Con el paso de las épocas lectores y libros van dejando atrás la capacidad de asombro mostrado por obras grandiosas y audaces del pasado. Meursault, por ejemplo, protagonista de “El extranjero” escrito por Albert Camus y publicada en 1942, llamó la atención por su indiferencia a la realidad, por resultarle absurda e inabordable; Hermann Hesse a través de Harry Haller, protagonista de “El lobo estepario”, captó lectores al presentar almas que padecían efectos deshumanizantes por vivir en medio de una sociedad nada solidaria y atomizada. Lo anotado no desmerece ni un ápice el valor universal de ambos autores y sus escritos; sin embargo, ahora, los Meursault y los Harry Haller abundan y se pueden encontrar a la vuelta de cualquier esquina urbana post modernizada. Todo cambia, pues. Un novedoso leedor y una primicia literaria interesante, por lo común, vibran de manera acorde en el casual contacto. Y luego, años después, en medio del vertiginoso y caótico cambio en los usos y costumbres, los documentos pierden pasmo y los leeyentes ya no se impactan en demasía porque, de hecho, ya han visto más.
De manera reciente Anagrama editó una novela de política-ficción con carácter futurista escrita por Michel Houellebecq, llamada “Sumisión”. Houellebecq, a través de su protagonista François, un abúlico profesor universitario, obliga a meditar sobre un declive social de Francia y sus consecuencias futuras. Del libro brota lo absurdo, lo no deseado, pero lleva a la paciente espera de lo que acaecerá en el venidero 2022.
Pero entre cuestiones bibliográficas hay de todo. También existen casos singulares de libros atemporales: “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry parece ser uno de ellos. El bello relato del ejemplar siempre será el mismo y, no obstante, cuántas veces lo lea un mismo lector, las interpretaciones podrán ser diferentes dado que estarán supeditadas al estado de ánimo de su ciclo vital. De igual manera se puede hablar a cerca de “La Biblia”. Ésta, con dos o tres milenios de existencia, hace de cada capítulo y cada versículo renglones meditables que, los consultantes, según edades, pecados o virtudes, utilizan como herramienta de escrutinio al crecer la aproximación a lo que se puede llamar su particular juicio terminal.
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