Gabriel Rodríguez Liceaga es uno de mis cuentistas mexicanos favoritos, de los que están vivos y en el trabajo de edificar una obra muy personal. Hace un par de años, ( en la Guía 92) comentaba con emoción que su libro Niños Tristes (Tierradentro, 2014), mostraba un escritor que se desarrollaba en diferentes vertientes y estilos narrativos. En esta ocasión cayó en mis manos ¡Canta, herida! (Editorial Paraíso Perdido, 2016), ejemplar ganador del Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez, 2015, con doce cuentos que encaminan su creación hacia un lado tenebrista que busca sacudir al lector con la mezcla amarga y muy eficaz de sus contrastes de tonos y voces. Se envidia el oído de Rodríguez Liceaga para captar y refinar el lenguaje de la calle, y sobre éste construir ficciones feroces que no desdeñan los elementos fantásticos propios de la tradición. En este tenor destacan los cuentos Las tramas del frío, Dile que entraste a clases de violín, Lunarejo y Nuestros tatuajes están envejeciendo.
Pero, si me apresuran a recomendar un relato por el cual pagaría sin dudar el importe de todo el libro ($140,-), señalaría Pijamas de madera como una extraordinaria conjunción de personajes auténticos, los ancianos dueños de una rosticería de barrio; contexto social, el secuestro de un chico que barre la calle de enfrente; inclusión de elementos fantásticos, unas zetas que se agolpan en el techo de la recámara cuando duerme la protagonista; y el manejo de elementos de suspenso, con una vuelta de tuerca que desarma por completo al lector.
Los horrores y cuentas pendientes de la infancia con su transición hacia la edad adulta, continúan siendo una de las grandes preocupaciones del Rodríguez Liceaga que envuelve los relatos Las tramas del frío y Gallenas, chompelo, vigajas de un naturalismo muy chilango (este último término, lo uso con cariño, por supuesto).
Quizás salta en la línea del libro, más en su estilo que en la pátina oscura que emplea, los cuentos Retacería de Luz y Cielo, no lluevas, que recuerdan ejercicios de escritura apegada a la herencia de Bolaño, tan afecta a la onda hipster capitalina, donde se presta más atención a las citas y homenajes a los autores de cabecera que a la anécdota misma. No obstante, estamos ante un autor que tiene capacidades e historias de sobra, y cuyo trabajo considero que debemos seguir con atención.
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