Luego de escribir sobre lo ocurrido en estos meses con el título ‘septiembre octubre 2016’, continúo ahora con otro tema y es el que encabeza este artículo, ‘todo Irapuato es histórico’. Antes, platicaré algo sobre lo que realicé al principio de octubre y me parece que resultará interesante lo conozcan los lectores míos.
Sucede que el gobernador de nuestro Estado, Licenciado Miguel Márquez Márquez, invitó a los cronistas de nuestro estado a la presentación del programa del Festival Internacional en el teatro Juárez de la ciudad de Guanajuato. Asistimos varios, entre ellos, el Presidente de la Asociación de Cronistas del Estado de Guanajuato, Profesor Aurelio Conejo, Cronista de Tarimoro, Guanajuato y algunos más como los de Acámbaro, Romita, Pénjamo, Cuerámaro. El gobernador Miguel Márquez ‘siempre’ ha distinguido la labor del cronista resaltando la importancia que tiene, tomando en cuenta que, como definición, debe tener, uno, un acendrado amor por su terruño (lo que definía el Dr. en historia, Luis González y González como la ‘microhistoria’);  dos, prepararse continuamente para el estudio y escrituración de lo ocurrido en su localidad, región y su liga o afectación con su medio, lo que  llamaríamos, un historiador de la vida pasada, testigo y actor del presente y medio para, de alguna manera, vislumbrar el futuro por cuanto a las actitudes, ideas, tendencias y demás de las personas del medio en el que vive y estudia. Tres, tener presencia e influencia en el medio social, tanto por su seriedad, honestidad, respeto y ser ajeno a los vaivenes políticos, dado que sirve a todos y para todos. Con estas premisas ingresamos al teatro Juárez.
Brevemente reseño que, llenó el teatro, una gran lista de personalidades acompañaron al señor Gobernador a la inauguración del festival y presentación del programa respectivo. Trataré de no omitir a persona alguna, ni equivocarme en sus nombres: La Presidenta del Congreso Estatal de la Cámara Diputados, Licenciada Arcelia González; el Presidente Municipal de la ciudad de Guanajuato, Sr. Edgar Castro; el Gobernador del Estado de Jalisco, Señor Aristóteles Sandoval; el Señor Embajador de España en México; el Señor José María Lasalle Ruiz, representante del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España; el presidente del Festival Internacional Cervantino, escritor Jorge Volpi; el Secretario de Cultura,  Doctor Rafael Tovar y de Teresa; la Dra. Lilia Machet, Secretaria de Cultura del estado de Jalisco; el Rector de la Universidad de Guanajuato, Luis Felipe Guerrero Agripino; el Comandante de la XII Región  Militar, General DEM Pedro Felipe Gurrola; la escritora Margo Glanz; el tenor mexicano de talla internacional, Francisco Araiza; los Secretarios del Estado de Guanajuato: de Salubridad, Dr. Ignacio Ortiz Aldana; de Turismo, Sr. Fernando Olivera; del Instituto de Cultura, Dr. Juan Alcocer y, espero, no haber omitido a otra (s) persona (s) más. Presentaron muy especialmente a la esposa del señor gobernador del estado, Señora Maru Carreño de Márquez.
Finalizó el señor Gobernador con un mensaje, como es su costumbre, sencillo, ‘muy humano’ y, ‘siempre’, positivo, dejando un ánimo esperanzador en quienes lo escuchamos, en favor de nuestro estado, región y nación, de aliento, fortaleza y riqueza espiritual, cultural y material.
Al terminar, el Presidente de la As. de Cronistas del estado, profesor Aurelio Conejo y yo fuimos invitados por el Gobernador a la magnífica Hacienda San Gabriel de Barrera donde se ofreció un excelente banquete al cual asistieron la casi totalidad de las personas que participaron en la presentación del FIC en el teatro Juárez y otras personas más. Tuvimos el honor de estar sentados en la mesa  con personalidades como, Miguel Sabido, reconocido escritor, autor de varias obras como la casi internacional ‘Pastorela de Tepotzotlán’ en la cual hace gala del respeto y riqueza de nuestras tradiciones mexicanas. Abro el espacio para comentar sobre el porqué del tema de este trabajo.Estamos acostumbrados a pensar y actuar en favor del rescate, recuperación y protección de nuestro centro histórico citadino. Está bien que pensemos y actuemos de esa manera, pero –el sempiterno ‘pero’-  no es suficiente y lo comento enseguida. Recordemos que por ‘centro histórico’ entendemos, como concepto: el lugar común de los elementos que conforman el nacimiento de un ente urbano y otros más que le dan sentido a las orgullosas raíces locales.
