¿Por qué en México hay tanta gente que no lee? Porque leer duele. ¿Por qué duele? Por varias razones. 
Una de ellas es el hecho de que no se comprende lo que se lee, debido a que, círculo vicioso, no se ha leído, no se tiene una historia de lectura previa, por lo cual no se conoce el vocabulario de lo leído, ni se conocen suficientes estilos de expresión, modismos sintácticos, lo cual genera una indigestión semántica progresiva que desemboca en un reflejo de supervivencia cognitiva que hace desertar de la lectura a quienes padecen ese déficit de elementos habilitantes de la comprensión lectora, algo que a veces ocurre tan temprano como cuando apenas se han ojeado, que no leído, dos párrafos de un texto. 
Otra causa es la falta de familiaridad con la oferta textual, expresada en el desconocimiento de la existencia de suficientes textos de interés, de cualquier tema, con la legibilidad apropiada, para cualquier lector, ya que siempre hay un texto que calce a la medida con nuestro interés. Y a eso ha contribuido grandemente la escuela, al no generar las condiciones para que, desde sus inicios como lectores, los ciudadanos tengan experiencias primerizas de lectura agradables, lo cual se origina ya sea en la falta de tiempo de la jornada escolar destinada a la puesta en práctica de experiencias gozosas de lectura, ya sea en la elección inapropiada, por no decir alevosa y premeditada, de textos que de ningún modo motivarán su lectura, pues su temática es ajena a los intereses vitales de los estudiantes. 
Esto es algo que todos vivimos en la escuela, cuando en lugar de leer textos sobre futbol, o ballet, o aventuras, o románticos, nos recetaban, precozmente, textos clásicos poco entendibles, poco interesantes e indigeribles para nuestra edad. 
Y eso sigue sucediendo, como si, maquiavélicamente, se hubiera diseñado una trayectoria de aprendizaje de la lectura encaminada a producir, industrialmente, analfabetos funcionales, esto es, sujetos que saben pero aborrecen leer.
Una tercera causa, derivada de las anteriores, es la de las ocasiones en que tenemos que leer, obligadamente por las circunstancias, un documento que puede ser un contrato, o una guía de un aparato electrodoméstico y, antes de que lo hagamos, revivimos las sensaciones desagradables, cuando no traumáticas, que hemos tenido con textos ininteligibles para nosotros. 
Ese es un dolor condicionado, pavloviano, que es la secuela de nuestro doliente pasado lector. 
Ante este panorama, para el cual parece no haber  analgésico alguno, no cuesta trabajo comprender la robustez del analfabetismo funcional, y las razones antimasoquistas de quienes no leen.

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