios de comunicación han tomado partido por la parte oficial y se han dedicado a linchar mediáticamente a los disidentes, y a aplaudir las cruentas acciones represivas que se han operado para frenar la resistencia a una nada convincente iniciativa gubernamental de modificar el estado de cosas y las correlaciones de fuerza entre los distintos actores corporativos de la educación en el país, como son la SEP, las secretarías de educación de los estados, y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). La sociedad se encuentra polarizada entre quienes aborrecen a la Coordinadora y quienes la apoyan, pero el debate de fondo, el de lo que debería ser una verdadera reforma educativa ha sido eclipsado por la pugna política, cuando es precisamente la calidad educativa y aquellos factores que la propulsan o la inhiben los que debieran constituir la agenda social a dialogar. La llamada Reforma Educativa tiene un solo eje educativo, la evaluación, donde descansan los demás propósitos encubiertos de la misma, a saber, el objetivo de despedir a los disidentes, y amedrentar laboralmente a quienes se queden para que no disientan. Dicha evaluación, operada por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), nunca fue validada por académicos reconocidos e independientes de dicho organismo, y está impregnada de serias sospechas acerca de su imparcialidad y objetividad, a pesar de que su directora, la Dra. Schmelkes, ha fungido como madrina académica de dicha evaluación. ¿En verdad la evaluación mejora la calidad educativa? Sí, en alguna medida, pero no es el proceso más importante, y sólo en la medida en que los demás actores educativos, y no sólo los maestros, sean sometidos al mismo rasero y a las mismas consecuencias, lo cual significaría que el mismísimo secretario Nuño, novato en el campo, y los secretarios de educación de los estados, así como sus equipos directivos fuesen evaluados, algo que no ocurre. El factor principal que impacta la calidad educativa es la formación, y actualización de los diferentes actores educativos, no solamente los maestros, y en este último caso, la vigilancia, el interés y las metodologías que han operado los gobiernos federal y estatales ha dejado mucho que desear, ya que la formación de los maestros adolece de muchas fallas y la actualización anual que se les brinda es pésima, lo cual lleva a pensar en el por qué esa actualización que deciden directamente las secretarías de educación federal y estatales no han sido evaluadas y, de comprobarse la comisión de los responsables de tan ineficaces procesos de actualización, por qué éstos no han sido removidos. Esto no lo dicen los medios y gran parte de la sociedad no sabe que quienes tienen mayor responsabilidad en los bajos niveles de la educación pública no son los maestros, operadores curriculares, sino quienes autorizan y diseñan los antipedagógicos planes y programas saturados de contenidos que, por lo mismo, se aprenden superficialmente porque a los maestros los obligan a agotar tan enciclopédicos currículas, aparte de que los cargan de tareas no educativas (médicas, censales, etc) y de cargas administrativas (farragosos y constantes informes). Estos son los temas que debieran debatirse en una reforma educativa verdadera ¿o no?

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