La presencia constante de la televisión encendida en el hogar puede provocar el temor en los padres de familia que se preocupan porque sus hijos alcancen los ciclos más altos de estudio. Estos padres se dan cuenta que decirles a sus hijos -ponte a leer- no basta. 
Las personas aceptan la importancia de la lectura, pero esta aceptación es simulada, tomando en cuenta los datos, la lectura no les interesa. Si no tenemos un tipo de texto de preferencia, incluso, significa que no se ha leído lo suficiente para saber en dónde comprendemos bien y dónde nuestro desempeño es mejor como lector.  
Al pensar en para qué leer, se debe considerar que es una de las actividades que ocasionan placer por sí misma. La acción de leer conforma una visión del mundo, nos sitúa en espacios, culturas y hechos desconocidos, nos obliga a seguir las líneas, mientras se construyen escenarios en que la imaginación es libre para crear. Tal vez, la acción de leer nos permite, además, desarrollar una variada gama de competencias cognoscitivas. 
Dentro de la sociedad leer determina un estatus cultural, la persona con hábito lector tiene un capital cultural que le permite acceder a diferentes espacios intelectuales. Por ello, crear ambientes que promuevan el hábito lector puede resultar muy redituable para la mente que piensa de manera lógica y argumentada. De esta forma los padres tienen que comenzar por platicar, al estar en familia, sobre lo que leyó y su punto de vista al respecto.
Por otra parte una consulta, con su hijo, a las páginas de Internet que determinan las lecturas propias según la edad del menor, le permitirá al niño o al joven elegir entre varios títulos y empezar un hábito que desarrollará a lo largo de su vida.

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