Me he quejado mucho y en privado de las generaciones de arquitectos que desdeñan los árboles, quizás por poco prácticos, por verdes, o simplemente porque no compiten en estética y funcionalidad con el concreto o el asfalto. No sé de qué facultad o de qué profesorado habrán adquirido el desprecio por la naturaleza, complementado por el amor ciego a los automóviles, a las explanadas coronadas por obeliscos y con espejos de agua que se filtran a través de un techo de hormigón que protege a los irremplazables coches. Sí, hablo de Irapuato.

Nuestra Ciudad está harta de su manía taladora, de su desvergüenza al alegar que todo se compensa sembrando árboles escuchimizados pero jóvenes en proporciones de 5 o 10 a 1, porque eso dicen supuestos estudios ambientales que luego se niegan a mostrar a la ciudadanía. Como si eso compensara la alta mortalidad de esos arbolitos, que quedan muchas veces a su suerte, y las décadas que les llevó a las víctimas alcanzar su talla actual.

A estos arquitectos debo sumarles políticos de supuestos partidos ambientalistas cuyo color sólo aparece cuando cobran sus mordidas en dólares, y arremeten en los medios contra cualquier reclamo ciudadano cuando éste no viene acompañado del verde que les interesa. También, añado a este grupo infame, a los funcionarios que trastocan el lenguaje para mantener limpia su conciencia, y evitan decir la palabra “talar” o “cortar” reemplazándola por “intervenir”. Creo que a todos ellos les vendría muy bien una “intervención” de sus ideas depredadoras y contaminantes.

Circulo diariamente por la avenida Gómez Morín cuyo camellón es un oasis en la estación seca y un vergel en la de lluvias. Disfruto ver que los vecinos han embellecido los prados y la sombra de los mezquites con otras especies y, a falta de parques gratuitos en la zona, no es raro ver a los niños jugar a la pelota entre los dos sentidos viales. Transito también, de vez en cuando, por la avenida Santo Domingo cuyos árboles de maqueta apenas tienen espacio para desarrollarse. Sin embargo, a este cuasi-bulevar lo remata un camellón recientemente adornado con arbustos amarillos, bordeado por uno de los sembradíos de maíz más bonitos que he visto en mi vida. Santo Domingo luce por lo general vacía cuando está trazada paralela a la Gómez Morín, y puede recibir flujo vehicular por tres carriles en cada lado, en un ejemplo más de lo mal planeada que está la vialidad.

Reconozco que la Gómez Morín tiene problemas de movilidad en ciertos horarios, pero los mismos a quienes se quiere beneficiar con la nueva obra, los comercios, son parte del problema porque bloquean un carril para estacionar. Me indigna la manía taladora del proyecto de ampliación que preveía eliminar 38 árboles, que luego fueron reducidos a la mitad y, gracias a la intervención de los grupos defensores del medio ambiente, Planeta Cuatro y Signos Irapuato, entre ellos, hay compromiso para que sean sólo 6.

Sé que al presidente municipal, Ricardo Ortiz Gutiérrez, le molesta ser cuestionado en sus decisiones, que deberían ser investidas por la infalibilidad pontificia, pero no me imagino la ciudad que desea legar a sus nietos. El problema de la movilidad no es sólo por las vías, en las que reconozco que ha trabajado desde sus primeras semanas, el parque vehicular debe ser chatarrizado; cada vez vemos más autos chocolate circulando a velocidad de procesión bajo las matrículas impunes de la UCD. Esto no sólo disminuye la velocidad de desplazamiento, también aumenta la contaminación ambiental.

Los representantes de las organizaciones ya mencionadas también exigieron en persona a nuestro Alcalde fomentar el uso de la bicicleta y mejorar los espacios para el peatón. Un leve cambio de paradigma que nos permita crear una ciudad más sustentable y sana. Bajo la mentalidad actual, ya lo demuestran los aluviones procedentes del cuarto cinturón vial, peligra el río Silao y sus orillas, que deberían ser utilizadas como zona verde, no como basurero. Tampoco extraña que el Parque Ecológico Irapuato siga abandonado.

Celebro que existan grupos organizados que impidan a los arquitectos (encabezados por Ricardo Ortiz) convertir Irapuato en un estacionamiento. Aplaudo este despertar ciudadano: la manera pacífica, sin estridencias y por los cauces legales que los grupos defensores de la naturaleza han actuado para salvar vidas (si el Gobierno Municipal mantiene su palabra). Ustedes brindan la esperanza de que podemos mejorar nuestro entorno y para ustedes van dedicadas estas líneas. Desarrollarnos en armonía con el medio ambiente no es un lujo, ni una utopía, es una obligación que debe entrar en la cabeza de nuestros gobernantes. Gracias por recordárselo.

 

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