Respecto a la corrupción, para no ir más allá de los egipcios, los romanos o los espartanos, solo me acercaré al índice de fuego con que se señala a Judas por la presunción de haber recibido, se dice, 30 monedas de plata por informar a los miembros del sanedrín en donde se encontraba Jesús de Nazareth la noche en que lo aprehendieron.

De este presunto acto de corrupción, de haber sido así, ¿quién lo juzgó? ¿quién dictó sentencia y en qué sentido? ¿quedó impune? Estas cuestiones las formulo porque conforme a la ley, no fue acusado, juzgado ni sentenciado, sino que él solo decidió quitarse la vida.

Para que se configure la corrupción se precisan, mínimo dos personas y no necesariamente una de ellas debe ser funcionario público ya que pueden ser dos particulares o dos servidores públicos o uno y otro pero, invariablemente, no menos de dos.

Y habiendo personas corruptas, es inevitable que la gran mayoría quede impune, sin castigo, sin rechazo social. De hecho, hay tanta podredumbre en el ambiente social, que no es difícil encontrar las raíces de esa putrefacción y vemos que la fundamental está en la deshonestidad que es la que genera la corrupción, como ésta a la impunidad. 

Platicando, en cierta ocasión con mi buen amigo, el Periodista, licenciado y escritor José Pérez Chowell (+), le comentaba lo interesante y retadora que había sido impartir la materia de ética profesional en dos carreras (en comunicación y en derecho) en las que se encaraban, inmisericordemente, el ser con el deber ser.

Por su parte, Pepe me dijo que él también había impartido esa materia y que se había divertido enormidades al retar a sus alumnos a que actuaran o dejaran de actuar en determinado aspecto. Por ejemplo, si fuman, que dejaran de fumar una semana; si les costaba trabajo estudiar, que estudiaran el doble. La idea, Paco, me decía, era que él buscaba ejercitar la voluntad de los muchachos para hacer o no hacer.

Así, trataba de que se fortalecieran en la honestidad y que abandonaran la vía rápida, la sencilla, el camino fácil de la deshonestidad. Si el semáforo está en rojo, respetarlo aunque no venga otro vehículo que pueda originar un accidente. Claro que, para cómo se encuentra la precaria situación de la seguridad, tal vez sea más riesgoso estar esperando a que cambie la luz a verde. El instinto de protección va primero.

En uno de los grupos, un alumno me dijo que para el examen, el iba a poner todo lo que se le requiriera para acreditar la materia pero que, a la hora de enfrentar el hambre en la calle, actuaría conforme mejor le pareciera.

Si, estaba en todo su derecho para elegir el camino que considerara más conveniente, no solo para él, sino para sus hijos, ya que los chamacos atienden y aprenden solo como el 30% de lo que uno les dice pero, definitivamente, su comportamiento obedecerá al 70% de lo que nos vean hacer.

El sentir general es que la corrupción representa el sello característico de los políticos y, lamento discrepar con ustedes, apreciables lectores, pero la corrupción sea oficial o particular es solo el fruto ya que lo que se encuentra podrido es la raíz familiar de cada persona que así actúa.

La “honestidad” es la que nos hace fuertes y, esa fortaleza se demuestra con nuestra “integridad” que es la forma en que actuamos. Dicho en otras palabras, la diferencia entre honestidad e integridad es sencilla: honestidad habla de lo que yo hago y todos ven, mientras que la integridad de lo que yo soy; la honestidad habla de lo que yo digo, la integridad habla de lo que yo pienso; la honestidad habla de mis actos públicos, la integridad habla de lo que yo hago aunque nadie me esté viendo.

La honestidad es buena pero, definitivamente necesitamos con urgencia inmediata en México una juventud, “nuevos líderes con integridad” cuyos resultados a la mejor no se verán a corto plazo pero si a mediano plazo ya que no podemos darnos el lujo de que sean a largo plazo.

O ustedes, apreciables lectores, ¿qué consideran de algunas de las ideas de Yokoi Kenji?

Universalmente les deseo, hoy y siempre, Salud, para que logremos nuestros objetivos en la vida. Fuerza, para que no nos desalentemos ante las adversidades y, Unión, para que no seamos divididos en nuestras convicciones.

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