Sigfredo Freud se la pasaba en la borrachera, y cuando tenía algo de suerte una linda mujer lo acompañaba en sus ilimitadas pachangas. El juego de pelota ya no le representaba la emoción de antaño, era una manera o forma para solventar sus exquisitos y simples vicios. Una mañana inspiradora, de esas en donde la neblina cubre el espacio, Freud empezó a redactar ocurrencias que se le iban atravesando en el camino extenso de su descarrilada imaginación. Su madre, Juana María García T le había regalado una máquina de escribir del siglo XIX, toda una reliquia que había pertenecido a su padre el famoso Doctor Freud, con la cual, había trabajado con ahincó y devoción elaborando teorías y libros que habían marcado la pauta para estudiar las pasiones bajas del ser humano.

Sigfredo Freud no tardó mucho tiempo en darse cuenta, que en el fondo él podía llevar a cabo reflexiones, ideas, críticas y pensamientos mediante códigos lingüísticos expresados en letras. Freud escribía y rescribía ocurrencias e ideas que le pasaban por encima, a los lados, arriba o abajo, no olvidaba su singular posición de parador en corto, short stop, y eso lo aprovechaba para imaginar el mundo del beisbol y la escritura. Empezó con un cuento titulado: ¨El pelón que se peinaba patrás¨ un cuento infame, que hablaba sobre un personaje insigne, que imaginaba que el mundo era una enorme cabellera cósmica, que brillaba cuando alguien contaba un genial chiste creativo, el pelaje cósmico hacia de las suyas, se montaba en la cabellera de los caballos Rusos e influía en los mandatarios, zares y sacerdotes de Rusia, para que empezaran a sembrar el pánico en las regiones más transparentes. Los caballos habían aparecido en la Biblia Cristiana, como los caballos del apocalipsis, pero desaparecían porque de pronto alguien, en una parte del planeta Tierra, hacia reír a carcajadas a un ser por haber contado un excelente chiste. Al último, aparecía una imagen del pelón que se peina patrás, montado en un camello, atravesando Marte, saludando al planeta Tierra, los volcanes, eructando letras en forma de piedras volcánicas, con impresiones de poemas de César Vallejo.

Sigfredo Freud, se iba a las pubs de Milwaukee a escribir, a veces solo meditaba, no plasmaba ninguna letra sobre la hoja en blanco. Del Famoso Short Stop de los Cerveceros de Milwaukee, mujeriego y parrandero, se transformo en un sujeto trashumante y solitario que andaba de barra en barra con una vieja máquina de escribir.

Sigfredo Freud había modificado su estilo de vida. De ser un sujeto delgado y deportivo, empezó a hacer panza, a fumar tabaco y seguir una dieta desbalanceada. Los Cerveceros de Milwaukee no se atrevían a despedirlo, todavía tenían una somera esperanza de poder rescatarla de las neblinas de las letras, la filosofía y la historia. Por eso habían localizado a su madre Juana María García T, para que dialogara con él, y lo hiciera sentar cabeza.

Sigfredo empezó a escribir un libro de reflexión sexual, una severa crítica a los Bisexuales, le parecían sujetos indecisos, posmodernos, débiles, timoratos, ingenuos y hasta cierto punto deplorables. Andaba en busca del título de ese texto de reflexión y critica sexual, cuando de pronto, súbitamente, su madre Juana María García T, estaba enfrente de él, observándolo, suavemente, delicadamente. Sintió su cariñosa presencia, y por sus mejillas rodaron una serie de lágrimas dulce ácidas que bajaban por sus párpados, cual bolas de lix por un campo llanero de beisbol. 

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