Tengo la convicción de que la retórica política en México ha caído lamentablemente en una profunda barranca desde hace varios años. Claro que me refiero a la verdadera y auténtica retórica y no a lo que se parece a ella, pero que no lo es. En muchos de los casos nuestros políticos hablan o escriben retoricadamente y no retóricamente. Como un ejemplo de lo anterior señaló lo que sucedió el martes pasado cuando el presidente Peña Nieto en un foro de negocios denominado Impulsando a México al hacer una defensa de su actuación, que cada vez es más criticada, dijo lo siguiente: Nadie despierta, no creo que un Presidente se levante ni creo que se ha levantado pensando, y perdonen que lo diga, cómo joder a México. Siempre he pensado cómo hacer las cosas bien para México.
Digo esto, no sólo porque lo dicho por nuestro primer mandatario no tiene precisamente una construcción gramatical adecuada, sino porque en la misma se emplea una palabra, que a mi juicio, destruye lo que pretende, es decir aclarar que lo que ha hecho y se le critica no lo ha efectuado con mala intención, sino que puede ser producto de errores. En efecto, es evidente que la intención es señalar que no es razonable pensar que un Presidente de México, ni él mismo, haya tenido la intención de perjudicar o dañar a México con su actuación.
Sin embargo, el empleo de la palabra “joder” que tiene varias significaciones según el diccionario de la Real Academia Española, vuelve confuso el sentido pretendido con el mismo. No es aquí el caso de criticar que se trate de lo que pudiera pensarse que es una mala palabra, sino de señalar que es una forma vulgar de expresión que no compagina con un Presidente de la República que habla ante un público de empresarios, académicos y analistas económicos primordialmente. Como antes dije, aquí la retórica política queda clausurada. Pero además, su empleo implica una cierta falta de respeto paralos que lo escuchan y para aquellos a quienes va dirigido el reproche, que es sustancialmente el pueblo mexicano. Uno no espera que quien está obligado a respetar a quienes representa se olvide de ello e irreflexivamente, creo que así es, emplee una palabra que cualquiera de nosotros no utilizaría ante un público con el cual no se tuviera la suficiente confianza. Cualquier persona con cierta preparación y conocimiento del idioma no lapronunciaría sino con personas de su confianza, pues aún en la familia se debe respetar a los demás.
Si pensamos, por otra parte, que parece obvio que lo que quiso decir el señor Presidente no hace referencia al acto sexual, que es una de las significaciones del término, sino que invoca el concepto de daño en un sentido popular y en algunos casos injurioso, también surge el reproche, porque dentro de nuestro idioma existen palabras que pueden muy bien trasmitir la idea que parece envolver la frase en donde aparece ese vocablo. Creo que la mayoría de quienes escuchamos el término cuestionado estamos de acuerdo en que no había necesidad de su empleo y que incluso con mayor impacto y elegancia podría haber defendido su posición.
No sé si al expresarse en la forma en que lo hizo se salió del guión del discurso, llevado por el enojo de las críticas que justificada o injustificadamente se le hacen, pero aún en ese supuesto uno esperaría que hubiese mayor serenidad en un Jefe de Estado, que aún cuando no se dirija a otros organismos o entidades estatales, debe guardar compostura, la que en este caso perdió nuestro Presidente.
Ahora, bien, si no hubo irreflexión o enojo en el momento, sino que el discurso presidencial se ajustó al guión preparado, la cosa sería todavía más grave porque revelaría una falta de consideración y de respeto hacia los demás. Ello, Insisto, no porque se emplee una palabra que puede ser calificada como mala desde el punto de vista moral, sino porque implica una vulgaridad que no puede cohonestarse con la institución presidencial, además de que ayuda al desprestigio de la figura de quien la representa. Para el caso no importa que el orador haya pedido, implícitamente, una especie de permiso para decir lo que dijo en la forma en que lo dijo, pues ello no suprime esa falta que quita lustre a un cargo, más allá de la crítica a quien lo ostenta, por más injusta que ésta pueda ser.
Pero, además, sabiendo el carácter del mexicano y su facilidad para el retruécano y los populares “albures” debió tener en cuenta que esa palabra se iba a prestar, como ya está sucediendo, para el denuesto y la burla. Debe ser más cuidadoso y sereno en la defensa de su actuación.