Anoche, mientras sorbía el café, me entretuve en una de tus fotos en mi mesa. ¿Cómo fue que llegamos aquí? Tan lejos, a kilómetros de distancia. Sabes, este lugar me ha hecho fría, o quizá ya era así mucho antes de llegar, pero me gusta. He decorado mi departamento, el gris con toques turquesa le van bien y la cercanía con el teatro es una ventaja ya que los ensayos son por lo general: de madrugada, en mi trabajo ya nos pusieron uniforme, sabes lo mucho que detesto parecer un cerdo con una marca en el cuerpo pero sólo un año más y lo boto, abriré mi cafetería, ya tengo empaquetada la decoración y hasta los playlist de “coeur de pirate”, incluso hice una lista de los posibles clientes: ¡puro guapo!, ya que las meseras serán las niñas más bonitas de la cuadra, vaya locura, pero funcionará. Será tan efectivo como obtener un café por 0.5euros presionando un botón, pero con la calidad de un auténtico granulado, fuerte, de esos “quitasueño”. Para ese entonces estaremos presentando la obra así que a mis compañeros nada les costará acudir (con su bella y hermosa silueta) a la inauguración del lugar. Y tu ¿Estarás presente? Sabes, hay algo muy íntimo que no he mencionado, verás: todo actor tiene un ritual, algunos rezan, otros gesticulan, unos más se ven frente al espejo mientras se repiten ¡yo puedo!, en realidad mi ritual es muy de gordos, yo como algo, lo que sea para no tener hambre las próximas 2 horas, pero, hay algo más, ¿recuerdas tu pulsera con hilos rojinegros? La usé para mi primer personaje: embonaba perfecto con el vestuario ridículo. Esa noche me fue tan bien que la usé toda la temporada y por alguna razón, sentirte cerca de mí, me hacía sobrellevar el pánico escénico. Comprenderás que si algo funciona no hay necesidad de cambiarlo, sigo conservando tu pulsera, es tan fea, ordinaria y aburrida, ni siquiera es combinable.

He aprendido a querer lo que hago y sin embargo me faltas tú, a todos nos gusta ser rescatados alguna vez, en cualquier lugar, sin un momento en especial, hacernos débiles en el hombro de alguien que nos pueda consolar, o quizá, de vez en cuando, nos gustaría ser los culpables de la sonrisa en la persona que amamos. Puedo imaginar lo que sientes al verme lograr lo que tanto quise y a estas alturas un logro mío no sé a quién haga más feliz, si a mí o a ti. Siempre corrí antes de caminar, subía escalones de par en par y tu tras de mi procurando mi caída, siempre despierta esperando mi llegada, con un suéter en la mano y sin la pansa vacía, ahora me doy cuenta que cada prenda planchada decía: te quiero. No sabes lo que causabas cuando llegabas al colegio con esos tacones rojos, eras la más guapa.

Ahora, el tiempo ha desgastado esos pies, eres más chaparrita cada vez y tus ojos se pierden entre los párpados que caen lentamente, tus pasos se alentan pero tus manos siguen cálidas, tan fuertes como para sostener mi vida entera en ellas, pero es momento en que yo sostenga la tuya en las mías, quiero regresarte todos los cuidados que tuviste cuando yo era pequeña, poco a poco volverás a ser una niña y quiero ser quien cuide tus travesuras, quiero estar detrás de ti cuidando tu caída, quiero recordarte mi nombre si es que algún día lo olvidas y de alguna manera, quiero tener a la mujer más bonita en mi cafetería.

 

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