Prosigamos. Alrededor de esta área urbana, se han ido formando otras más a través del tiempo. Construcciones, los templos y casas, generalmente de piedra, cantera, materiales sólidos, los que han resistido las fuerzas de la naturaleza a través del tiempo. Las realizadas con adobe, techos de madera con teja, pocas existen en pie, principalmente debido a las inundaciones que durante años y siglos destruyeron parcial y casi totalmente a nuestra población. Las siguientes etapas, cada vez más cercanas a nosotros,  han sido construidas con ladrillos de barro recocido, concreto, fierro, cristal, plástico y otros materiales igualmente, sólidos y no. Otras más se han y/o siguen realizándose en torno a las anteriores y así sucesivamente hasta nuestros días. Entendemos que cada una de estas etapas representan lo hecho por el mismo hombre –como concepto, claro-  en su época y momento, lo que quiere decir que, todo lo hecho por él, igualmente debe ser protegido, y recuperado porque es parte de la historia de cada ente urbano. Por lo mismo, cada etapa, tiene su connotación o sentido histórico, su valor intrínseco, artístico, sentimental, local, cívico, religioso  y más. ¿Vamos bien?
Al suceder todo lo anterior se dio debido a la formación de lo que es fundamental para todo ente urbano: el barrio. Irapuato quedó formado por barrios los que, separados al principio, actuaban casi independientes unos de otros, teniendo como centro el santo de su devoción en su templo, el cual, alrededor suyo giraba la vida diaria de los habitantes los que formaban casi una familia. Tenían, además del templo, su plaza ‘fundamental’ pues en ella se centraba toda la vida social de la comunidad del barrio; en ella, los niños jugaban, las señoras, al terminar su trabajo casero, iban a la plaza, mientras sacaban su tejido y platicaban con sus vecinas sobre lo sucedido en su pequeño mundo. Todo giraba en ese entorno, los jóvenes iban a platicar; ahí empezaban las miradas de reojo, los guiños, y los primero dardos a las pretendientes. Luego, el noviazgo, la reja durante meses y hasta años, la boda y, los niños. Sus calles empedradas, lustrosas, todas las mañanas las señoras o quienes les ayudaban, salían a barrer, primero echando algo de agua para que no se levantara el polvo y luego, la escoba y el recogedor. Por la tarde, se realizaba la  misma función. Las calles quedaban con suave y sabroso olor a tierra mojada. Los señores, por su parte, salían a platicar con los vecinos sobre los trabajos diarios: el campo, las hortalizas, el tiempo, las cabañuelas, ‘el calendario de más antiguo
Galván’; los eclipses, los negocios, las tiendas y todo lo que significaba para ellos su gran mundo. La mayor parte sacaba sus cigarros de hoja, los faros (aquí nació ese cigarro), o los carmelitas, redondos y chiquitos. Regresaban a sus casas temprano. Cenaban, los niños ‘pedían la bendición, ‘hacían la chí’ y se acostaban. Se levantaban temprano y continuaba su rutina. Diario, sin cambiar. Por la mañana pasaba el lechero, luego, el panadero, enseguida –a veces- el vendedor de pan de huevo en sus lustrosas canastas de ixtle, sabroso sano y natural. Antes del  mediodía, pasaban o iban por las tortillas sabrosas la condenadas; calientes, se inflaban como sapos, les poníamos sal en gran con un pedazo de queso, las hacíamos taquito y nos las comíamos como manjar celestial. Muchas veces comparaban las mamás pinole hecho con grano de maíz triturado, con canela, creo que comino y, seco, lo comíamos tratando de que no nos hablaran porque, si lo hacían o nos reíamos, nos ahogábamos. Luego de comer, pasaba el señor que vendía la nieve, en algunas calles, Abundio –el legendario Abundio-con sus nieves de limón, vainilla, cajeta, fresa, sabrosa nieve, ¡ummh! Que sabrosa su nieve. Luego pasaba Adalberto con otro tipo de nieve, no en barquillo como Abundio, sin en platos con paletas  del mismo material. Se acostumbraba, a las siete y media, ir al templo a rezar el rosario, asistir a la bendición con el Santísimo, a platicar y continuar con lo platicado arriba. Muchas veces, las señoras sacaban sus equipales a la banqueta y, tejiendo, platicaban con sus comadres y vecinas mientras los niños jugaban en la calle, con el trompo y las canicas; las niñas brincaban la reata; los ya mayorcitos jugaban al ‘burro fletado’. Pasaba el de las ‘pepitas, el de los ‘cacahuates’, el de la ‘garbanza’, los comíamos con sus fatales consecuencias olorosas, se subían a los mezquites a corta las vainas y a comerlas con otros más cruentos resultados nocturnos. Barrios, nuestros queridos barrios. Unidades que debemos rescatar porque dentro de él se dan, además, elementos fundamentales –valores-,  como el de la ‘familia’ que, sabemos, se está perdiendo, amenazando, igual que el barrio, con la destrucción de la unidad y la comunión fraterna y familiar.
