No solo en México, sino en todo el mundo, la inseguridad y la violencia son manifestaciones del ser ¿humano?, en que queda, sin lugar a duda alguna, el hecho de que odiamos o desdeñamos a nuestros congéneres por la simple razón de que no nos enseñaron a comprendernos pero también es innegable que no nos comprendemos, ya que no nos tomamos el tiempo y el trabajo para estudiarnos a sí mismos.
Esto nos mueve a recordar que en el frontispicio o portal del templo de Delphos, en la Grecia antigua, se encontraba inscrito el aforismo griego o axioma “Nosce te ipsum” (“Conócete a ti mismo”) declarándose que el precepto baja del cielo.
“Conócete a ti mismo”, es una expresión sintética pero abarca múltiples significados, entre los que pueden destacarse que el ser humano es un ser que se desconoce a sí mismo y de aquí que la reflexión deba centrarse en descubrir esa incógnita, la que nos permita conocernos para después conocer al prójimo y al universo mismo.
¿Cuántas veces nos hemos preguntado qué es el ser humano? ¿Cuántas respuestas se han agolpado en nuestra mente? Y, lo fundamental, ¿nos hemos cuestionado quienes somos en lo individual? ¿Qué respuesta nos hemos dado? De hecho, para Sócrates, una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida ya que el conocimiento de sí mismo es el conocimiento de nuestra alma, de sus posibilidades y de sus debilidades, descubrir el sentido de nuestra vida y de lo que estamos llamados a ser y a hacer y esto, es algo que cada quien debe descubrir por sí mismo.
¿Cuántos hemos hecho este ejercicio de procurar conocernos a sí mismos? Miren ustedes, el punto que someto a su apreciable consideración es que, si personas que han tenido la oportunidad de tener una preparación, una educación, una formación difícilmente lo hacemos, digan ustedes cuántos de los malandros y rateros, sean o no de cuellito almidonado, habrán recapacitado sobre el particular.
Ahora, no solo estamos viviendo una serie escalonada de violencia e inseguridad impensable sino que, además, la palpamos al no sentirnos seguros en casa, ni en el coche, ni en los servicios urbanos o foráneos; ni a pié, ni en la ciudad, ni en las carreteras, ¿qué clase de vida nos estamos dando que permitimos que derechos humanos protejan a ultranza a los delincuentes del orden común y dejen en un absoluto estado de indefensión a los humanos derechos que también son agredidos al hacer nugatorios sus derechos por parte de la autoridad que no cumple con su obligación de proporcionar la seguridad a la que está obligada?
Vemos que los atracos se realizan con todas las agravantes: premeditación, alevosía y ventaja; circunstancias en las que los pillos no solo no reparan sino que saben explotarlas muy bien y conocen los caminos cortos para regresar a delinquir aún antes de que quien va a presentar su denuncia salga de hacerlo y, cuando ya sale, se encuentra al delincuente limpiándose las uñas en la banqueta.
Municipalmente, conforme al artículo 115, fracción III, inciso h) de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se establece que:
“Artículo 115. Los estados adoptarán, para su régimen interior, la forma de gobierno republicano, representativo, democrático, laico y popular, teniendo como base de su división territorial y de su organización política y administrativa, el municipio libre, conforme a las bases siguientes:
“III. Los Municipios tendrán a su cargo las funciones y servicios públicos siguientes:
“h) Seguridad pública, en los términos del artículo 21 de esta Constitución, policía preventiva municipal y tránsito;…”
Nuestros impuestos y contribuciones están cubriendo este rubro (y por supuesto que los otros ocho también entre los que está contemplado el alumbrado público). Sin embargo, la realidad nos grita que la autoridad ha sido superada por los malandrines y tanto las fuerzas federales como las estatales han demostrado su ineficiencia ya que a quienes detienen no son a los delincuentes sino a quienes viajan con familias.
Además, al igual que la luz, en materia de seguridad, muchas personas y empresas están pagando el doble o más de lo que cubren por concepto de impuestos o contribuciones, toda vez que contratan guardias de seguridad, pero sin más armas que un tolete y/o gas lacrimógeno, si bien les va, porque si les dan armas ponderan el enorme lío que tendrán que enfrentar si se causa alguna lesión o muerte de quien o quienes delincan.
Armas como con las que los maleantes asaltan a la población a la que hieren o matan impunemente pero usted, apreciable lector ¿por qué no intenta tramitar la autorización para tener, portar y, en su caso, usar y disparar un arma de fuego? ¿Las autoridades le respetarán la atenuante o eximente de la legítima defensa, sea propia o la de su familia, inclusive la de una tercera persona que estuviera siendo asaltada a mano armada?
Ya los delincuentes, a ciencia y paciencia (por no pensar en complicidad con la autoridad) han hecho en todos lados un “modus vivendi” muy cómodo, altamente rentable y jurídicamente exigible si recordamos el subtítulo de esta colaboración: “Una violencia reiterada acaba por parecer un derecho.” (Anónimo)