A ella le gustaba contonearse en sus calzoncillos rosados frente a él, mientras le recitaba versos torcidos y los ilustraba con los dedos finos en las ventanas empañadas.

Él la miraba de vez en cuando para mirar sus senos libres jugueteando con la gravedad… luego volvía a su lectura de la Teoría de cuerdas.

Entonces, cuando él bajaba la mirada, ella subía el tono al siguiente párrafo y le añadía dramatismo a su narración, para atrapar sus ojos y que le acariciaran el cuerpo desnudo.

Él “jugaba” a caer las primeras veces… luego, simplemente se perdía en sus apuntes y los libros gigantes de brillantes ideas que ella no comprendía.

Así pasaban las tardes, comiendo chucherías, recitando poemas y peleando por tantos cálculos y “aberraciones al lenguaje”, como les decía ella a toda la palabrería que él soltaba cada vez que ella movía la guitarra o hacia sonar los vasos.

En las noches, él trataba de llevarla a dormir, pero ella se inspiraba en la madrugada y se acostaba a escribir en el suelo, se sentaba en la mesa o se ponía a mirar las estrellas y a recitar poemas. No podía pegar pestaña hasta que todas las letras quedaran vertidas en una de las decenas de libretas que tenía amontonadas al lado de la cama.

Y así era la semana… ella desnuda paseando por la casa y él inmerso en su libro de lo poco entendible para ella.

Una noche, se encontraron por casualidad en la terraza… ella estaba recostada en el suelo contemplando el cielo.

Él se limpio la cara con las manos, se revolvió un poco el cabello y se sentó a su lado; acarició sus hombros y luego le besó el vientre.

–       Eres hermosa mujer

–       ¿Has terminado?

–       Si… por hoy.

Sonrió y se recostó junto a ella, se miraron un largo rato sin decir palabra.

–       Quisiera viajar al pasado para conocer a los grandes poetas, para ir a las tertulias de los pintores mexicanos, para escuchar las primeras obras de  Shakespeare

–       Se puede viajar al futuro pero al pasado no

–       Sólo estaba imaginándolo…

–       Está bien, pero unos científicos han hecho investigaciones y dicen que es posible viajar al futuro pero no al pasado

–       Pues esos científicos deberían salir más de sus estudios… para ver la vida

–       La física es vida

–       La poesía también…

Ella se levantó rápidamente, buscó una pluma y una hoja. Comenzó a garabatear y luego le entregó ambas herramientas.

–       Anda, usa un poco de tu creatividad

Se encontró con el inicio de una historia fugaz:

“Despertó atolondrada, observando un lugar que no conocía, esperando encontrar un rostro familiar… ahí estaba él, con el cabello despeinado, sus ojos castaños fijos en el techo y sus piernas temblando…”

 La miró con los ojos fijos, le preguntó:

–       ¿Quieres viajar al pasado?

–       No… al futuro

“Era un mundo nuevo. Se levantaron y miraron por la ventana que ya conocían, pero el mundo estaba cubierto por una gran bola de cristal, con pantallas enormes que gritaban noticias, con comida preparada por robots desagradables…”

 Ella sonrió ante la imagen de aquel hombre que se encerraba en sus libros de física y que ahora se dejaba llevar por las letras, por la fantasía… Tomó la pluma y siguió:

“… máquinas horrendas que no daban los buenos días después de que pedías un buen plato de frijoles y unas tortillas calientitas. Era un mundo nuevo, un mundo apocalíptico, que se emborrachaba de tecnología y que se hundía en cables que hacían funcionar las cosas monstruosas…”

“como grandes empaquetadoras, grandes máquinas de comida muy sabrosa y vendedoras de ropa muy costosa”, escribió el físico.

“… y un gran círculo rosado que aventaba burbujas. “¡Que mundo tan rato es este!”, dijo ella tomándolo de la mano y apretando sus dedos sudados. Él dijo: “Es el mundo del futuro, nuestro futuro”, mientras ella se acercaba él acariciándole el rostro”.

 El científico se acercó, le acarició los senos suaves y llenos de magia, que siempre le gustaba ver pero más le encantaba tocar, probar y oler.

A partir de ese día, se sentaron a formar historias revueltas, con peleas sobre sí los autos debían volar o las máquinas debían bailar y cantar… al final, los dos creaban mundos para todos, para los que creen en los colores y para los que creen que “las partículas materiales son en realidad estados vibracionales de un objeto extendido llamado cuerda”.

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