Con el tiempo, cada barrio fue creciendo hasta que, como las células en nuestros organismos, se fueron uniendo con los otros, los que, articulados con el trazo de calles y banquetas, fueron conformando el ente urbano que fueron inicialmente, los pueblos y, luego, las villas y ciudades. 
En este caso, Irapuato, nuestra ciudad, fue conformándose con la unión urbana de barrios iniciales como el de los indios purépechas, el llamado en lengua tarasca ‘Surumbé’, teniendo como centro el templo de Nuestra Señora de la Misericordia, conocido igualmente como Él Hospitalito’, dado que formaba parte de un inicial ‘hospital de indios’ mandado construir por el primer Obispo de Michoacán, Don Vasco de Quiroga, ‘benefactor de indios’, santo varón y constructor de más de 100 hospitales en favor de los naturales americanos desamparados. Este barrio se daba hacia las calles actuales que conocemos como ‘5 de febrero’ llamada anteriormente ‘de la piedra lisa’, la calle de Allende conocida anteriormente como del (de la) ‘vía crucis’, y otras más.
Paralelamente se formó otro barrio, teniendo como centro el templo de Señor San José ‘de los indios Otomís’, en el que se asentaron estos naturales americanos procedentes de la región de la actual Querétaro.
Entre estos dos barrios se inició la relación social de sus habitantes. Esto ocurrió a través de un caminito que partía del costado oriente del templo de Nuestra Señora de la Misericordia, en la puerta llamada de ‘San José’. El caminito fue llamado como ‘de Nuestra señora de la Misericordia’ por razones obvias y terminaba justo enfrente del templo de San José, el centro del barrio de los indios otomís y/o otomites.  A esa calle la conocemos actualmente con el nombre de ‘Cortazar’ o ‘Cortázar’, nombre que fue de un Gobernador de nuestro estado de Guanajuato. Calle que, cierto, la primera calle de la ‘Congregación’ de Irapuato, luego ‘Villa’ y ahora ‘ciudad’ de Irapuato. 
Al paso del tiempo, nuestra ciudad se convierte así, en un organismo vivo, formado por una pluralidad de células, cada una representando a los múltiples barrios que la conforman y, dentro de ellos, las células humanas, fundamentales para la vida humana, la familia. Ahora, a más de doscientas unidades urbanas les llamamos colonias y /o fraccionamientos pero debemos considerarlas, igual como barrios. La envolvente que se forma alrededor del llamado centro histórico resulta que, igual, por contener los valores que le hemos otorgado en los años posteriores a ese centro, se convierten, igual, en históricos, dado que forman parte integral de nuestro quehacer.
Aquí surge mi inquietud y es la siguiente: Lo que hemos realizado recientemente, en verdad, ¿será como para presumirlo y heredarlo? No hablo  de construcciones modestas, pobres; o de grandes edificios de cristal y estructuras metálicas; ni de residencias con alberca, aire acondicionado, alfombras, mármoles, gimnasios, circuitos eléctricos y lo más moderno en electrónica; no, hablo de la dignidad, de la trascendencia de lo construido por nosotros y que, sabemos, la mayor parte está constituido por elementos que no resistirán el paso del tiempo como el cristal, plásticos y demás. Una arquitectura temporal y endeble. En la mayor parte de la ciudad, los muros están cubierto por pintas –llamadas ‘grafitis’- las que, salvando el sentido artístico de muchos de sus autores, otorgan la imagen de nuestros propios interiores humanos: descuido, apatía, intolerancia, despreocupación por el medio en el que vivimos. Calles llenas de basura, baches, jardines descuidados y más; ¿Lo peor? Críticas, sin proponer soluciones ni –pésimo-, ofrecer nuestros servicios y actuar en favor de la protección de nuestra ‘casa grande’, nuestra ciudad.
Tenemos multitud de ejemplos de ciudades que son ejemplo de dignidad, cariño y respeto de parte de sus habitantes y autoridades para lograr la ilusión de vivir en una casa grande llena de valores, humanos, materiales y artísticos. ¿Nombres? Aguascalientes, Huichapan, Lagos de Moreno, Salvatierra y muchas que son modelo del quehacer bueno por parte de los habitantes en favor de cada una  de ellas. Me parece que, yo, el primero, nos servirán estas reflexiones para tratar de mejorar la imagen de nuestra casa común, porque ‘todo Irapuato’ nuestra ciudad’, debemos protegerla ‘todos’ porque toda tiene su historia y, ese tesoro que recibimos como préstamo para protegerlo  y enriquecerlo forma parte del legado que estamos obligados a heredar a las generaciones que nos continuarán en el tiempo.
 [email protected] de escribir sobre lo ocurrido en estos meses con el título ‘septiembre octubre 2016’, continúo ahora con otro tema y es el que encabeza este artículo, ‘todo Irapuato es histórico’. Antes, platicaré algo sobre lo que realicé ayer domingo 2 y me parece que resultará interesante lo conozcan los lectores míos.

 

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