Durante un curso Óscar de la Borbolla nos compartía una anécdota: el director de un importante periódico nacional le invitó a colaborar “de a gratis”. Como buen escritor, no dijo que no. Tal vez tampoco dijo que sí, pero el escritor comenzó con una columna con el nombre de “Ucronías”, haciendo eco de las “utopías” –esos lugares imaginarios. Su columna proponía además de lugares imaginarios, épocas o tiempos imaginarios: acontecimientos imposibles, sucesos inéditos de un mundo paralelo, sueños guajiros, etc. Al final no apareció en el periódico, sino en el suplemento amarillista donde en la página 5había siempre una muchacha en poca ropa.

De ese encuentro con Óscar de la Borbolla ya hace años. Como escritor uno puede darse el lujo de imaginar y desordenar el mundo a placer. Ese es el encanto de la literatura. Pero en el caso de la realidad local, más valdría imaginar que uno es capaz de ordenarlo. La ciudad de Irapuato se me presenta como un lienzo blanco donde proyectar miles de ucronías, ficciones que inviertan la realidad. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa es la literatura, sino un relato de mentiras?… El otro día caminaba por Guerrero cuando, de repente, comenzó a llover. Por suerte estaba cerca del Irekua-. Como ahora hay Wifi, me pude conectar a la web “Irabús” para consultar a qué hora pasaría el siguiente camión. ¿Recuerdan cuando los camiones se rebasaban y competían para llegar primero a la siguiente parada? Eso desapareció. Esa tarde la lluvia había espantado a los ciclistas. Antes, nadie quería un pueblo bicicletero.  Ahora es un orgullo ser bicicletero desde que existen ciclovías por todo Guerrero, Torres Landa y Díaz Ordaz. Por cierto, ese asqueroso nombre “Díaz Ordaz” también desapareció. Al llegar al centro, pasé por los portales, donde ahora hay terrazas, bares y cafés; todo el centro histórico se hizo peatonal. Llegué al Centro Cultural Irapuato a las 18:10 a una feria de libros y tecnología, una mezcla de libros y gadgets tecnológicos ¡Y pensar que aquí había oficinas de gobierno! En definitiva, cuando paseo por las calles limpias, sin grafitis clandestinos, cuando veo el Mercado Hidalgo remodelado, las casas de colores con estilo colonial, cuando entro gratuitamente al parque Irekua, cuando voy a los conciertos en la gran explanada del Irekua, cuando paseo por el lago en lo que alguna vez fue el estadio Sergio León… cuando voy a ver un partido del Irapuato en el nuevo estadio que está allá por el Copal… en fin… cuando hago eso, me digo, qué bonito es Irapuato.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *